'Gran Hermano 2024', la edición de las parejas más tóxicas: ¿casualidad, o reflejo de la sociedad?
Cuando se estrenó la primera edición de Gran Hermano, Mercedes Milá defendió su interés en el formato argumentando que estaba(mos) ante un “experimento sociológico” sin precedentes en televisión, en el que veríamos cuál es el comportamiento de un grupo de desconocidos al encerrarlos en una casa.
Lo que no sabíamos es que el éxito del programa le llevaría a tener tantas ediciones que también comprobaríamos la evolución de una sociedad a partir de estos individuos: el casting ha sido cada vez más diverso e inclusivo, los intereses amorosos dejaron de ser únicamente heterosexuales, hemos sido testigos de los cambios en la moda, en los cánones de belleza, en las profesiones…
También el propio programa ha evolucionado a nivel televisivo con ejemplos como el del gesto de aprobación de una pareja antes de hacer un edredoning para que la cámara no les enfoque (una intimidad antes inimaginable), o las banderas rojas que ya no se dejan pasar como los comentarios machistas de Adrián y Óscar, a los que les dieron un ultimátum.
Pero igual que Gran Hermano refleja la evolución de una sociedad, también constata su involución, como estamos viendo en la actual edición. Y es que tanto los espectadores como los familiares en plató no dejamos de echarnos las manos a la cabeza al comprobar que absolutamente todas las parejas de la casa sufren comportamientos tóxicos, muy alejados de las historias de amor del pasado.
Vanessa y Javier, una manipulación nunca antes vista
Habrá espectadores a los que Vanessa les cayera mejor o peor, o que prefirieran que saliera expulsada y otros que se quedara. Pero si existe unanimidad en algo sobre ella es que se equivocó totalmente al obligar a Javier a que abandonara. Nunca se había visto tal gesto en una pareja, y así lo definió Jorge Javier Vázquez:
“Él se quiere quedar, otra cosa es que tú, de forma muy egoísta pensando unicamente en ti y siendo incapaz de ponerte en su lugar, ser generosa con tu marido y decirle 'disfruta, haz tu concurso', le digas que salga. Te pido por favor que, por una vez, no seas tan manipuladora y le dejes disfrutar”. Hizo todo lo contrario: le pidió que abandonara y él le concedió el deseo.
Poco amor demostró ella a su marido, y aún menos amor dedicó él a sus sueños. Que no hubiera pasado antes en el reality y que ocurra ahora podría ser el síntoma de una sociedad cada vez más egoísta, en la que para confirmar que el otro te quiere, éste debe olvidarse de él msmo para pensar solo en el otro.
Luis, Nerea y todas las banderas rojas de la 'toxicidad'
La dinámica de Luis y Nerea era tóxica antes de entrar a la casa, pero dentro de ella se ha multiplicado. Han protagonizado escenas continuas de celos, posesión e inmadurez. Desde la primera gala, Nerea no soportó el hecho de que Luis hubiera tenido una vida amorosa anterior a ella, y menos que se la pusieran delante, con Violeta.
Durante días le pidió que no le hablara a la “ex”, y si lo hacía quería saber todos los sentimientos que eso le había generado. Pero no solo con Violeta se le activa la inseguridad, sino con todas las chicas de la casa. Y no solo con ellas, también con el resto de mujeres del mundo, reales o imaginarias. “¿Te parece alguna guapa?, ¿y si entrara alguna que te lo pareciera? Me estás mintiendo”, repetía ella en una de sus múltiples escenas en las que Luis no tiene escapatoria porque, responda lo que responda, será motivo de decepción para ella y culpabilidad para él.
“Hazte respetar, no dejes que nadie te hable mal, quiérete más a ti mismo”, leía Luis en una carta que le enviaba su madre. Nerea se echaba a llorar porque, inevitablemente, se veía reflejada en ella. Porque comprobó que su suegra le quiere lejos de su hijo. Y aún así, Nerea ha sido incapaz de evitar tales comportamientos. Eso es lo preocupante.
Edi y Violeta: bonito por delante, desleal por detrás
La relación de Edi y Violeta no muestra, ni de lejos, conductas tan dañinas como las anteriores. Pero tampoco es una historia de amor bonita. Y no lo es por algo casi tan doloroso como lo citado, aunque no se detecte a simple vista.
La cuestión es que cuando al gallego se le critica su actitud hacia la toledana, él insiste en que “yo siempre he sido claro con ella”. Pero no es cierto. Sí le dijo que va a ser difícil una relación fuera, que viven lejos, que no está perdidamente enamorado de ella, que no siente lo mismo, y que fuera dejó a alguien en quien pensaba.
Lo que nunca le ha dicho es que después de intimar con ella ha comentado en público que es más “su tipo Lucía”, o que incluso la personalidad de Elsa le atrae más que la suya. Palabras por la espalda que desprenden menosprecio y arrogancia hacia la persona que le está entregando su cariño. Así que Edi no está siendo tan claro como alardea, porque es desleal con Violeta y por eso es una historia de amor que no enamora.
Laura y Manu, la ambivalencia en estado puro
Y hablando de historias de amor que no enamoran, Laura y Manu son otro claro ejemplo. Sin ser una pareja oficial, ella ha mostrado escenas de posesión y celos hacia él.
Mientras, él oscila entre lo que siente, lo que quiere sentir, y los gritos que le llegan del exterior. Nadie sabe lo que siente Manu, y eso deja a Laura en una situación de ambivalencia emocional que pocos querrían para ellos.
Esas son las cuatro “carpetas” de una edición que provoca terror si es el reflejo de las generaciones que vienen: egoísmo, manipulación, celos, deslealtades, ambigüedad o arrogancia son las constantes de unos comportamientos que nadie querríamos al lado. ¿Dónde quedaron las relaciones generosas, divertidas y respetuosas que vivimos en otras ediciones?
Ojalá Mercedes Milá se equivocara y lo que vemos en esa casa no sea un reflejo de nuestra sociedad, porque si es así vamos camino a la extinción.