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La región de la Alsacia, en Francia, está repleta de pueblos pintorescos. Pero si hay uno que merece una mención especial ese es Eguisheim, una pequeña villa medieval que cautiva con sus casas de colores, su trazado circular y sus rincones de cuento que parecen sacados de la imaginación de un juglar.
Eguisheim se encuentra a tan solo 15 minutos de Colmar y a una hora de Estrasburgo, la capital de Alsacia. Y es tan agradable de visitar, y tan fotogénico, que no por casualidad es uno de los pueblos más turísticos de toda la región. Sobre todo en Navidad, cuando se engalana para la ocasión y acoge preciosos y cálidos mercados navideños. Pero, en realidad, cualquier momento es bueno para visitarlo porque caminar por sus calles será un verdadero viaje al pasado.
Esos pueblos franceses que viste en La Bella y la Bestia, de Disney, existen. Y Eguisheim es un excelente ejemplo de ello. Tanto, que hasta te puede parecer un decorado. Pero un decorado muy real. Aquí la casa alsaciana típica, con su planta baja en piedra, su fachada con los entramados de madera al aire y sus tejados imposibles, es la tónica común calle tras calle. Parece mentira que en los siglos XIX y XX se cubrieran todas las fachadas con cemento, tapando los entramados que llevaban siglos al aire, pero por suerte en las últimas décadas se ha tendido a sacar de nuevo la madera a relucir dejándola al descubierto para darle a Eguisheim todo el esplendor que se merece, pintando además las casas en coloridos tonos pastel.
Eguisheim es un pueblo redondo. Y no es un decir, sino que realmente está hecho en forma de círculo y así se conserva hoy en día. En su día contó con una doble fortificación siguiendo dos elipses pues, aunque no tenía realmente vocación militar, si tuvo un importante rol económico y financiero en la región, por lo que en su interior se movían muchos bienes que era conveniente proteger. En el espacio que quedaba entre las murallas aparecieron numerosas dependencias agrícolas y se formó una vía periférica llena de vida. Hoy es la Rue du Rempart y, si la sigues, como te descuides puedes pasar horas caminando en círculo.
En este paseo circular has de aprovechar para ver la huella de las dos entradas fortificadas con las que contaba el pueblo. Una de ellas da hacia los cerros, donde nacen los vinos de la tierra que han sido motor económico en Eguisheim desde hace siglos, y otra da hacia la planicie, hacia el paso de comerciantes por donde pasaba la calzada romana. Ese juego de dos puertas dobles fue fundamental para controlar el comercio y los impuestos hasta que fueron destruidas en el siglo XIX.
Conforme seguimos paseando por las calles de Eguisheim vamos encontrando otros vestigios del pasado, esta vez grabados en la roca y en la madera. Por un lado, era costumbre que una pareja pusiera sus iniciales y la fecha de construcción de su casa, o el símbolo ‘IHS’ en referencia a Jesús Hominum Salvator (Jesús Salvador de los Hombres), mientras que por otro los blasones y escudos indicaban la profesión de los dueños de la casa, como toneleros o carniceros.
La Place du Château es el centro neurálgico de Eguisheim. Donde llegarás sí o sí y donde su gran fuente redonda, casi siempre llena de flores, hace de banda sonora con el sonido de sus chorros. La plaza está llena de vida y se decora con mimo en fechas señaladas como Pascua, Navidad o Halloween. Aún queda parte del castillo de forma octogonal que se levantó en el año 1000 y que da nombre a la plaza. En él, en 1002, nació Bruno de Eguisheim, quien en 1049 fue proclamado papa en Roma como León IX. Por eso la capilla que se construyó sobre las mazmorras del castillo en el siglo XIX lleva su nombre: Saint-Léon IX. Visitarla se vuelve imprescindible, su interior está repleto de contrastes y policromías, y la nave central nos cuenta la vida del papa alsaciano. Tras la capilla se encuentra la Place du Marché, muy coqueta también en Navidad. Un poco más adelante la iglesia de Saints-Pierre-et-Paul, con su campanario del siglo XIII y sus numerosas vírgenes, es el otro templo de relevancia de Eguisheim.
Ya sabes que en tu visita a Eguisheim has de pasar por la Rue du Rempart, llegar a la Place du Château y visitar al menos la capilla de Saint-Léon IX. Pero no puedes irte del pueblo sin conocer Le Pigeonnier, ‘el palomar’ en francés. Esta diminuta casa, antes hogar de palomas, hace esquina en la propia Rue du Rempart y es sin duda la imagen más típica de Eguisheim. Bien podría ser el inicio de nuestro recorrido por el pueblo, pero que eso no haga pasar por aquí demasiado rápido. Es un icono no solo de Eguisheim, sino de toda la Alsacia, porque es innegable que es un rinconcito lleno de encanto. Si coincides con muchos turistas vuelve más tarde, las veces que haga falta, porque estar ahí a solas es algo que sin duda merece la pena.
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