Las exóticas islas de Tokio, las Galápagos de Japón

Las islas de Ogasawara de Tokio

Roberto Ruiz

Cuando pensamos en Tokio una imagen de rascacielos invade nuestra mente. Una gran ciudad superpoblada, donde viven unos 14 millones de personas, llena de luces, bulliciosa, de ritmo frenético y un tanto deshumanizada. Una urbe fascinante, sorprendente y loca, que cautiva con los contrastes más dispares que podamos imaginar. Pero lo que pocos saben es que Tokio es mucho más, un lugar lleno de islas donde incluso se pueden avistar ballenas y delfines.

Además de una gran metrópolis, Tokio es también una de las 47 prefecturas en las que se divide Japón. La más densamente poblada de todas, sí, pero incluso así parte de su territorio se divide en islas donde no vive absolutamente nadie. Una cadena de islas volcánicas donde las prisas desaparecen, reina la tranquilidad y la naturaleza es la protagonista.

Las islas de Tokio las podemos dividir en dos: las islas de Izu, las más cercanas, y las islas de Ogasawara, las más remotas. Todas tienen un encanto especial, pero cuanto más al sur viajemos, más bonitas y salvajes se presentan ante nosotros. 

Las islas de Izu, una rápida escapada desde Tokio

Las de Izu son las islas más cercanas a la ciudad de Tokio. Capital que, no olvidemos, también se encuentra en una isla, la de Honshu. Para muchos japoneses y extranjeros este pequeño archipiélago se convierte en el lugar perfecto para unas vacaciones en la playa, disfrutando de sus aguas cristalinas, sus montañas, sus bosques y sus fuentes termales. De hecho, los onsen volcánicos, los baños tradicionales japoneses, son uno de sus grandes atractivos.

A las Izu no es difícil llegar. Desde la terminal de ferries de Takeshiba, en Tokio, estamos a dos horas en barco de la isla de Oshima, que es la mayor y la más accesible de las Izu. Pero para llegar a otras, como Niijima, Shikinejima, Kozushima, Miyakejima, Mikurajima, Hachijojima y Aogashima, el trayecto no es mucho más complicado. Si no, también se puede volar a Oshima desde Tokio.

Las Izu son perfectas para disfrutar de los deportes acuáticos. Sus cálidas aguas son toda una invitación para los amantes del snorkel y el buceo, e incluso del surf si vamos hasta la isla de Niijima. Oshima, por su lado, es ideal para hacer senderismo gracias a su monte Mohara, un volcán que despierta cada 30 o 40 años, y si la visitamos entre enero y marzo disfrutaremos del espectáculo de sus numerosas variedades de camelias en flor.

Las islas de Ogasawara, las Galápagos de Oriente

Pero el verdadero espectáculo de la prefectura de Tokio se encuentra en las islas de Ogasawara. Este archipiélago declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO es un auténtico paraíso natural. Tanto que se conocen incluso como “las Galápagos de Oriente” visto el proceso de evolución aislado de tierra firme. Las Ogasawara se encuentran a mil kilómetros al sur de la isla principal de Japón y se componen ni más ni menos que de treinta pequeñas islas. 

Como curiosidad, es interesante saber que las islas Ogasawara fueron descubiertas por una expedición española en octubre de 1543, y que Bernardo de la Torre, que estaba al mando, las bautizó como las islas del Arzobispo. En 1593 llegaron a ellas los japoneses de mano del samurai Ogasawara Sadayori y así las conocemos hoy en día. 

Es un lugar remoto, para llegar se ha de realizar un trayecto en ferry de 25 horas y el barco, el Ogasawara-maru Liner, solo hace ese viaje una vez a la semana. De todas ellas solo dos están habitadas, Chichijima y Hahajima, y la despoblación hace que sea un destino idóneo para los amantes de la astronomía, pues la ausencia de luz artificial hace brillar sus cielos con intensidad cuando cae la noche. 

La UNESCO se fijó en ellas porque son el refugio de más de 190 especies de aves en peligro de extinción, el hogar de más de 400 plantas autóctonas y un lugar que cuenta con una vida marina de excepción. De hecho, es una referencia para la observación de cetáceos como cachalotes de mayo a noviembre, ballenas jorobadas de febrero a marzo y, cómo no, también de delfines. Y si quieres descubrir sus fondos, en la playa de Sakiura, en Chichijima, tienes hasta un pecio esperándote bajo sus cristalinas aguas: el Hinko-maru, un buque japonés hundido durante la Segunda Guerra Mundial. Pues aunque ahora no lo parezca, las islas Ogasawara fueron una vez un campo de batalla. De hecho, la isla de Iwo Jima es una de ellas.

Las islas Ogasawara mantienen su esencia gracias al ecoturismo respetuoso con sus ecosistemas naturales. Son espacios frágiles, muy sensibles a la presencia humana y su protección es fundamental para su conservación. Una de las islas, la de Minamijima, que está a solo veinte minutos en barco desde Chichijima, es famosa por sus formaciones geológicas, como un llamativo arco de piedra bajo el que pasa el mar antes de descansar sobre la fina arena de su playa. Por lo que si sumamos vegetación, fauna y geología podemos decir que estamos en un rincón verdaderamente único de Japón.

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