Hace un mes más o menos comenzamos hablando del Día Internacional de la Mujer, donde todas salimos a la calle para recordar que todavía queda mucho camino por recorrer para conseguir acabar con la discriminación y con todos los tipos de violencias que sufrimos las mujeres y las niñas en casi todo el mundo, en diferentes ámbitos. Pero con todo lo sucedido últimamente, es necesario que no paremos de visibilizar seriamente el tema.
Los ejemplos internacionales son muy numerosos: tenemos en la actualidad la guerra de Siria, donde las más desprotegidas siguen siendo las niñas y mujeres, o Argelia donde las autoridades han cerrado las oficinas de dos destacadas organizaciones de derechos de las mujeres. En Honduras, el asesinato de la activista Berta Cáceres en donde las investigaciones van especulando con la participación de los ejecutivos del DESA.
Aquí en España, la defensora Dorys Valenzuela, de Colombia, que estuvo en el Programa de Protección Temporal de Amnistía Internacional desde febrero de 2017 hasta febrero del corriente año, fue acogida por el Grupo de La Palma, pero al llegar a Murcia decidió divorciarse y finalmente su marido acabo asesinándola.
Dorys decidió quedarse al acabar el Programa y solicitar asilo. Se fue a vivir con su hijos a Murcia, acompañada en el proceso por la organización Cruz Roja en esta localidad. Cómo veis cada día lo comprobamos, y también las mujeres defensoras sufren una extrema violencia por su condición de mujeres y activistas.
El más espectacular de los casos de todos los últimos días es la sentencia de La manada. El sexo sin consentimiento es violación, pero ¿por qué solo nueve países europeos lo reconocen?
Esta ausencia de reconocimiento legal de que las relaciones sexuales sin consentimiento constituyen una violación, fomenta la idea de que recae en nosotras como mujeres la responsabilidad de protegernos de la violación. Estas actitudes son peligrosas y debemos cambiarlas.
Juzgar a la víctima
Me paro a pensar por qué se observan con lupa las actitudes y señales que ha relatado la víctima; su falta de resistencia (obviamente estaba en un estado de shock terrible), que si andaba sola por las calles de Pamplona a esa hora, que después del ataque (¿como se le ocurre llevar una vida normal?) tuvo una vida tranquila y activa saliendo con sus amigas, de viajes y fiestas, con fotos (sorprendentemente) sonriendo subidas a sus redes sociales.
Todo este problema de juzgar a la víctima, en una sociedad como la nuestra, puede llegar a tener gravisimas y profundas deficiencias a la hora de entender el funcionamiento de algo tan aparentemente sencillo como el consentimiento en una relación sexual o la vivencia de una situación de intimidación.
De todas las manifestaciones que se produjeron estos días, rescato unos carteles con unos mensajes muy crudos pero exageradamente realistas para mí, como 'La Manada no son 5, la manada es el sistema' o '¿Por qué te doy miedo cuando abro la boca y no cuando abro las piernas'.
Lógicamente esta sentencia es una forma de reforzar los estereotipos y de considerar que a las mujeres se nos puede tratar de esa manera, incide en la normalización del acoso sexual, y es una forma de minimizarlo.
Las definiciones de violación basadas en el consentimiento y las reformas legales no son suficientes soluciones, pero para abordar y prevenir este delito que va en aumento, son importantes como puntos de partida.
No nos corresponde únicamente a las y los activistas aplicar los cambios necesarios. No ser objeto de violación es un derecho humano y ha llegado la hora de que nuestro Estado asuma su responsabilidad y tome cartas en el asunto para que se reconozca en la ley que el sexo sin consentimiento es violación.