Un viaje por la mítica Alsacia; una de las regiones más bonitas de Francia

Calles de Ribeauvillé, uno de los pueblos más bonitos de la Alsacia. André P. Meyer-Vitali (CC)

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El Río Rin baja desde las alturas alpinas por una especie de trinchera excavada entre dos grandes macizos montañosos. Al este, en tierras de Alemania, las montañas cuajadas de bosques forma la famosa Selva Negra (Schwarzwald), una de las regiones con más encanto del país teutón. Al otro lado de la frontera, ‘la plana’ limita con la Cordillera de Los Vosgos, otra mancha verde que deja en medio una suave pendiente de poco más de 200 kilómetros de largo y unos 50 de ancho que, durante siglos, fue tierra en disputa. Desde el Castillo de Winek uno tiene un esbozo magistral de lo que es esta tierra, tanto desde el punto de vista natural como lo que de ella hicieron hombres y mujeres a lo largo de los siglos. La fortaleza, una sobria torre del siglo XIII, es sólo una de las muchas fortificaciones que guardan las faldas orientales de Los Volgos. Es una atalaya privilegiada rodeada de viñedos; a la espalda, las colinas verdes de la cordillera; al frente la plana que baja suavemente hasta encontrase con el Rin, pueblecitos con casas de piedra, mortero y grandes vigas de madera y, en frente, la contrapartida más allá de la frontera con más pueblos, fortalezas, viñedos y la Selva Negra cerrando el cuadro; como si fuera el reflejo de un espejo.

Un lugar precioso y bucólico como pocos. Esto es la Alsacia. Una de las regiones míticas de Francia. Un lugar que, hasta hace poco más de 80 años, fue una continua fuente de conflictos entre Francia y las diferentes versiones de Alemania que se sucedieron desde tiempos remotos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. De aquella época convulsa quedaron los castillos (más de una docena a este lado de la frontera), los nombres germánicos de los pueblos, las baterías artilleras o los restos de la Línea Maginot , ese intento inútil por parte de Francia de protegerse del agresivo vecino del norte y que apenas supuso un obstáculo medianamente molesto para las modernas tácticas de combate de la Guerra Relámpago de la Wehrmacht. Cien veces cambió de manos; cien veces fue el escenario de cruentas batallas; cien veces fue conquistada y reconquistada…

No es de extrañar que cuando las naciones de Europa se cansaron de darse golpes entre sí eligieran esta estrecha franja de tierra como símbolo de una nueva era de paz y cooperación. Y por eso se instaló aquí la sede del Consejo de Europa, una de las más altas instituciones de la Unión Europea y multitud de organismos comunitarios –como el Parlamento europeo-. Todo un símbolo de reconciliación entre enemigas durante siglos irreconciliables: Francia y Alemania daban un mensaje alto y claro. Otra Europa era posible. Y desde entonces, en la Alsacia ya no se oye el rugido de los cañones: hoy es una región ideal para hacer una escapada; cuna de buen vino y mejor gastronomía y con ciudades y pueblos encantadores. Uno de los mejores destinos de Europa.

UNA PEQUEÑA GUÍA DE ESTRASBURGO .- La capital de la Alsacia resume a la perfección los avatares históricos por los que atravesó. La Pequeña Francia; el Barrio Alemán; el barrio europeo. El primero lleno de casas de mortero y madera; de piedras góticas y torres medievales; el segundo barroco y monumental; el tercero una oda a la nueva arquitectura que simboliza el renacer de Europa tras dejar atrás las guerras. El Corazón de la Ciudad queda enmarcado por la corriente del Río Ille, que, como sucede en París, se divide en dos brazos para crear la ‘Isla Grande’, germen medieval del burgo. El primer centro de atención se encuentra en la Plaza del Castillo, dónde se encuentra la impresionante Catedral de Notre Dame de Estrasburgo , una de las joyas del gótico europeo, y el Palacio de Rohan (Plaza du Château, 2; Tel: (+33) 03 68 98 51 60; E-mail: info@otstrasbourg.fr), un espectacular palacete al más puro estilo versallesco que hoy es sede de varios museos de la ciudad (Bellas Artes, Arqueológico –muy interesantes las colecciones romana y merovingia - y Artes Decorativas). Otro hito de la Plaza del Castillo es la Maison Kammerzel (Place de la Cathédrale, 16; Tel: (+33) 3 88 32 42 14), un caserón de principios del XV -1427- que es una de los mejores ejemplos de vivienda medieval del mundo –hoy es un hotel-.

El otro centro de interés de la Isla Grande es la Plaza Kléver, uno de los pocos espacios abiertos del laberinto de callejuelas que forman el centro de la ciudad. No es mala idea cruzar el río por esta zona y pasear por los Quais hasta la Presa de Vauban (Plaza de Quartier Blanc) desde dónde se puede hacer una de las mejores fotos de la ciudad con las tres torres de las islas de Los Molinos. Esta curiosa construcción, que regula el paso de agua por la ciudad, servía para evitar inundaciones y, al mismo tiempo, usar el agua como arma en caso de asedio a la ciudad.

La Pequeña Francia y la Krutenau .- El Puente de San Martín comunica la Isla Grande con la orilla sur del Ille. Tres pequeñas islas artificiales conducen y aceleran el cauce del río comprimiéndolo para que las muelas de los viejos molinos rueden con la fuerza necesaria. Desde aquí ya se pueden ver las casas con fachadas de mortero y vigas de madera que son la seña de identidad de la Pequeña Francia, uno de los barrios más atractivos de la ciudad. Acá no hay grandes monumentos más allá de alguna pequeña capilla o alguna iglesia, pero pasear por sus calles es un auténtico regalo. Justo al lado está La Krutenau, antigua zona de huertas y miasmas que se pobló de gentes humildes cuando la ciudad medieval se desbordó. Hoy es una de las zonas más bonitas y mejor conservadas de la ciudad: y también el barrio de moda con las mejores tiendas, galerías de arte y locales de diseño. Lugares interesantes de ver: el Museo Alsaciano (Quai Saint-Nicolas, 23) –más interesante por el edificio que por lo que contiene-; la Puerta des Remparts (Place Sainte-Madeleine) –parte de las antiguas murallas- y la Iglesia de Santa Magdalena (Place Sainte-Madeleine, 4), reconstruida tras la Segunda Guerra Mundial aunque con algunos restos del XIV.

El Barrio Alemán y más allá .- El Neustad ocupa toda la parte norte de la vieja ciudad. El barrio alemán fue el fruto de uno de los innumerables cambios de estatus de la ciudad: la guerra franco prusiana supuso la anexión alemana de la Alsacia y el Imperio prusiano quiso refundar la ciudad como elemento de propaganda. El ensanche alemán es uno de los mejores ejemplos de urbanismo planificado de Centroeuropa. Desde la Plaza de la República se organiza el espacio en forma lineal (con la Avenue des Vosgues como eje) con los grandes edificios públicos y residenciales ordenados en cuadrículas. A un lado el Palacio del Rin, un precioso palacio neoclásico que servía de residencia oficial al emperador prusiano en sus estancias en la ciudad, y, al otro, laBiblioteca Nacional y el Teatro Nacional. La monumentalidad del Neustad queda patente en edificios como Saint Pierre le Jeune (Place Charles de Foucauld), el Tribunal de Justicia o la Iglesia Reformista de San Paul (Place du Général Eisenhower) y en curiosidades como la Casa Egipcia (Rue du Général Rapp, 10) un curioso edificio decorado con iconografía faraónica.

Al norte del Neustad los grandes parques y jardines se mezclan con la nueva Estrasburgo, en la que los edificios residenciales se mezclan con las sedes de los organismos europeos. Para los viajeros, la mayor atracción más allá de la Avenue des Vosgues es el Jardín de l’Onrangerie , un precioso parque diseñado a principios del siglo XVIII para celebrar la incorporación de la Alsacia a Francia (una vez más un cambio de manos). Otros espacios verdes interesantes son el Parque de la Ciudadela, construido sobre un antiguo baluarte artillero que apunta directamente al Rin o el Jardín Botánico dónde hay algunos museos vinculados a las Ciencias Naturales. A las afueras de la ciudad se encuentra el impresionante Castillo de Portuales (Acceso por Rue Melanie), un espectacular ‘Chateau’ del siglo XVIII reconvertido en hotel (bastante accesible, por cierto, para quedarse a dormir).

A LAS FALDAS DE LOS VOSGOS .- La mejor manera de conocer la Alsacia es alquilar un coche y hacer kilómetros. Las distancias desde Estrasburgo son pequeñas y eso permite hacer excursiones de una jornada y volver al hotel por la noche (obvia decir que las comunicaciones son excelentes). Una de las excursiones imprescindibles es la de los pueblitos del sur de la región –ver mapa-. Se suele empezar por Colmar (a 73 kilómetros de Estrasburgo), uno de los símbolos de la región por su preciosa arquitectura medieval. Es uno de los pueblos más bonitos de Francia (y casi de Europa) y capital de los famosos vinos alsacianos. La ciudad es preciosa y cuenta con bastantes monumentos de interés con casas medievales con más de 600 años de antigüedad (como la Aduana (Koïfhus) o la Casa Adolph; buenos ejemplos del gótico centro europeo (como la Colegiata de San Martín) y una buena colección de edificios renacentistas (Casa Pfister, Casa de las Cabezas) y del clasicismo francés. Es una delicia de sitio con lugares preciosos como la Pequeña Venecia y un par de buenos museos. Aquí vais a echar un par de horas, por lo que conviene empezar la ruta muy temprano.

Muy cerca de Colmar se sucede un rosario de pequeños pueblitos que son una maravilla. En lo alto de las montañas también se localizan algunas antiguas fortalezas medievales. El más interesante es el Castillo de Hohlandsbourg Castillo de Hohlandsbourg , que tiene una muy buena exposición didáctica sobre la guerra en la Edad Media . Otra atalaya bonita de ver es la Torre de Wineck, rodeada de viñas y con buenas vistas sobre el valle del Rin. Los pueblos que no puedes perderte son: Eguisheim –con una de las plazas más bonitas de la región y una traza urbana circular muy curiosa-; Turckheim ; Kaysersberg; Niedermorschwihr;Kaysersberg; Ribeauvillé y Riquewihr. En todos estos pequeños pueblos podrás encontrar la típica arquitectura alsaciana y muy buenos lugares para comer. Otra visita interesante en la zona es el Alto de Le Galtz, con buenas vistas e impresionantes bosques.

CASTILLO DE HAUT KOENIGSBOURG .- El Castillo de haut-koenigsbourg Castillo de haut-koenigsbourg ( Ver Horarios ) es uno de los monumentos más visitados de Francia y resume a la perfección lo que fue esta parte de Europa durante sus más de nueve siglos de existencia (se construyó en el siglo XII). Es una de las mejores construcciones militares medievales de Europa y su estado de conservación es brutal pese a que fue atacado e incendiado en varias ocasiones.

CAMPO DE CONCENTRACIÓN DE STRUTHOL NATZWEILER .- El Campo de Concentración de Struthol Natzweiler Campo de Concentración de Struthol Natzweiler fue el primero de los campos de la muerte alemanes descubierto por los aliados en su avance hacia Alemania. Se encuentra a pocos kilómetros de Estrasburgo entre los densos bosques de los Vosgos. Se calcula que en el lugar fueron internadas unas 45.000 personas: unas 37.000 murieron ejecutados, agotados por los trabajos forzados, de pura hambre o como víctimas de macabros experimentos médicos de los ocupantes alemanes. Uno de los monumentos del horror fascista que asoló Europa. La visita es muy didáctica aunque muy fuerte para estómagos débiles. 80 españoles estuvieron internados en este campo, la mayoría prisioneros de guerra y miembros de la Resistencia Francesa; héroes, sin duda alguna.

LA LÍNEA MAGINOT .- Para los amantes de la historia militar, la visita al Fuerte Schoenenbourg es todo un regalo. Esta posición fortificada artillada formaba parte de la Línea Maginot, la línea de fortificaciones que construyeron los franceses en la frontera con Alemania tras la Primera Guerra Mundial para frenar una posible invasión germana. El búnker de hormigón está formado por una complicada red de túneles y torres artilladas que debían defender cualquier avance por el Rin. Los alemanes entraron por Bélgica y todo el esfuerzo realizado fue inútil. Pero ahí quedan las construcciones y la historia.

LOS MUSEOS DE MULLHOUSE .- La ciudad de Mullhouse es considerada como la capital de los museos técnicos de Francia. Esta pequeña ciudad cuenta con un pequeño centro histórico que es digno de ver (sigue los esquemas propios de las ciudades alsacianas), pero lo que convierte a lugar en especial es su poderío industrial, sobre todo vinculado al coche y al tren. Dicen que su Ciudad del Automóvil Ciudad del Automóvil (Rue de l'Épée, 15; Horario: 10.00 – 18.00) es el mejor museo de su clase en el mundo con una colección de coches y motocicletas alucinante y tampoco le va a la zaga la Ciudad del Tren (Rue Alfred de Glehn, 2), que atesora un impresionante patrimonio ferroviario del sistema público francés. VER GUÍA DE MULLHOUSE VER GUÍA DE MULLHOUSE .

Fotos bajo Licencia CC: Francois Schnell ; Alexandre Prévot ; Stefano Merli ; Vincent Desjardins ; Russ Bowling ; André P. Meyer-Vitali ; Frank Weber ; Thomas Bresson; Edwin Lee; Francois Schnell; Dumb Luck

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