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CRÓNICA POLÍTICA
“Cada 15 días, usted es mortal”: el Parlamento airea las grietas de Andalucía para bajar a Moreno “de la nube”

El presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, en la sesión de control del Parlamento andaluz, el jueves pasado.

Daniel Cela

15 de octubre de 2022 20:39 h

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El Parlamento de Andalucía no es el lugar más incómodo para Juan Manuel Moreno desde que su partido ostenta una holgada mayoría absoluta en esta Cámara y en el Gobierno autonómico. Pero es el único que le chista al presidente de la Junta cuando regresa de Madrid o de Bruselas de promocionar el “liderazgo potencial de Andalucía” y su “nueva imagen reputacional”. “Cada 15 días voy a recordarle que usted es mortal”, le espetó la líder de Por Andalucía, Inma Nieto, el jueves durante la sesión de control.

Hoy por hoy, es Juanma Moreno quien ostenta liderazgo e imagen reputacional, no Andalucía. La propia Nieto confiere al flamante presidente andaluz ciertas dotes de superhéroe al recordarle su propia mortalidad, como la de los 109 diputados. Como la de su predecesora, la ex presidenta Susana Díaz, que también brilló (y corrió) como un rayo antes de estrellarse como un trueno.

La figura de Moreno está agigantada desde que barrió al PSOE andaluz en las elecciones del 19 de junio, la primera mayoría absoluta del PP en 40 años de autonomía. La sombra del barón de barones del PP se proyecta sobre su propio partido, como escudero privilegiado de Alberto Núñez Feijóo en su viaje a la Moncloa (quien sabe si como recambio, en caso de que el gallego yerre el disparo de la única bala que le va a conceder Isabel Díaz Ayuso).

Pero de momento, Moreno no está en esas. Su interés pasa ahora por hacer de su ambición y éxito personal una prolongación al conjunto del territorio que gobierna. Por eso sale de Andalucía para vender Andalucía como una tierra de oportunidades, de inversión, de captación de domicilios fiscales y rentas de altos ejecutivos. El dirigente popular habla de su territorio como, antes que él, lo hicieron todos los ex presidentes del PSOE: la Andalucía imparable, la California del sur, la Baviera de España.

Los socialistas inventaron un guión que duró 37 años, por eso hoy le pasan a Moreno por la cara los datos estructurales de paro, pobreza y desigualdad que sitúan a la región más poblada de España en el furgón de cola del baremo socieconómico. “Ustedes no han sido capaces de resolver los problemas estructurales de Andalucía, como efectivamente nosotros tampoco fuimos capaces”, le advirtió el secretario general del PSOE-A, Juan Espadas, en un arranque de sinceridad.

Potencial y ambición

Andalucía sumó en septiembre cuatro meses consecutivos con subidas de paro. Sufre un desempleo crónico, ahora situado en el 18%, y una tasa de pobreza del 38,7% de la población, diez puntos por encima de la media nacional. 24 de los 30 municipios más pobres de España son andaluces, según la reciente encuesta del INE, y el 87,4% de los autónomos de Andalucía -a los que Moreno cita recurrentemente como ejemplo de liderazgo- cobra por debajo del salario mínimo interprofesional.

Hay un desajuste notorio entre el discurso del presidente y los datos de su comunidad. La oposición en bloque le ha exigido esta semana que “rebaje la euforia”, que asuma la realidad socioeconómica de Andalucía y ejerza sus competencias para intentar corregirla, ahora que dispone de recursos abundantes provenientes de los fondos europeos.

Pero Moreno se ha rebelado, visiblemente molesto. “Sí somos líderes. Líderes en ambición, capacidad y potencialidades. Una comunidad que cree en sí misma no puede estar todo el día machacándose y generando un entorno de melancolía y de frustración entre sus ciudadanos. Andalucía es líder y tenemos que creérnoslo”, terminó exhortando a toda la Cámara. “Esto trasciende de un gobierno, yo no puedo solo, lo tiene que hacer la sociedad, el Parlamento y la oposición”, sentenció.

Los tres grupos de izquierdas en el Parlamento andaluz apenas suman un tercio del total. Lo previsible es que vean pasar por delante, impotentes, cuatro presupuestos autonómicos y todas las leyes que el Gobierno monocolor del PP tenga a bien llevar a la Cámara a lo largo de esta legislatura.

Los populares tienen 58 diputados -tres por encima de la mayoría absoluta- y además, hasta que las generales de 2023 resuelvan la interdependencia de PP y Vox-, Moreno contará con la complicidad gratuita del grupo ultraderechista. Su portavoz, Manuel Gavira, ha centrado el tiro de la sesión de control en la figura de Pedro Sánchez, que aúna la animadversión de las dos derechas. “Sánchez quiere exprimir la capacidad recaudatoria de Andalucía, está en modo destructivo”, ha comentado con un complaciente Moreno durante su duelo parlamentario.

En Andalucía, Vox tiene un cometido hasta las elecciones generales que pasa por atizar al Gobierno de PSOE y Unidas Podemos y tender puentes con un PP que ya no necesita ingenieros de caminos. La ultraderecha le reprocha, reprende, le afea y le amenaza como antes, pero sin influencia alguna en el BOJA. A la postre, además, su discurso duro se desvanece en cuanto aprietan el botón de las votaciones en el Parlamento. “Su reforma fiscal es ridícula y una tomadura de pelo”, dejaron por escrito en el diario de sesiones minutos antes de votar a favor.

Con los Presupuestos andaluces para 2023, que asomarán por la Cámara a finales de mes, se puede repetir semejante dualidad: Moreno quiere que las cuentas aglutinen más votos de los que tiene el PP, aunque le baste con los suyos. Y Vox se ha ofrecido ya a apoyarlas, poniendo condiciones “ideológicas” que “destierren a los socialistas que aún perviven en Andalucía” y la “letra pequeña del PSOE en los Presupuestos”.

Gavira se refiere al impacto de género que acompaña a las cuentas autonómicas, blindado en una ley que la ultraderecha quiere derogar desde su llegada a las instituciones. “Incluya la perspectiva de familia en lugar de la de género. ¿Se ve capaz?”, le ha preguntado a Moreno, invitándole a estrenar en Andalucía lo que Feijóo ha prometido hacer si llega a la Moncloa, a saber, la derogación de un buen puñado de leyes del Gobierno de Sánchez.

Detrás de esta zanahoria, lo que el dirigente andaluz ha visto es el garrote de Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, abanderado del negacionismo machista de Vox en las instituciones. Moreno se ha escurrido de este aprieto tratando la cosa como un asunto “terminológico”, lejos de la línea roja ideológica que enfrenta a derechas e izquierdas. “Ayudemos a las familias. Y ayudemos a las víctimas de violencia de género. Al ciudadano le da igual la terminología”, ha dicho. En ese momento, las izquierdas estaban a otra cosa, porque no se ha sentido el runrún de sus señorías revolviéndose en sus escaños cada vez que se tocan estos asuntos.

Criptonita para Juanma

Las izquierdas andaluzas, vapuleadas en el 19J, han asumido que las más de las veces asistirán como convidados de piedra al retrato glorioso y triunfalista que el presidente hace de Andalucía. No tienen margen legislativo para hacerle daño a su mayoría absoluta, pero se afanan en buscar la criptonita que convierta a super Juanma Moreno en un mortal. De momento no la tienen.

Los datos funcionan para un titular, pero no para una crónica de varios días consecutivos. El presidente andaluz lleva semanas instalado en el epicentro del debate nacional, su bajada impositiva ha sido una placa tectónica en el tablero político, ha arrastrado a presidentes autonómicos del PP y del PSOE -en campaña preelectoral- y ha precipitado una reforma fiscal ad hoc para anular la supresión del impuesto de Patrimonio a las 20.000 rentas andaluzas más ricas.

Hemos visto -porque el equipo del presidente lo ha difundido- los vídeos de Moreno recibido con vítores, abrazos y banderas de España durante la visita del Rey Felipe VI a Lebrija, un municipio históricamente gobernado por el PSOE. Hemos visto al presidente subiendo la escalinata de mármol del Ayuntamiento de Sevilla, en visita institucional y confraternal con el alcalde socialista, Antonio Muñoz, a seis meses de las elecciones municipales.

Hemos visto cómo el presidente de Aragón, el socialista Javier Lambán, visitaba a Moreno en el Palacio de San Telmo en pleno pulso con el Gobierno de Sánchez, y cómo el barón socialista anunciaba que su “buen amigo” presidía una Andalucía “que será la comunidad líder en economía en España en pocos años”. “No tiene sentido que usted no coincida con líderes socialistas de otros territorios”, le afeó el presidente a Espadas en respuesta a su radiografía “pesimista”.

Moreno no salió derrotado esta semana del Parlamento andaluz, pero sí debió pensar que fuera le entiende mejor que dentro. Venía de pasar dos días en los pasillos de la Comisión Europea, en Bruselas, donde se deciden políticas y presupuestos que atraviesan la médula espinal de la economía andaluza. Allí tiene poca autonomía y nulo peso específico el líder de una región, dentro de una estructura supranacional con 447 millones de habitantes.

Pero Moreno está convencido de que su estrella personal, en pleno auge, puede iluminar el camino de Andalucía para superar la brecha socioeconómica que le aleja de la media europea. “A las instituciones europeas hay que mimarlas, tratarlas de modo continuo, para que te conozcan, para que la presidenta del Parlamento me llame Juanma porque me conoce”, dijo el martes ante los micrófonos de un grupo de periodistas en Bruselas.

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