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Anecdotario del juicio de los ERE: del secretario que no era “una máquina” al “tono arrogante” de una exconsejera

El excargo de la Junta ironiza con un concierto para un fraude en el caso ERE: "¿Había una contraseña?"

Javier Ramajo

La seriedad y solemnidad que suele envolver un juicio, aunque se trate de uno de indiscutible expectación mediática como el de los ERE, no quita que se vea exento de anécdotas. Los asistentes a la sala de la Audiencia de Sevilla donde se celebra la vista oral que juzga nada menos que la responsabilidad penal de 22 exaltos cargos de la Junta de Andalucía han podido ver a un secretario judicial que 'explotó' por tener que leer continuamente folios y folios de la instrucción, o al presidente del tribunal que se ha tenido que poner serio ante la distensión de algunos acusados o, por el contrario, una actitud no del todo respetuosa a su entender. Treinta sesiones, y las que quedan, dan para mucho.

“No soy una máquina”. El letrado de la Administración de Justicia (antigua figura del secretario judicial) protagonizó sin duda los primeros de juicio mediado el mes de diciembre. Ante la negativa del exdirector de Trabajo Javier Guerrero de contestar a las preguntas de los fiscales anticorrupción, el tribunal dio permiso para que se leyera íntegro el contenido de sus declaraciones en sede policial y judicial. La ardua lectura por parte de Rafael Castro, bebiendo agua continuamente, acabó con su paciencia y dijo que hasta ahí había llegado. Al día siguiente, el presidente del tribunal trasladó a la sala sus disculpas por los comentarios del sufrido secretario judicial, que recogieron todas las televisiones ante la falta de contenido novedoso dl juicio desde el punto de vista informativo.

“Ni broma ni tontería”. El magistrado Juan Antonio Calle llegó a instar a los acusados antes de una de las sesiones a adecuar su conducta a la solemnidad del acto para tener que evitar llamarles la atención. La reprimenda se produjo después de que el día anterior pidiera al exconsejero de Innovación Francisco Vallejo que se sentara bien en su asiento ante lo que consideró como una postura más propia de “un acto lúdico pero no de un juicio”. La culpabilidad de una persona “no es ninguna broma ni tontería”, dijo el juez indicando que “el estrado de los letrados no es una banqueta para apoyar los pies”. La abogada del exconsejero defendió después ante la prensa que su cliente padece una hernia de disco y, tras más de tres horas seguidas sentado, se encuentra “dolorido y con molestias”. Calle, durante el interrogatorio a la exconsejera Magdalena Álvarez, también recriminó “gestos de aprobación o desaprobación” entre los acusados.

“Dígale a su cliente que tiene que venir”. Precisamente la convalecencia de Vallejo obligó al aplazamiento del juicio, ya con retraso, no sin que antes se produjera una extraña discusión sobre la posibilidad o imposibilidad de que este pudiera acudir a la Audiencia tras una intervención hospitalaria. “Dígale a su cliente que tiene que venir. No admito más discusiones”, llegó a sentenciar el presidente del tribunal después de que dos informes médicos emitieran conclusiones diferentes. “Don Francisco Vallejo no puede venir”, alegó su abogada. Y no fue.

Las muletas y la disfonía incapacitante. Otras cuestiones médicas también han tenido papel protagonista en lo que llevamos de juicio. El exinterventor Manuel Gómez pospuso su declaración por culpa de una lesión en sus miembros inferiores. Finalmente, ayudado por unas muletas, pudo hacerlo días después. Por su lado, el exconsejero Antonio Fernández ha ido aplazando progresivamente su declaración ante el tribunal por una disfonía incapacitante, que le está generando dificultades para aguantar durante su largo interrogatorio, que continuará el lunes 2.

La “patada en los cojones” al gerente de IDEA. Durante la lectura de las declaraciones de Guerrero, a falta de manifestaciones anecdóticas por su parte durante el posterior interrogatorio de su abogado, el exdirector de Trabajo no pudo contener la risa cuando se le recordó que, en una de sus declaraciones, reconocía ser fumador de Malboro y que le gustaba tomarse un gintonic después de comer. También se dio lectura a un pasaje en el que el exconsejero Fernández le dijo que solucionara un problema con la agencia pagadora de las ayudas. “Me dijo que fuera a IDEA y le diera una patada en los cojones al gerente”, declaró Guerrero ante la Unidad Central Operativa en enero de 2012.

La “miembra” del consejo rector de IDEA. No fue fácil el interrogario para la exconsejera de Hacienda Carmen Martínez Aguayo. No porque el fiscal le apretara con sus preguntas sobre la materia presupuestaria, que demostró dominar, sino porque se la notaba bastante tensa. El presidente del tribunal consideró que su forma de responder resultó “arrogante”. Aguayo, a quien en otro momento se le recordó su papel como “miembra” del consejo rector de IDEA, se disculpó si había dado esa impresión y prosiguió el interrogatorio. La razón de ese supuesto “tono arrogante” podría obedecer, como afirman fuentes del entorno de los acusados, a que entre la mayor parte de los acusados reina la desazón de encontrarse ante un tribunal y transmiten una sensación de que no saben bien por qué están siendo acusados, aunque se han mostrado dispuestos a colaborar y a utilizar mecanismos de defensa para su bien propio, aseguran.

El “club” de los ERE. Pero quien con más ironía despachó ese sentimiento de “causa inflada” que está instalada entre los exaltos cargos fue el exviceconsejero de Innovación Jesús María Rodríguez Román. Para desechar esa presunta confabulación de medio Gobierno andaluz para delinquir y saltarse las normas, este acusado dijo que no sabía “cómo se puede poner de acuerdo a tantas personas” para cometer un presunto fraude “que desconocían y además cargos públicos que se incorporaban en distintas fechas”. Llegó a ironizar en su relato preguntándose “¿cómo se hacía? ¿había una contraseña para entrar en el club? Duele bastante”.

Este muerto está muy vivo. La larga declaración del exconsejero Antonio Fernández también ha dado para alguna que otra frase curiosa, como cuando dijo al fiscal que la crisis en Santana Motor fue un asunto prioritario “mientras yo estaba vivo”. Políticamente, se le sobreentendió. El responsable de Empleo, al que aún le quedan al menos un par de mañanas declarando, espera “que las fuerzas me acompañen”, como le dijo al presidente del tribunal, para continuar su particular batalla judicial en la galaxia de los ERE.

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