Málaga: Picasso no murió aquí, pero compre su camiseta
Un Museo Picasso en Málaga, y una Casa Natal de Picasso, y la parroquia donde bautizaron a Picasso, y una estatua de Picasso en la plaza de la Merced, y una taza de Picasso, y un jersey a rayas azules, como Picasso. Y, desde el 4 de mayo y hasta el 26 de julio, una instalación de Eugenio Merino en la Alianza Francesa de la ciudad, que representa a Picasso muerto, aunque ya sabemos que Picasso murió a 2.000 kilómetros, en Mougins (Francia), y que reposa en el castillo de Vauvenargues.
Al Picasso de cuerpo presente con el que Merino llama a reflexionar sobre la apropiación del arte por los mercaderes, se añade ahora una vuelta de tuerca: acercar la reflexión al consumidor de souvenirs. En una tienda frente al Museo han colocado camisetas, tazas, chapas, bolsos, con un lema: “Aquí murió Picasso”.
Es falso, claro. Es sabido que en Málaga apenas pasó 10 años de su vida, antes de que su familia se mudara a La Coruña. Después se instaló en Barcelona y al final, en París, donde desarrolló casi toda su carrera artística. Aunque volvió de vacaciones con su familia, no parece que la echara mucho de menos, pero eso no ha sido obstáculo para que su partida de nacimiento se utilice para generar una industria que incluye un museo, una Fundación Casa Natal (que viene a ser un segundo museo), muchos productos y una imagen de marca.
Recorrido irónico
La idea de Merino y los interventores incorpora la ironía de trazar una ruta desde su lugar de nacimiento, en La Merced, hasta donde murió: Francia, o la Alianza Francesa. La ruta se jalona con los hitos de su vida en Málaga: bautismo, colegio, último examen, lugar de reunión y primera corrida de toros. “Picasso vivió demasiado poco tiempo en Málaga como para desarrollar una ruta”, opina Merino, que con la figura hiperrealista (zapatos, pantalón beige, jersey a rayas: la imagen icónica del pintor) ha convertido en atracción turística al propio cuerpo de Picasso.
Con la comercialización de productos vinculados a un falso hecho histórico (“aquí murió Picasso”) Merino inserta en su idea un nuevo “elemento de guerrilla”: “Sí, es merchandising pero tiene un contenido que va en contra del mercantilismo. El souvenir está orientado a lo positivo, a no molestar, y esto no es positivo”. Los productos se venden, pero Merino dice que esto no tiene nada que ver con mercantilizar su propia idea porque apenas sacarán para pagar el coste de fabricación.
Para Javier Hirschfeld, miembro de Los Interventores (comisarios de la instalación) se trata de llevar al extremo aquella idea de la pérdida del aura en la época de la reproductividad que expresara Walter Benjamin: “Aquí Picasso muere cada día, y por eso el logo de la camiseta”. “El mercado amputa la parte incómoda para vender y desideologiza el arte”, remata el artista. No todos los turistas y consumidores captarán la ironía.
Contra los excesos del turismo malagueño
La idea de Merino y Los Interventores es denunciar los excesos del turismo y sus atajos comerciales. Llega en el momento justo, cuando la “turistificación” de Málaga, que se avistaba desde hace años, es un hecho incontrovertible. El reverso de las cifras de visitantes es la subida del alquiler, el desplazamiento de la población local, la apropiación del espacio por bares, tabernas y pisos de alquiler vacacional y el olvido de las dinámicas locales en favor de la cultura instrumental.
El Soho es un ejemplo: un barrio antes “de abogados y prostitutas”, llamado Soho por deseo de unos responsables municipales que pensaron que así sería atractivo para los artistas. “La ciudad marca no es una idea nueva, pero cuando usas el concepto Soho lo haces en una única dirección: vender pisos. El Soho de Málaga es la definición perfecta de cómo se hace la gentrificación”, opina Merino.
La instrumentalización de Picasso fue el punto de partida. El museo que lleva su nombre, inaugurado en 2003, fue un pionero de la actual explosión museística orientada a la marca. Con Ciudad Picasso (2010), Rogelio López Cuenca definió el proceso y abrió el debate reflexionando sobre la picassización de Málaga y la malagueñización de Picasso. A su idea visionaria le debe Merino parte de su discurso. Merino, un artista de visión crítica, es bien conocido en el circuito de arte contemporáneo por su instalación de Franco en una nevera, el Fidel Castro zombie, o el Bin Laden a lo Tony Manero. “Me interesa el arte que hace reflexionar, no el decorativo”, explica.
“Chiquito es un icono de verdad”
La discusión sobre su discutible identidad malagueña de Picasso queda bien reflejada en una pintada sobre las paredes de El Muro, un local de música alternativa. “Picasso es francés”, dice la estampa. Alguien ha tachado la palabra “francés” y ha añadido “malagueño”. Y un tercero ha mediado en la discusión: por encima de la palabra “malagueño” ha escrito dos palabras para completar la frase “Chiquito es malagueño”.
Picasso no; Chiquito de la Calzada (de La Trinidad), sí. Merino coincide: “Chiquito es un icono de verdad. Ojalá pueda hacer algo sobre él algún día”.
Claro que Málaga no es la única ciudad que explota un personaje de dudoso arraigo con el argumento de que allí nació, por allí pasó, o allí hizo tal cosa. También hay ruta Picasso en La Coruña. “En La Coruña conservan los primeros recuerdos escolares y pictóricos de Picasso”, titulaba Manuel Rivas en El País, en 1983, que subtitulaba con otro poco más de chovinismo: “Para el artista, el traslado a Galicia ”fue una fiesta“”. También Barcelona usa su magnetismo. Pero la realidad es que Picasso es malagueño por algo azaroso como el nacimiento, y poco más.
Con sus souvenirs para denunciar la mercantilización, Merino y Los Interventores llevan su reflexión al lugar de la acción, allí donde se mata el arte para transformarlo en otra cosa. Entre catálogos, libros para dibujar, puzles, y láminas de Picasso, puede usted comprar una camiseta o una taza que le recuerde que el genial pintor murió aquí. Qué más da si es cierto. En la estantería contigua puede comprar una lámina de su famosa paloma de la paz. Se distinguen hasta los píxeles. Cómprela.