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Las Marismillas, el palacio de Doñana para agasajar a líderes mundiales

El expresidente fracés, François Mitterand, y Felipe González en Doñana en marzo de 1988.

Néstor Cenizo

Las Marismillas es el lugar ideal para agasajar a jefes de Estado y de Gobierno y atraerlos a terreno propio. Por el palacio que acogerá este sábado a Angela Merkel, invitada de Pedro Sánchez, pasaron antes Helmut Kohl, François Miterrand o Tony Blair, huéspedes de Felipe González y José María Aznar. La canciller alemana y el presidente del Gobierno español también tienen previsto un “fin de semana de trabajo”, con la inmigración como tema destacado. Si quieren conocer la cuestión de primera mano, lo tendrán cerca. A unas decenas de kilómetros, a la vuelta de Punta Paloma, está el epicentro de la crisis migratoria.

Doñana sigue siendo el enclave preferido por presidentes del Gobierno desde que, en 1986, Felipe González empezó a usarlo para pasar parte de las vacaciones de verano. Desde entonces, sirve también para recibir a mandatarios internacionales. Para González, que había pasado aquí una parte de su verano de 1984, Doñana ni siquiera era su primera opción. Sin embargo, no consiguió que el gobierno balear aprobase la transformación de la Casa del Capitán, en Cabo Pinar (Menorca) en residencia de descanso para la Presidencia del Gobierno.

Enfadado, según esta crónica de El País, optó entonces por el Palacio de Doñana, donde continuó alojándose hasta que dejó de gobernar. “Mire, dentro de una hora y media aproximadamente no es imaginable el espectáculo que ofrecen miles y miles de patos; yo los miro con prismáticos y a veces les hago fotos”, le dijo a Feliciano Fidalgo en una delirante (y hoy improbable) entrevista veraniega. Años después dejaría esta frase en el libro de visitas: “Este lugar y sus circunstancias ha sido lo único que eché de menos cuando salí del Gobierno. Nada, salvo Doñana, me produjo síndrome de abstinencia”.

Doñana reúne las condiciones que ya entonces buscaba el Gobierno socialista. Un terreno propiedad del Estado, de difícil acceso para fotógrafos y periodistas y cerca del mar. El Palacio de Las Marismillas, con sus dieciocho habitaciones en el corazón del Parque Nacional de Doñana, es propiedad de Patrimonio del Estado desde 1992 y para llegar hay que atravesar en barcaza el río Guadalquivir o esperar a que baje la marea para entrar desde Matalascañas.

El duque de Tarifa ordenó terminar el palacio, de estilo colonial, que había comenzado el bodeguero Guillermo Garvey. Ya entonces Alfonso XIII era invitado habitual a monterías en la finca, de unas diez mil hectáreas. El mismo uso cinegético le dieron Franco, primero, y el rey Juan Carlos (todavía príncipe), después. Dicen que fue la primera cacería del rey emérito.

Fue González quien empezó a darle lustre en democracia. Es especialmente recordada la visita de Helmut Kohl, que acabó regalando a González el camión todo terreno que le había cedido Mercedes para sus recorridos por el parque. De aquel encuentro surgió una amistad entre dos políticos aparentemente opuestos en lo ideológico, que sólo terminó con la muerte del alemán, en 2017.

González también tuvo detalles con sus invitados. En el libro Viajeros de Doñana, el cicerone José María Pérez de Ayala cuenta que González regaló a Gorbachov unos pantalones cortos que éste se llevó consigo a Rusia. “Los Gorbachov han disfrutado, además, de un gran día de calor meridional”, decía la crónica que emitió Canal Sur, que sin embargo no mencionaba el afortunado regalo.

Otra anécdota recordada es que Miterrand terminó lívido el paseo en todoterreno que le ofreció el expresidente español. El francés había acudido para despachar en unas horas el refuerzo del eje europeo entre Francia, Alemania y España, y se encontró con un accidentado viaje por dunas y marismas.

Aznar continuó la tradición y recibió a Tony Blair en Doñana, ya en el Palacio de las Marismillas. Aquel encuentro, en abril de 1998, estuvo marcado por la firma dos días antes del Acuerdo del Viernes Santo, que puso fin oficial al conflicto en Irlanda del Norte. La familia del primer ministro británico llegó por adelantado, a la espera de que Blair cerrara los acuerdos y de aquello el británico quedó muy agradecido. Para celebrar el principio del fin del IRA, Blair se dejó fotografiar por Emilio Morenatti brindando con Aznar con dos copitas de manzanilla de Sanlúcar.

José Luis Rodríguez Zapatero también pasó veranos, navidades y alguna Semana Santa en Las Marismillas, aunque no consiguió hacerse acompañar por Barack Obama, pese a intentarlo. Y Doñana fue también el refugio de Rajoy cuando arreció el vendaval por el máster falso de Cristina Cifuentes. Las de esta última Semana Santa fueron sus últimas vacaciones como presidente, aunque entonces nadie podía sospecharlo.

Dicen que fue Ana Botella quien ordenó enmoquetar el suelo, una mala idea para el verano que ya se corrigió, y quien sustituyó el albero de la entrada por el césped, algo poco recomendable si lo que se quiere es evitar que acudan los mosquitos que abundan en la marisma, frente a los que poco se puede hacer. Los mosquitos serán un engorro, pero parece que el Palacio de las Marismillas sigue siendo la apuesta segura de los presidentes españoles para quedar bien con invitados ilustres.

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