Algeciras: el coladero de la droga hacia Europa que nadie consigue taponar
“El puerto de Algeciras ocupa el tercer lugar, tras los de Valencia y Barcelona, en el número de aprehensiones de cocaína durante 2022. La intervención, el pasado año, de 10 contenedores que guardaban esa sustancia estupefaciente con la modalidad habitual de gancho perdido, le sitúan en dicho ranking”, informan las estadísticas del Gobierno. Los datos del año en curso pueden alterar este palmarés, sobre todo después de la aprehensión en los muelles algecireños, a finales de agosto, del mayor alijo de coca en la historia española de lucha contra la droga.
El pasado 25 de agosto, agentes de la Policía Nacional, en una operación conjunta con funcionarios del Servicio de Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria, en el marco de la Operación Nano, aprehendió en el Puerto de Algeciras el mayor alijo de cocaína en España hasta la fecha, 9,5 toneladas de sustancia estupefaciente en un contenedor marítimo refrigerado que, procedente de Ecuador, con la droga en el interior de cajas de bananas y 30 logotipos diferentes, correspondientes a otras tantas organizaciones exportadoras del polvo blanco.
“Aquí, en Algeciras, llevamos décadas viendo escondites de todo tipo –evoca un aduanero ya jubilado–. En mis tiempos, la coca venía incluso por correo, en cafeteras de acero inoxidable. O aparecía un cargamento de cuadros, buscabas cocaína, no la encontrabas y resultaba que el marco del lienzo estaba hecho con pasta de coca”.
Díaz, de la Coordinadora contra la Droga Barrio Vivo: “En Costa del Sol, el narcotráfico mata más que en el Campo de Gibraltar; hay tiros, y todo el mundo se calla por el buen nombre de la Costa del Sol, pero aquí estamos dispuestos a dar la batalla
Ahora, la droga viaja oculta bajo inocentes frutas, en tarimas de madera o dobles fondos en bombonas de gas butano, pero llegan a utilizar camuflajes insospechados, como el Mawashi Expréss, un buque-establo cargado de miles de ovejas y vacas donde camuflar la mercancía, que fue llevado por orden de la Audiencia Nacional a los antiguos astilleros de Crinavis, en Campamento, San Roque, este mismo verano, porque la DEA norteamericana sospechaba que llevaba cinco toneladas de cocaína procedente de Cartagena de Indias, en Colombia. Su registro resultó infructuoso.
“Algeciras es de las ciudades más seguras de España y de Europa”, tronaba José Ignacio Landaluce, alcalde de la ciudad y senador del Partido Popular, horas después de que, en el marco de la Operación Nano, se destaparan esas casi 9,5 toneladas de cocaína, procedentes de Ecuador: “No quiero droga en ningún punto; tampoco, por supuesto, lógicamente, unirlo a mi ciudad y al Campo de Gibraltar”, declaraba Landaluce a Canal Sur Radio. El alto flujo de contenedores que pasan por el puerto de Algeciras facilita este tipo de operaciones, sobre todo, si se tiene en cuenta que la producción de cocaína en América se ha multiplicado y Ecuador la exporta a Algeciras y en otros puertos españoles, para emprender el camino por tierra rumbo a diversos países de la Europa de Schengen.
A pesar de la fama de artistas universales –Paco de Lucía como mascarón de proa–, playas del surf o yacimientos arqueológicos, al Campo de Gibraltar le sigue preocupando la “leyenda negra” –en palabras de Landaluce– que caricaturiza a este territorio como uno de los confines mundiales del crimen organizado, aunque la mayoría de la población no participa del mercado negro.
En paralelo, pervive esa moral de frontera que disuade a los más jóvenes de seguir estudios porque su padre gana más como punto una noche de alijo que el profesor que les da clase de matemáticas. Pero no sólo la tradición de algunas familias contagia a los adolescentes: en la épica del narco, el nivel de vida que exhiben los camellos en un instituto –motocicletas a la última, ropa de moda, dinero fácil–, también se convierte en un polo de atracción, como apunta Margarita García, profesora ya jubilada y que ha conocido algunos de estos casos en sus aulas.
“El mejor chaleco antibalas nos lo da la sociedad”
Otra visión, bien diferente, la da Miguel Alberto Díaz, de la Coordinadora contra la Droga Barrio Vivo, de Algeciras: “En la Costa del Sol, el narcotráfico mata mucho más que en el Campo de Gibraltar; hay tiros, y todo el mundo se calla por el buen nombre de la Costa del Sol, pero aquí estamos dispuestos a dar la batalla. Allí, la mafia se ha instalado en el laberinto de las urbanizaciones inexpugnables, donde encontrar a los capos es como buscar una aguja en un pajar. Aquí, en esta comarca, la sociedad sigue activa y, a veces, los ministros del Interior nos preguntan cómo podemos salir a la calle sin chalecos antibalas. El mejor chaleco antibalas nos lo da la sociedad”.
“Este no es el único puerto por el que entra droga –subraya–. Y la mayor parte de la droga que entra no es para el consumo aquí. No quiero justificar nada, pero esto es un puerto de paso de muchas cosas. La cocaína no sólo desembarca aquí o en España, sino en Italia, también. Marruecos a su vez se está convirtiendo en un puerto base, asociando la cocaína al tráfico de hachís. Aquí, en Algeciras, suelen ser localizados estos contenedores porque vienen siendo vigilados por una fuerza internacional, principalmente Vigilancia Aduanera en el caso español, que monitorea la mercancía desde su punto de partida. Si no fuera fruto de una cooperación internacional, difícil sería echarles el guante. Uno de los equipos de seguimiento más eficaces se encuentra radicado en el puerto de Algeciras. Y eso explica muchas cosas”.
“Hoy no se habla de las víctimas”
La historia viene de lejos, del contrabando con Gibraltar de tabaco y de otras mercancías del siglo XIX, o, luego, la griffa marroquí. En 1979, en Sotogrande, se registra la primera incursión de la mafia turca con un importante cargamento de heroína, la droga que iba a asolar la comarca en los años siguientes y que, una década después, propiciaba la creación de las Coordinadoras contra la Droga, un movimiento social encabezado por el cura José Chamizo, que luego sería Defensor del Pueblo de Andalucía, pero sobre todo por mujeres, como Carmela Díaz o Micaela Pérez, a la que llamaban en algunos barrios linenses “la chivata”, mil veces amenazada a pesar de su avanzada edad, por arriesgarse a denunciar los puntos de venta de droga, en respuesta a la muerte de dos de sus hijos por causa del caballo.
“Fue un movimiento fundamentalmente de mujeres –señala el sindicalista Miguel Alberto Díaz, uno de los fundadores de la Coordinadora de Algeciras, que también sufrió la muerte de uno de sus hermanos por un pico chungo–. Había madres a las que se le habían matado hasta tres hijos. Era la heroína, era el sida, eran otros tiempos”.
Corrupción policial
También había manzanas podridas en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad: “A finales de junio de 1990, nos plantamos cinco mil personas para guardar un minuto de silencio ante la Comisaría de Algeciras –evoca Díaz–, lo que llevó a desmantelar la brigada de estupefacientes. Allí, ante comisaría, reprochamos que la policía atacaban a las víctimas y no a los culpables, mano blanda con el narco y palizas a los yonquis”.
“Hoy, no se habla de las víctimas, enfermos mentales en su mayoría. Antes se veían por la calle a los zombies de la heroína. Ahora, resulta más difícil que detectar, pero provocan grandes problemas familiares, especialmente en materia de convivencia –afirma Díaz–. También de suicidios, de los que tampoco se habla. Digo yo que todos los casos de suicidios no van a ser por culpa de los ordenadores. Hay muchas drogas y mucho alcohol, por no hablar de los tratamientos transgénicos que se están llevando a cabo en Marruecos y que ha cambiado el cultivo tradicional de la cannabis”.
En la actualidad, las coordinadoras siguen manifestándose, o desarrollando programas educativos y de integración –desde clases de guitarra flamenca a música clásica—en barriadas algecireñas de la Zona Sur, entre El Saladillo y La Piñera, donde, tal como subraya un reciente informe de la Universidad Loyola sobre la desigualdad en Andalucía, se trata de barriadas donde el índice de mortalidad es mayor y donde es menor el índice de estudios.
Un nodo del narcotráfico, pero sin cárteles
Trinidad Noguera publicó un estudio, en 2018, para el Instituto Español de Estudios Estratégicos, en torno a la consolidación de un nodo transnacional en el Campo de Gibraltar para el narcotráfico. Según sus datos, fue en la década de los 80, cuando la coca colombiana desembarca en la Península. Se trataba de “un trasplante criminal hacia España orientado hacia la venta minorista, atraído por la mayor rentabilidad de la cocaína en el mercado europeo, donde el precio era hasta tres veces superior al alcanzado en EE UU”.
“En España, el principal nodo de entrada en esa época eran las Rias Baixas gallegas, donde los grupos colombianos aprovecharon la existencia de redes de contrabando de tabaco. En décadas posteriores ha ido ganando relevancia el puerto de Algeciras como polo de entrada de los cargamentos de cocaína en contenedores”.
Ahora, la progresiva internacionalización de los tráficos lleva aparejada “una mayor propensión al uso de la violencia, derivada de la fuerte competencia entre grupos rivales”. A la que, en el caso del Estrecho de Gibraltar, no aparece ajena la ciudad de Ceuta, en donde se han vivido sangrientas vendettas en los dos últimos años, entre las bandas de El Piolín y de Nayim K.A., El Tayena. Este último fue asesinado recientemente en Los Barrios por El Pastilla, un joven de 20 años al que antes había usado como sicario para cruzar el Estrecho hasta Algeciras, donde mató a tiros por error a un objetivo equivocado.
Si la cocaína colombiana llegó a España a través de la red de contrabandistas de las Rias Baixas, en los años 90, se produjo la galleguización del Estrecho, cuando la fariña del norte convivió con el costo del sur, a partir de que fueran prohibidos los motores de gran cilindrada para las narcolanchas que se usaban en las rías y que, en aquel momento, encontraron base en Gibraltar, como ahora ocurre en Marruecos. No cabe olvidar que la última detención de Sito Miñanco se produjo en Algeciras, años atrás, mientras estaba trabajando en un parking, en tercer grado, tras cumplir una condena previa en la cárcel de Botafuegos.
En su estudio, Noguera se hace eco de la preocupación creciente por el hecho de que “circunstancias geográficas y socioeconómicas” pueden consolidar al Estrecho en un nodo para el narcotráfico internacional. El nodo existe, porque hay “grupos dedicados al contrabando, al tráfico de hachís y al de cocaína, que cooperan o compiten entre sí y tienen contacto con redes internacionales (fundamentalmente marroquíes en el caso del hachís; y colombianas y mexicanas, en el de la cocaína)”. Sin embargo, como también apunta, “no puede afirmarse con rigor la consolidación de una organización hegemónica que actúe a modo de cártel, y los casos de corrupción son locales y limitados”.
Narcos como El Messi, Pantoja, El Risitas o los Maya, aparecen como grandes capos locales, extremadamente narcisistas, que han protagonizado fugas espectaculares o macrojuicios como el que acaba de celebrarse en la sección de la audiencia provincial de Cádiz, en Algeciras, como consecuencia de la llamada Operación Dismantle, que sentó inicialmente en el banquillo a 157 encausados, aunque su resultado final no haya sido tan espectacular.
Más medios contra el narcotráfico
Francisco Mena preside la Federación Alternativas, que reúne hasta a 12 coordinadoras contra la droga, en Andalucía: “Nuestras asociaciones no han parado de reivindicar más medios contra la lucha contra el narcotráfico, y más medios para evitar que nuestros menores fueran víctimas del consumo de drogas, así como programas de desintoxicación y deshabituación de los drogodependientes”. En su plataforma reivindicativa, Alternativas vuelve a incluir la de que el Campo de Gibraltar “sea considerado como Zona de Especial Singularidad. Esta figura conllevaría una mejora económica y en la orden de méritos a los agentes que prestan servicio en nuestra comarca. De esta forma se fomentaría el arraigo de los agentes y así se completarían los catálogos en las diferentes Fuerzas de Seguridad, Policía Nacional, Guardia Civil, Vigilancia Aduanera y funcionarios de Instituciones Penitenciarias. A estos últimos, además, hay que considerarlos como agentes de la autoridad”.
Sin embargo, en estos días, a sensu contrario, se ha materializado el desmantelamiento de las unidades antidroga en los cuarteles de Pelayo y Getares, ambos en Algeciras, fruto de una reorganización interna de la Guardia Civil.
“Queremos exigir que se apoye con más medios materiales y humanos el trabajo que a diario hacen nuestros jueces y fiscales poniendo a su disposición más funcionarios o jueces de refuerzo en los diferentes juzgados de instrucción que tengan excesiva carga de trabajo por procesos relacionados con el narcotráfico”, asumen las coordinadoras, quienes reclaman, a su vez, “un juzgado de instrucción especializado en narcotráfico el cual llevamos más de veinte años reivindicando”.
Gibraltar, al fondo
La sociedad civil sigue siendo creativa. Por ejemplo, ha promovido en el Campo de Gibraltar la Plataforma Por tu Seguridad y la de todos, que agrupa a Comisiones Obreras con sindicatos de prisiones o de la Policía Nacional, Local y Vigilancia Aduanera, o asociaciones de la Guardia Civil. Cuando cualquiera de estos cuerpos tiene una reivindicación pendiente, se suma el resto. Así ocurrió cuando se manifestaron en contra del desmantelamiento del OCON Sur de la Guardia Civil o la exigencia de un Plan Especial Integral que no sólo apueste por los golpes policiales sino por ofrecer alternativas normalizadas para la economía local.
También nació con otro objetivo: el de limar asperezas y roces entre los diferentes cuerpos que intervienen en la lucha contra el narcotráfico. Antes, chocaban a menudo entre sí y, hoy, tan sólo lo hacen con la policía o la Royal Navy en Gibraltar, como ocurriera en julio al abordar una patrullera del SVA a una lancha auxiliar del Peñón, Ultimate predator, que viajaba sin luces y sin sus sistemas de señalización activos. Al irrumpir los aduaneros en aguas de la Bahía, que Gran Bretaña reclama como propias, el asunto ha desembocado en una “queja verbal” de Exteriores, de similares características a lo que ocurrió en febrero, en Eastern Beach, en el Peñón cuando dos aduaneros fueron apedreados por una colla de contrabandistas linenses.
Las autoridades de Gibraltar, sin embargo, se han aprestado en los últimos años a perfeccionar su legislación contra el blanqueo y han practicado algún que otro golpe de importancia contra el tráfico de cocaína, habitualmente bajo la técnica del drop-off, con la droga pegada al casco de un buque procedente de Hong Kong, como ocurriera dos meses atrás. Esta modalidad se denomina así por llevar un dispositivo de geolocalización adosado a los fardos para poder ser recogidos por sus destinatarios en alta mar, sin despertar sospechas.
Al día siguiente de ese servicio, la Operación Bati permitía que, en aguas plenamente españolas, agentes de la Policía Nacional, en una operación conjunta con Vigilancia Aduanera de la Agencia Tributaria y Guardia Civil, detuvieran en aguas del Estrecho a un polizón que transportaba cuatro fardos con 99 paquetes de cocaína con un peso de 109 kilos en el compartimento del ancla de un carguero. El traficante fue detenido, tras haber subido a bordo de manera subrepticia en Colombia, haber sido detectado en Grecia y finalmente sorprendido mientras el buque repostaba en aguas del Estrecho.
El sistema kilo-kilo
La práctica más habitual, sin embargo, es la del “gancho perdido”: la droga viaja oculta con mercancía legal y sin que parezca que el contenedor ha sido manipulado. Esta técnica ha sido utilizada por los narcos de la Operación Jumita, Operación Berxwedan, Operación Squid, Operación Kiken, Operación Bull. O la Operación Proper contra el clan albanés de los Farruku –en un mapa de registros diversos que llevaba desde Cádiz y Málaga a Madrid, Barcelona y Toledo–: esta última investigación se había iniciado año y medio antes, en septiembre de 2021, cuando se detectaron los preparativos de un embarque de cocaína en un contenedor en el puerto algecireño.
En total, en ese caso, terminaron interviniéndose 10.000 kilos de cocaína en distintos puntos de Europa, más otros 10.000 de hachís, incautados en Portugal. Se trataba del trueque de cada kilo de una droga por un kilo de la otra: “Esta práctica, poco habitual y conocida como kilo-kilo, es propia de potentes organizaciones criminales que tienen la suficiente infraestructura para mover grandes cantidades de droga entre Sudamérica y Europa. Se trata de un negocio perfecto, en el que dos organizaciones acuerdan cambiar hachís por cocaína, aprovechándose mutuamente del bajo precio de cada producto en origen (el hachís en Europa y la cocaína en Sudamérica) y del elevado precio de venta en destino”, explica la policía.
“Las organizaciones dedicadas al tráfico de hachís han establecido fuertes vínculos con organizaciones dedicadas al tráfico de cocaína. Estas organizaciones usan la ruta africana en los dos sentidos, el hachís saldría de Marruecos en dirección a América y en sentido inverso la cocaína viajaría por el Atlántico desembarcando en la Costa Oeste de África, para posteriormente transportarla a la Península”, afirman portavoces policiales.
“Vivimos en la zona cero del tráfico de hachís”
Pero, a veces, a los narcos no todo les sale bien. En una operación anterior, uno de los Farruku, Ergys Dashi, fue asesinado en un restaurante de Guayaquil, tras la aprehensión de dos toneladas de coca en Algeciras, que habían salido de la ciudad ecuatoriana. La pérdida de la mercancía le salió cara.
Al presidente de Alternativas, Francisco Mena, le preocupa, en especial, ese repunte en el tráfico de cocaína que puede suponer el exceso de este producto en los países de origen –es el caso de Ecuador o Colombia– cuyos narcotraficantes ya establecen esa equivalencia en cuanto al precio entre dicha droga y el hachís marroquí, que apenas se encuentra en América, donde la marihuana es la principal variante de cannabis sativa que existe en dicho mercado: “Vivimos en la zona cero del tráfico de hachís, por la proximidad de Marruecos, y eso va a seguir así, salvo que se establezcan acuerdos entre dicho país y la Unión Europea para sustituir los cultivos o evitar su exportación. Si existen acuerdos en materia agraria o en la lucha contra la inmigración clandestina, ¿por qué no pueden existir en esta materia?”, se pregunta; pero no existe una respuesta fácil.
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