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Hallado en Medina-Sidonia un canal artificial “enorme e inexplicable” que podría ser un vestigio de Tartessos

'Un nuevo paradigma' aporta una fotografía aérea de la isla H correspondiente al vuelo del Instituto Geográfico Nacional del año 2000

Alejandro Luque

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Entre los misterios que siguen cautivando la imaginación de los andaluces y atrayendo la atención de los estudiosos, sin duda Tartessos ocupa un lugar principal. El emporio material y cultural, que ya aparece mencionado en la Biblia y en otros muchos textos antiguos, ha sido tradicionalmente ubicado en la costa atlántica andaluza, entre Gibraltar y el Guadiana, sin que llegara nunca a localizarse en un lugar concreto.  

Hace ocho años, Alberto Porlan (Madrid, 1947) publicaba Tartessos. Un nuevo paradigma (Libros de la Herida), donde proponía una ubicación concreta para Tartessos. Pero para llegar a estudiar el terreno ha tenido que leer mucho antes. “Tartessos es la única referencia que transmitieron los textos mediterráneos sobre los pueblos atlánticos, habitantes del Más Allá del mundo… entiéndase del mar que era su mundo”, comenta el escritor y estudioso.

Aunque hay un sector de la arqueología española que niega su existencia, lo seguro es que el historiador Heródoto afirma que los griegos llegaron a Tartessos dos veces. La primera, accidentalmente, a finales del siglo VII aC; la segunda, invitados oficialmente por su rey Argantonios, a mediados del siglo siguiente. Por otro lado, existe una segunda referencia de carácter legendario o mítico, la Atlántida (Atlantis) que, según Platón en sus Diálogos, tocaba a Cádiz. En opinión del arqueólogo Adolf Schulten, Atlantis pudo ser reflejo de Tartessos. Y para Porlan, existe la sospecha de que Platón exagerase los rasgos reales de Tartessos para realizar su fabulosa descripción de Atlantis, magnificando el tesoro de su templo (que ha atraído a tantos cazatesoros siglo tras siglo) o la increíble magnitud de los canales que rodean la capital. Este detalle, el de los grandes canales de Atlantis, es lo que parece encajar, curiosamente, con el “enorme e inexplicable” hallazgo de Medina.

'Ora Maritima'

El texto más importante sobre el enclave es el poema Ora Maritima (Las orillas del mar) de Rufo Festo Avieno, que describe un viaje costero entre Marsella y Tartessos. “El poema fue compuesto hace 26 siglos, traducido al latín hace 16 y publicado como incunable hace 6”, comenta Porlan, quien logró establecer en su libro la navegación diaria media, la singladura, en 90 millas náuticas. A partir de ese dato le ha sido posible identificar el límite occidental de Tartessos –el cabo de Saturno– con el cabo de Trafalgar, así como parear el río que desemboca a su pie, al que el poema griego llama Hiberus o Tartessos, con el actual río Barbate. “Las indicaciones del viejo poema siguiendo el río conducen a una llanura interfluvial en el término de Medina-Sidonia, una isla entre las dos ramas en que se abre el río del Álamo para volver a cerrarse kilómetro y medio más abajo. Queda así definida naturalmente un área de 1.500 m de largo y 800 de anchura máxima que he llamado isla H, la cual correspondería tanto al solar de la ciudad mitificada por Hesíodo (la isla Eritia de Gerión, la de los Campos Elisios), cuanto al primer reino occidental reconocido por Heródoto, el Tartessos de Argantonio”.

Esta hipótesis coincide con la del cartógrafo holandés Abraham Ortelius (siglo XVI), y parece reforzada con el vuelo realizado por el Instituto Geográfico Nacional en el año 2000, que revela “un enigmático conjunto de sombras que nunca se cruzan entre sí. Las sombras se acentúan con los sucesivos virados de color hasta que definen líneas paralelas y perfiles ortogonales”, dice Porlan. Aunque escéptico con la fotografía aérea como auxiliar de la práctica arqueológica, “debo reconocer que las sombras de la foto en cuestión resultan geométricamente coherentes”.

A resultas de todos estos indicios, en 2019 el ayuntamiento de Medina-Sidonia consiguió que el equipo de georradar de la Universidad de Cádiz (UCA) realizara una prospección geofísica en el área interfluvial de la isla H, que puso de manifiesto algunas irregularidades del subsuelo. El informe de la UCA estimó que se trata de un antiguo canal, hoy colmatado, en cuyos bordes se observan alteraciones lineales, y añadía con extremadísima prudencia científica que presenta indicios de haber podido ser intervenido por la mano del hombre. Dicho de otro modo, el canal podría tener las orillas “guarnecidas o empedradas”, apunta Porlan, y existe “la turbadora posibilidad de que el resto de las sombras con las que el segmento del canal ahora descubierto forma un conjunto coherente, fuesen también obra humana”.

Un tamaño inusual

“Hablamos de un canal de 24 m de ancho y 3 de profundidad, y no se conocen en territorio español canales de este tamaño” prosigue Porlan. “La profundidad media del Canal de Castilla, diseñado para ser navegable entre Segovia y el Cantábrico, no llega a dos metros, y su anchura oscila entre los 11 y los 22 m como máximo. Tan ancho como el canal de Corinto, el que se ha descubierto ahora en Medina es tan grande que en 100 m lineales de su cauce podrían enterrarse una junto a otras 20 viviendas de una planta y 100 m² de superficie. Habida cuenta de que solo es un segmento del conjunto que muestra la fotografía aérea del Instituto Geográfico Nacional, podríamos estar ante un sistema de canales de magnitud inusitada”.

Porlan descarta que se trate de un paleocauce natural, “ya que no llega a conectar con la otra rama del río que cierra la isla por el oeste. Es obvio que el canal termina de manera abrupta, de modo que nunca pudo existir la corriente que hubiera podido abrirlo naturalmente”, agrega. “Solo su excavación será capaz de datarlo con alguna seguridad tras el análisis de sus orillas, donde la prospección halló las anomalías alineadas y las fotos de Google muestran esas inusuales cropmarks escalonadas que producen los cultivos al crecer”.

Pero con Tartessos pasa siempre lo mismo: por cada luz que se arroja, surge un nuevo interrogante. En caso de que el canal respondiera exactamente a las hipótesis planteadas, habría que preguntarse con qué propósito se realizó. “Sus dimensiones lo descartan como acequia de trasvase entre las dos ramas del río, para lo que habría bastado un cauce de un metro de ancho y otro de profundidad. En cambio, la excavación de Medina hubo de requerir enormes esfuerzos. Con semejantes dimensiones, cada metro lineal de avance supondría mover unos 40 m3 de materiales, cerca de 65 toneladas métricas. De modo que estamos ante una obra colectiva tan descomunal como inexplicable”.

Para añadir más misterio, el equipo de geodetección de la UCA localizó cerca del canal y paralelo a su cauce una serie de al menos 20 zanjas paralelas separadas dos metros entre sí con una longitud en torno a los 100 metros cada una, y solo 40 cm de ancho. La única explicación que encuentra Porlan para ambas anomalías es que “pudieron tener un propósito defensivo. Las zanjas habrían constituido un obstáculo infranqueable para la caballería y el canal para la infantería. Pero en tal caso habría que deducir que con ambas obras se pretendió proteger algo de suma importancia para sus esforzados constructores. Y lo protegido no pudo estar lejos de su protección”.

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