O cambian o lo descambian

De la decisión con mayúsculas de Susana Díaz se ha dicho ya casi todo, así que les voy a ahorrar el análisis número 1.154 sobre las razones que habrán llevado a la trianera a quedarse en Andalucía mientras los suyos de arriba escenifican el pressing catch más asambleario en las puertas de Ferraz. Me asalta en todo caso una duda. Esto, ¿cómo ha sentado de verdad en el PP andaluz?

Hemos escuchado a Moreno Bonilla afirmar que lo de Susana Díaz es un “repliegue táctico” y que pronto la veremos paseando por la Gran Vía de Madrid. Lo dicho: veremos. De momento, tranquilidad y buenos alimentos. Mantengan la calma.

Susana Díaz se queda en donde estaba y deja las cosas donde estaban: con un PSOE andaluz reconvertido en nueve meses en la aldea irreductible de los socialistas ibéricos y con el PP andaluz con el mismo gesto gruñón y perplejo que destilaban los legionarios romanos cuando se tenían que enfrentar a Obélix y a Astérix.

Más allá de las razones de Estado y de oportunidad que defendían los que apoyaban que la presidenta llamara urgentemente a Mudanzas Rocío, aquí los únicos que de verdad estaban al borde de un Valium y locos por comprarle un billete de AVE a la señora Díaz eran los que invadieron los despachos de la calle San Fernando de Sevilla un par de domingos antes de que asomaran los nazarenos por la Campana. Para entendernos: Bendodo y allegados.

Hoy, Juanma Moreno es más Bonilla que nunca. Tres meses después de hacerse con el cargo de presidente del PP, tras unas primarias enconadísimas en las que sólo participaron Rajoy y su sombra, sigue siendo un desconocido para la mayoría de los andaluces, tiene al partido entre dividido y decepcionado y no encuentra el modo de remontar ni en las encuestas ni en las urnas.

Es injusto achacarle al malagueño la responsabilidad completa de este último desastre electoral, pero él mismo debería huir de las excusas más pueriles y de las interpretaciones surrealistas de los resultados: no puede uno estar satisfecho cuando el partido ha acabado cinco a uno en contra.

Toca reconocer que algo está fallando cuando lo único que puede sacarle de la conmoción al PP es rezar para que su oponente se vaya a Madrid… igual que ha hecho el propio Moreno Bonilla autonombrándose senador. Es cuestión de cuidar las formas y de saber el terreno que se pisa, no de soltar la primera ocurrencia que se le pase por la cabeza.

Que un partido que estuvo a punto de lograr la mayoría absoluta esté dos años y medio después igual que antes no sólo puede ser culpa de la crisis, de los recortes o de Rajoy. Algo malo habrán hecho aquí. El desnortamiento del PP andaluz no debería durar tanto ni estar tan a expensas de un milagro. O cambian, o los descambian.