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Este libro es para ti
Mis recuerdos de Paul Auster están inseparablemente unidos a mi madre. Nuestro primer encuentro, (y permítanme que hable de mi relación con sus libros como si de una amistad personal se tratara), nuestro primer encuentro, decía, se produjo un día de verano. Yo tenía veintipocos años y se acababa de publicar Brooklyn Follies. Mi madre devoraba sus últimas páginas y al terminar, supongo que intuyendo ya mi costumbre de pasear por el lado melancólico de la vida, me miró y me dijo: “Tienes que leer este libro. Es para ti, porque está lleno de buenas personas de las que querrías ser amiga, de posibilidades, de nuevos comienzos, de optimismo y de ganas de vivir”.
Hasta ahora, al escribir estas líneas no me había parado a pensar en que quizá aquel fuera uno de los grandes regalos que me ha hecho mi madre a lo largo de la vida.
Tal y como me anunció, quise vivir en aquella historia, quise formar parte de esa nueva familia que construye Nathan Glass, quien tras haber pasado por un divorcio y sobrevivido a un cáncer de pulmón, la misma enfermedad que ha acabado con la vida de Auster, se retira al barrio de su infancia a ver pasar sus últimos días, y sin embargo, lo que encuentra es la vida.
Fue tal el flechazo que en seguida me puse a leer todos sus libros: La trilogía de Nueva York, El libro de la ilusiones, La ciudad de cristal...
Imagino a Auster como uno de estos observadores que a vista de pájaro nos muestran la verdad, los secretos, los caminos y la belleza de la vida
Mi madre suele recordar a menudo una frase del poeta francés Paul Éluard que dice: “Hay otros mundos, pero están en este”. Precisamente Paul Auster es uno de los escritores que más ha trabajado sobre este concepto, el de la pluralidad de realidades distintas que pueden coexistir en un mismo lugar, en un mismo tiempo.
En Cuento de Navidad de Auggie Wren, llevada al cine de manera espléndida en la película Smoke, expresa su peculiar forma de entender el mundo: todo parece igual, pero todo cambia, y el escritor es un cronista de ese cambio a veces imperceptible, donde el azar y la casualidad, adquieren un papel fundamental.
Recientemente, por esas causalidades que a veces nos cambian la vida, pude charlar con el escultor y poeta Jaume Plensa. Le pregunté por una serie de obras que me gustan especialmente, las de la serie “Poetas”. Como centinelas, sentados en altos bastones en distintas ciudades del mundo, estos poetas observan la vida, las plazas, el tráfico, los pasos de peatones... “Es la idea de comunidad, ha de haber alguien que esté alerta en la noche para avisar a la comunidad. El poeta es el alma de la sociedad, el arte ha de iluminar la vida”, dijo. Y así es exactamente como imagino a Auster, como uno de estos observadores que a vista de pájaro nos muestran la verdad, los secretos, los caminos y la belleza de la vida.
“Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad”
“Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no pueda ser verdad”. Es la frase que le dice el estanquero Auggie Wren al escritor cuando éste debe escribir por encargo un cuento de Navidad y pienso que esto tiene mucho que ver con el sentido de la literatura, del cine, de la creación, en general: esas historias en las que vives, las que te hacen reflexionar, las que te emocionan, las que te crees.
Perdonen que vuelva a mi madre, ella ha sido precisamente la inspiración para escribir esta columna cuando en medio del estrés laboral que me acompaña y la cantidad de artículos interesantes sobre todos los temas de actualidad de los últimos días, me preguntaba qué demonios podía yo aportar hoy.
Volviendo, recordaba que fue mi madre también quien me descubrió a Siri Hustvedt. “Es una de mis escritoras favoritas, me encanta, la adoro, me encanta”, me dijo recalcando ese entusiasmo. Entonces pensé que mi madre era una mujer estupenda, una mujer que me caía muy bien, y que más allá de la dimensión del amor madre – hija, yo quería ser su amiga siempre.
En estos dos meses cumplimos años ambas. Ella está a punto de jubilarse y esto le provoca una profunda tristeza por las connotaciones vitales y de fin de una etapa que conlleva. Este fin de semana te voy a llevar Brooklyn Follies, mamá, el mismo que era tuyo y se quedó conmigo cuando me lo prestaste aquel día de verano hace más de 20 años. Este libro es para ti, porque está lleno de buenas personas de las que querrías ser amiga, de posibilidades, de nuevos comienzos, de optimismo y de ganas de vivir.
Gracias por todo, querido Paul Auster.
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