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La pérdida de agricultores en el sector agrario

Labores de preparación del terreno.

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El sector agrícola está experimentando una transformación sin precedentes gracias a la incorporación de nuevas tecnologías y enfoques innovadores. Ello requiere poner sobre la mesa la innovación en cuestiones como la digitalización, la inteligencia artificial y el análisis de datos que están revolucionado los métodos tradicionales de cultivo y ganadería, permitiendo optimizar las producciones, reducir costes y promover la sostenibilidad ambiental. Ante este análisis positivo surge la realidad del campo español.

Más del 40% de los agricultores supera los 65 años, con una media de 76, y solo el 8% tiene menos de 40. En los jubilados activos dominan los propietarios que cultivan y los arrendamientos de tierras a los jóvenes.

Los agricultores y ganaderos que llegan a la edad de jubilación no se van. Y los jóvenes son reacios a incorporarse a la explotación familiar para un relevo generacional: otros no llegan al campo desde fuera por razones que van de las económicas (coste de una primera instalación y rentabilidad) a las sociales (imagen del agricultor ante la sociedad) o las condiciones de vida (servicios mínimos en una gran parte del territorio rural vaciado).

El sector agrario envejece con la jubilación o los abandonos y no hay relevos suficientes. La actividad mantiene sus cifras macroeconómicas con más tecnología y costes en manos de menos profesionales, pero dando paso a la presencia de grandes fondos de inversión ajenos al campo y a otros grupos agroalimentarios con peso en los mercados frente a los agricultores individuales.

Según los datos contenidos en el último censo agrario, oficialmente en 2020 existían en España 915.000 explotaciones sobre el papel, con una reducción del 7,6% sobre el censo anterior. En la práctica, las ayudas de la PAC las perciben más de 600.000 agricultores y ganaderos, considerando que hay actividades que no reciben ayudas, pero se estima que los profesionales del campo no llegan a los 300.000. Crece el número de las explotaciones más grandes por compras o arrendamientos y se reduce el número de las más pequeñas, lo cual es un dato positivo. Sobre una superficie agraria útil total de 23 millones de hectáreas, más de 12 millones se labran desde la propiedad de cultivo, fundamentalmente donde tienen una mínima rentabilidad, pero se mantiene la tendencia de ir abandonando las superficies menos productivas ante los incrementos de costes y los bajos rendimientos.

La proporción de trabajadores que se dedican al sector primario en España nunca antes había sido tan baja: tan sólo un 4,68% del total de afiliados a la Seguridad Social, lo que supone que por primera vez hay menos de un millón de empleados en estas ocupaciones

Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo y Economía Social, el paro en la agricultura y la ganadería española, en septiembre de 2024, se ha reducido en 1.515 personas con una merma del 1,73% sobre el mes anterior. No obstante, el campo baja del millón de trabajadores por primera vez en al menos 20 años. Andalucía concentra buena parte del paro agrario español con un total de 37.591 pese a la bajada de 1.113 contabilizada en el mes de septiembre de 2024.

La proporción de trabajadores que se dedican al sector primario en España –agricultura, ganadería y pesca– nunca antes había sido tan baja: tan sólo un 4,68% del total de afiliados a la Seguridad Social están ocupados en este sector, lo que supone que por primera vez hay menos de un millón de empleados en estas ocupaciones.

Según los datos de afiliación a la Seguridad Social a cierre de agosto, son ya sólo 991.285, mínimo desde al menos los últimos 20 años en que hay registros. En agosto de 2008, por ejemplo, trabajaban en el campo y la pesca 1,13 millones de personas, el 5,9% del total de afiliados de entonces, y ese porcentaje subió en los años posteriores hasta superar el 7% en 2012.

La pérdida de peso del sector primario en el empleo ha sido paralela a un crecimiento de la afiliación en los servicios, que emplean hoy a un 77,3% de los trabajadores en el país, diez puntos más que en 2008. Este fuerte crecimiento se ha hecho a costa también del empleo en la industria (que hoy ocupa al 11,4% de los afiliados, 2,7 puntos menos que hace 16 años) y la construcción (el 6,6%, 5,2 puntos menos que en pleno boom inmobiliario).

Podemos deducir que si hay menos gente dispuesta a trabajar en el campo es porque no resulta rentable. Bajar del millón de ocupados se debe a una mayor tecnificación pero también al aumento de los costes de producción y al abandono de las tierras de cultivo. Los costes de producción han aumentado desde el año 2018 de una forma exponencial y, al final, el campo no es rentable.

No son los agricultores los que deben hablar en el lenguaje de la tecnología, sino que es la tecnología la que tiene que hablar en el lenguaje de los agricultores

Por su parte, el Gobierno asegura que el menor peso del campo en la economía es algo que prácticamente comparten el conjunto de países europeos. Y aplaude que, mientras cae el empleo agrícola, crece “de manera continuada” el empleo en “actividades de alto valor añadido”.

El sector agrícola está experimentando una transformación sin precedentes gracias a la incorporación de nuevas tecnologías y enfoques innovadores. Por ello, necesitamos datos digitales, de calidad, abundantes, en tiempo real. Y vocación de aprendizaje temprano de la Inteligencia Artificial (IA) y sus posibilidades, así como entrenamiento de los servicios de IA para que cada vez resulte más útil y minimice sus errores iniciales. Aunque el conocimiento y la sabiduría acumulada que pasa de generación en generación ha permitido grandes avances, la posibilidad de encontrar patrones triviales a través de la Inteligencia Artificial que expliquen la realidad gracias a grandes volúmenes de datos, aunque desconozcamos su base científica, permite reducir los tiempos para mejorar y solucionar problemas o situaciones que no sabemos explicar o a las que nos podemos anticipar. Pero no son los agricultores los que deben hablar en el lenguaje de la tecnología, sino que es la tecnología la que tiene que hablar en el lenguaje de los agricultores.

La sociedad tiene que dar el respaldo en favor de la producción de alimentos en una agricultura sostenible social y ambientalmente, legitimada socialmente, por un mundo rural vivo y por el modelo de agricultura y ganadería familiar, social y sostenible, ligada al territorio.

La situación del sector agrario es el mayor desencadenante del abandono rural, pero no hay únicamente un factor en el proceso de vaciado y envejecimiento de los pueblos, de la misma forma que no pensamos que las soluciones vayan a venir de la mano de una sola medida. Hay que hablar de garantizar servicios básicos, públicos o privatizados, y de generar las condiciones que hagan de la vida en los pueblos una alternativa digna y viable para nuestro proyecto vital. Hay que incentivar que las personas mayores dejen sus explotaciones en manos de una juventud que debe convertirse en la base de la supervivencia del medio rural.

En España se está generando una brecha entre lo rural y lo urbano que puede llegar a ser irresoluble y corremos el riesgo de dejar en abandono hasta el 70% del territorio. 

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