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Sobre este blog

En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

La incertidumbre como forma de vida

Precarios

Esther Sanz

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Retrocedamos unas cuantas décadas y hagamos memoria. Enhorabuena, ya eres licenciado/a o diplomado/a. Ahora tienes que darte a conocer. ¿Quién no ha escuchado esa frase desde que termina la carrera? ¿A quién no le han dicho alguna vez “acepta ese trabajo gratis porque así te conocen y pueden valorar lo que has aprendido en la Universidad”? ¿A cuántas personas no les ha rondado por la cabeza el dilema de decir que no a un trabajo gratis con el miedo a que no vuelvan a contar con ellas“? Y de todas las veces que se ha vivido esta situación, ¿cuántas de ellas son verdad?, es decir, ¿cuántas empresas verdaderamente piden que la gente trabaje gratis con el fin de formarla para que se puedan quedar a trabajar luego? 

Ahora volvamos al presente. ¿Ha cambiado algo?

Desde que acabas tus estudios, e incluso mientras estás en la Universidad, ya te ofrecen todo tipo de prácticas. Algunas vienen muy bien para los/as que no tienen experiencia poder conocer la realidad empresarial a la que se van a tener que enfrentar una vez finalizados dichos estudios. Pero, ¿dónde está el límite, el fin? ¿Cuándo se puede decir: “no me interesa porque ya he hecho cinco tipos de prácticas distintas, creo que mi trabajo ya se conoce y no necesito demostrarlo más sin contrato”? En muchas ocasiones se tiene la sensación de que no hay fin y se convierte en un empezar de nuevo continuo, en un bucle.

Esta situación está provocada por varios motivos. Sin duda alguna, uno de ellos es la absoluta precarización en la que vivimos. Muchos jóvenes al acabar la carrera son conscientes de lo duro que es introducirse en el mercado laboral y los que lo han conseguido ven que el salario no les da para poder independizarse y sentirse realizados/as y útiles con y para la sociedad. Todo lo que han invertido en sus estudios no lo ven luego reflejado en sus ganas de aportar. A esto se le suma la cultura del miedo a perder lo precario que se tiene porque “más vale eso que nada”. No puedes quejarte porque menos da una piedra y con esta filosofía poco a poco nos hemos ido acostumbrando a valorarnos cada vez menos hasta el punto de sentirnos mal si no aceptamos trabajar gratis.

Otro de los motivos tiene que ver con la forma de ser de las personas. Concretamente, con aquellas que entienden la vida como una forma de activismo, de estar siempre implicadas en temas sociales. En ocasiones, dichas personas, no consiguen dibujar la barrera que separa la profesión del citado activismo y como consecuencia de esto algunas empresas se aprovechan. Con la excusa de que no hay dinero pero hay que arrimar el hombro entre todos porque trabajamos por una causa social justa, peleamos contra el sistema, etc. algunas empresas juegan a embaucar a este tipo de perfiles que saben que una parte fundamental de su vida es el activismo y van a caer en la trampa. Hasta que un día, de simple hartazgo y apatía, despiertan y se dan cuenta de que el discurso con los hechos no concuerda. Se preguntan: ¿cómo vamos a cambiar el mundo si dentro del espacio en el que trabajamos estamos completamente precarizados y oprimidos? El activismo se practica de dentro hacia fuera. Empieza en uno mismo y lo va aplicando a su entorno. En definitiva se trata de algo tan sencillo como predicar con el ejemplo.

Con la edad, se aprende a hacer frente a algunas de estas situaciones; a perder el miedo a decir que NO se trabaja gratis; a quererse y valorarse un poco más y a tener seguridad profesional. Pero, ¿qué va a suceder tras la pandemia que estamos viviendo?

Muchos son los titulares que pronostican un futuro económico bastante negro y da la impresión de que nos están preparando para que volvamos a sentir ese miedo porque no nos quieren fuertes y seguros. Este sistema se nutre a base de destruir nuestros sueños y nuestra energía. Nos consume poco a poco. Nos vuelve sumisos y agradecidos por aceptar miserias y fulminar oportunidades. Nos están invitando a volver a perder todo lo ganado en confianza años atrás, independientemente de la edad. De nuevo nos volvemos a enfrentar a una crisis económica de dimensiones desconocidas. Pero es que hay generaciones que sólo han podido “desarrollar” sus proyectos vitales en tiempos de crisis, amenazados por la inestabilidad y los sueldos precarios.

Ahora el coronavirus vuelve a aplastar sus expectativas. Hace unos meses hablaban de proyectos, de planes, de tomar el rumbo de sus vidas, y en breve puede ser que ya tengan que volverlos a tirar a la basura, una vez más. Esos planes se traducen en pasos hacia atrás: volver a casa con tus padres, dejar el piso en el que te emancipaste, abandonar la idea de ser madre, renunciar a seguir opositando sin tener un mísero atisbo de seguridad, etc. En definitiva, empezar a construir todo de nuevo y, depende de la edad que tengamos, se tiene más o menos fuerza para arrancar de cero. La incertidumbre como forma de vida provoca ansiedad y frustración en las personas. Por tanto, existen dos opciones de futuro: o dejamos, como sucedió en la anterior crisis, que nos arrastre de nuevo el sistema que sólo beneficia a unos pocos frente a la miseria de los mismos o empezamos a empujar para que las personas seamos el centro de las políticas sociales y económicas que se avecinan.

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