Carmen, Antonio y sus tres hijos menores. Una familia víctima de la crisis. ¿Cómo empiezan el 'cole'? ¿Cómo compran los materiales necesarios para el curso escolar? ¿Tienen para pagar libros, mochilas, estuches, comedor, ropa…? ¿Cómo hacen para llevarlo todo adelante?
Podría definirse así, a bote pronto: víctimas de la crisis económica. O despiezar el drama en cifras (oficiales)víctimas de la crisis: Más de dos millones de niños viven bajo el umbral de la pobreza, un 27% de la infancia. Una quinta parte de la población está en riesgo de exclusión social. Casi 700.000 familias sin ingresos. Es España, que asienta la mayor desigualdad económica de la Unión Europea, según datos de Eurostat. El mismo país que reduce salarios –el cuarto que más lo hace, solo superado por Grecia, Portugal e Irlanda– y donde las ayudas a la educación, a los comedores y para la compra de libros de texto ha descendido un 38 por ciento desde 2013.
La dificultad de “llenar el frigorífico” se multiplica
“¿Sabes lo que es no tener qué darle a tus hijos?”. María del Carmen Ortiz tiene 31 años y está desempleada. Antonio Rodríguez, 36, es albañil en paro. Ambos trabajan en el campo, cuando hay “peonadas en el arroz o en la fresa”. Viven en un pueblo de Sevilla y tienen tres hijos: Antonio, de 13 años, Miriam, de 9, y Natalia, de 8. Viven una situación “complicada”, extrema. Cada mes, en casa de esta familia “entra la ayuda familiar, los 426 euros” que se ventilan “la hipoteca y si llega para la luz, el agua, las facturas…”.
“Cuesta llenar el frigorífico”. Como a tantos. Los últimos años, la población más pobre ha perdido un tercio de sus ingresos. Ir de vacaciones es una ostentación vetada casi a la mitad de hogares españoles. Muchas familias viven con menos de 600 euros al mes, sin capacidad para afrontar gastos imprevistos. Y llega el 'cole' como antesala del otoño, del invierno. Necesidades escolares multiplicadas por varios dígitos, en algunos casos.
“Y anda que son chicas las listas” de los materiales escolares. “Son graciosas”, apostilla Carmen. Muestran unos folios con letras tachadas y frases subrayadas. Lo que ya está, lo que falta. “El año pasado fueron en total casi 200 y pico de euros” entre los tres hijos. “En mí será un poco menos, tengo aquí cosas del otro año y las utilizamos”, apunta Miriam, una pequeña sonriente y responsable. “Claro, vamos guardando y lo que conservan bien se aprovecha, los libros también, se los pasan de uno a otro”, precisa su padre.
“¿El palaustre? Guardado, como una reliquia”
La idea es reducir la factura que supone afrontar el nuevo curso. Cifras. Que el día a día ya es difícil. “Nos ayudan nuestros padres, los abuelos”. La familia, de nuevo, como último recurso. “Las cosas están cada vez más caras y los sueldos más bajos”, subraya Carmen. “Pasearte y comer una simple hamburguesa se está convirtiendo casi en un lujo”, escenifican. “Mejor ni hablamos” de vacaciones. “Y en el instituto piden hasta 40 euros por algunos libros”. Antonio, el hijo mayor, apuntilla la dificultad con ese dato concluyente.
“¿El palaustre? Ahí lo tengo guardado en la cochera, como si fuera una reliquia”, contesta Antonio, resignado a que no haya trabajo “en la obra” y exigente con el empleo agrícola. “En la construcción ha caído todo, desde que salió la crisis pegó un frenazo en seco, pero el campo debía dar más peonadas”. Ahí trabajan ambos, cuando hay labor. “En la fresa, el arroz que cada vez da menos trabajo, ahora estoy esperando que me llamen para la aceituna… pero cada vez cuesta más encontrar tajo y con la cuadrilla que tengo en casa, pues imagínate”.
En su pueblo, en todos, “hay muchas familias en la misma situación”. Carmen y Antonio dicen que, pese a todo, se consideran afortunados “por los hijos que tenemos, son muy responsables y entienden cómo está la situación”. “Se adaptan”, insisten, con un ejemplo: “El curso pasado tuvieron una excursión y entre los tres costaba 50 euros más los gastos de comida y demás. Antonio dijo que no iban y su profesora le preguntó si no le dejábamos. Él le dijo que no, que nada de eso, que con ese dinero mejor comprábamos comida en casa”.
Antonio, Miriam y Natalia. Son niños de la crisis. Sus edades coinciden en la práctica con el peor escenario económico vivido en décadas. “Pero no va a estar siempre así, ¿no?”, preguntan. “Algún día se arreglará esto”, responde Antonio, asido desde algún rincón a la esperanza. “Digo yo…”, matiza, con la sonrisa espantando cualquier atisbo de mal fario.