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Carlos Hernández, dibujante: “Orwell habría reconocido a la primera los cantos de sirena de los Milei y Abascal”

Cómic sobre George Orwell de Carlos Hernández

Alejandro Luque

7 de diciembre de 2023 19:59 h

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Después de publicar dos estupendas novelas gráficas, La huella de Lorca y El sueño de Dalí, Carlos Hernández (Granada, 1972) pensó en colgar los lápices. Demasiado tiempo y esfuerzo para tan poca retribución. Sin embargo, fue invitado al prestigioso festival de Angulema, cosa que le hacía –como a todos los dibujantes– una enorme ilusión. Allí, el editor francés de El sueño de Dalí estaba entusiasmado con su trabajo y le hizo “una oferta que no podía rechazar”, recuerda. “Es una editorial especializada en biografías y me invitó a hacer lo que yo quisiera. Surgió el nombre de Orwell por su relación con la Guerra Civil española, y fue un gustazo aceptar”.

Al regreso de Angulema, sin embargo, empezaron a crecer los rumores de que una nueva enfermedad se estaba extendiendo por el Planeta. Hernández, de hecho, firmó el contrato el primer día del confinamiento. La casualidad quiso que pasara los siguientes meses encerrado y trabajando con la máxima concentración en el proyecto, que acabaría llevando por título La lista de Orwell y sería publicada en España por Norma.

De hecho, la historia comienza con el propio Hernández recluido en casa, obsesionado con la figura de Orwell y comunicándose por videoconferencia con un amigo imaginario, “a través del cual reflejo las discusiones que tuve conmigo mismo”, dice. “En aquella época salió a la luz en Francia un cómic sobre Orwell que era una historia lineal sobre su vida, una biografía pura y dura en blanco y negro. Me quedé aliviado, porque era todo lo contrario a lo que yo quería hacer. Me dio la ocasión de meterme en la vida del escritor desde mi propio punto de vista y hacer algo original”.

Crítica a la izquierda

En la lista de Orwell se cuenta, claro está, la vida del autor de 1984 y Rebelión en la granja desde su Motihari natal, en la India, hasta su fallecimiento en Londres, con tan solo 46 años. Una peripecia de enorme intensidad, en la que veremos a Eric Arthur Blair -su verdadero nombre- forjarse como escritor en sus difíciles años de estudiante, su sorprendente ingreso en la Policía Imperial India en Birmania, donde adquirió una aversión incurable hacia el imperialismo; sus andanzas como indigente en París y en Londres, su inmersión en las durísimas minas de cobre inglesas o su alistamiento en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) para combatir el fascismo en la Guerra Civil española, donde fue herido de bala, así como la génesis de sus principales obras.

“Yo conocía cosas de su vida, su defensa de la libertad de expresión… Por eso no me encajaba con ese perfil lo que encontré por casualidad: la idea de que hubiera elaborado una lista negra con nombres de comunistas de su entorno. Me pareció un hilo maravilloso del que tirar. Fue fascinante meterse en esa tarea, que iba a necesitar mucha explicación y mucho contexto”, agrega el granadino.

Un reto “cuantitativo y cualitativo” respecto a sus anteriores trabajos, ya que “la vida de Orwell tiene muchísimos más escenarios y trasfondo, más profundidad política y personal que las de Dalí y Lorca, por ejemplo”, comenta Hernández. “En mi primera novela gráfica fui demasiado primerizo, tenía poca experiencia en el tebeo largo, me sentía apocado, y se nota. En la segunda todavía no era consciente de adónde podía llegar. Esta vez, en cambio, planifiqué todo de otra manera. Parecía un escritor que luego tenía que dibujar, así me he sentido”.

Uno de los aspectos que tuvo clarísimo nada más empezar a bucear en la vida de Orwell fue el de estar ante un clásico de plena vigencia. “Me metí tanto en el personaje y lo que escribió, que pude ir viendo cómo todo lo que dijo es súper actual. Habla críticamente de la izquierda siendo un hombre de izquierdas, con observaciones que podrían servir perfectamente para nuestra época. Se pregunta, por ejemplo, por qué la clase trabajadora, en épocas de crisis, se dejaba abrazar por la ultraderecha, ¡y eso se lo planteaba hace 80 años! Habría reconocido a la primera los cantos de sirena de los Milei y Abascal”.

La lista en su contexto

En cuanto a la famosa lista, Hernández evoca que “todo empezó con un titular un tanto precipitado del periódico británico The Guardian, que entonces no tenía la lista, pues ésta no se desclasificó hasta 2003. Yo la pedí al Archivo Nacional de Londres y me la mandaron, previo pago. El titular aquel era demoledor, pero no tenía contexto ninguno. Algo así como que Orwell habría delatado a escritores partidarios del comunismo o de Stalin”.

En nuestro país los anticipos de los dibujantes son exiguos, y las ganancias residuales. Puedes tomártelo como una denuncia por mi parte. Apenas un cinco por ciento de los artistas de cómic vive de esto

“Ya en 2003, se publicó aquella lista de 38 personas públicas, que no era ninguna sorpresa”, concluye Hernández. “Era una lista privada que ofreció a una colega suya, que le había pedido ayuda de cara a un mitin de propaganda antisoviética. Una forma de decir ‘a estos no los llaméis, porque os van a decir que no’. Esa gente no sufrió persecución alguna. Aunque pueda ser algo moralmente cuestionable, ha quedado probado que Orwell no delató a nadie. Sencillamente, faltaba el contexto para explicar cómo habían sido las cosas. Eso sí, para conocer el desenlace completo, el lector tendrá que llegar hasta el final del cómic”.

¿Será este el último cómic de Carlos Hernández, o volverá a darse el milagro del editor que llama a su puerta con un sustancioso anticipo? Él no se muestra demasiado optimista: “Hacer cómics en España es puro amor al arte, no es rentable”, lamenta el dibujante, que además recientemente ha perdido su trabajo como ilustrador en el diario Ideal, en el que llevaba 29 años trabajando. “Dudo que pueda hacer otra novela gráfica trabajando tranquilamente, me parece imposible. En nuestro país los anticipos de los dibujantes son exiguos, y las ganancias residuales. Puedes tomártelo como una denuncia por mi parte. Apenas un cinco por ciento de los artistas de cómic vive de esto”.

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