La guerra en el PP de Granada se cobra nuevas víctimas en uno de sus municipios clave
La guerra continúa en el Partido Popular de Granada. Aunque la formación se esfuerce en demostrar unidad de cara a los medios y en sus comparecencias públicas, en el seno de los populares granadinos no paran de salir problemas. El último, que lleva años gestándose, ha acabado con la salida de los dos únicos concejales que le quedaban al PP en Otura. Ambos, Ana López Bascuñana y José María García, que concurrió como independiente en la lista popular, han presentado su renuncia alegando “motivos personales”, aunque fuentes internas del PP cuentan una versión muy distinta de esos hechos. Oficialmente, el argumento es que estas bajas forman parte del proceso de renovación de las agrupaciones locales que está llevando a cabo la dirección provincial de Francisco Rodríguez.
Pero la realidad se esfuerza en demostrar lo contrario. A la pérdida de los ayuntamientos de Granada y de La Zubia, la crisis del de Motril o el escaso peso orgánico que tiene el presidente provincial fuera de Granada, se suma ahora que el Partido Popular ha quedado descabezado en un municipio en el que llegó a gobernar entre 2007 y 2015. Pasando de ser la principal fuerza política de este municipio granadino de 7.000 habitantes a tener un peso residual en el Consistorio. De hecho, en el último pleno celebrado en el Ayuntamiento, no hubo ningún representante de los populares de Otura a la espera de que sea nombrado portavoz Víctor Fernández, un joven político que ya ejerce en redes sociales como líder del PP en esta localidad por decisión del presidente provincial, Francisco Rodríguez, para controlar la hoja de ruta en este municipio, según cuentan voces internas del Partido Popular otureño.
El ascenso de Fernández y la caída en desgracia de López Bascuñana y de García no es más que el último giro de guion de una película que tiene a la ejecutiva del PP de Granada en el centro de todo lo ocurrido. De ahí la importancia de estos últimos acontecimientos porque explican cómo se ha gestado la disolución de una agrupación local que llegó a ser vital para las aspiraciones de los populares en la Diputación de Granada. A día de hoy, el PP de Otura está dividido en dos facciones: la que sigue la línea oficial que marca la dirección provincial y la que se opone a que eso siga siendo así porque no confían en quienes los dirigen por sus maniobras en los últimos años.
Del gobierno a la nada
El relato de los acontecimientos que han dado lugar a que el Partido Popular siga perdiendo peso en la provincia de Granada con su disolución en Otura, tiene como punto de partida hace más de una década. Entonces, los populares gobernaban con una cómoda mayoría tras arrebatarle la alcaldía al PSOE en 2007. Sin embargo, una serie de casos de presunta corrupción empezaron a salpicar al entonces regidor, Ignacio Fernández-Sanz. En uno de ellos fue denunciado incluso por compañeros de su propio partido por posibles irregularidades al presentar denuncias falsas o duplicadas para favorecer a determinadas empresas del pueblo.
Aquello acabaría costándole el puesto en 2012 cuando el Partido Popular le expulsó del partido y él dimitió alegando “motivos de salud”. Lejos de abandonar el Ayuntamiento, continuó como concejal no adscrito e inició desde su sillón una guerra solitaria por defender su inocencia y decir que había sido víctima de una conspiración contra su persona. Empezaba así un carrusel de cruces de declaraciones y desencuentros que tuvieron más capítulos en los juzgados que también acabarían con el siguiente alcalde popular, Pedro Cabanillas.
Cabanillas, que había llegado al cargo como sustituto de Fernández-Sanz, tuvo que dimitir en 2014 al ser condenado a ocho años de inhabilitación para ocupar cargo público por un proceso judicial que investigaba su participación en un delito cometido cuando Fernández-Sanz era alcalde. Por ese mismo caso, los dos fueron despachados del Ayuntamiento de Otura y el Partido Popular se vio obligado a rehacerse internamente montando una gestora que depurase responsabilidades. Así fue como aparecieron dos figuras que resultarían claves en la historia desde ese momento: el nuevo presidente local, José Luis Ros, y el secretario general, Rafael Fernández.
Fernández, colocado en Otura como uno de los hombres fuertes del entonces vicepresidente de la Diputación y hombre fuerte de la ejecutiva provincial, José Antonio Robles, acabaría creando un partido paralelo al oficial para tratar de hacerle la zancadilla a José Luis Ros, que tenía otra hoja de ruta para los populares de Otura, distinta a la que imponía el aparato de la provincia, según sostienen fuentes del partido. Con la estructura tambaleándose y con batallas internas por el control de las decisiones, el PP perdió las elecciones y la alcaldía en 2015 y empezó a caer en picado. Una situación que llega hasta el día de hoy.
Oposición dentro del partido
Para calmar las aguas, la dirección granadina, entonces presidida por Sebastián Pérez, colocó al diputado provincial de los populares, Antonio Ayllón, al frente de la gestora que tenía que devolver al PP a una posición de fuerza en Otura para que siguiese siendo un enclave vital para las aspiraciones populares en la Diputación de Granada. Cuentan en el seno del Partido Popular que Ayllón es el que acaba apartando a Rafael Fernández por sus movimientos para colocar en las listas a gente relacionada con él y con José Antonio Robles. Algunos de ellos ya habían formado parte de las anteriores corporaciones y estaban salpicados por escándalos de corrupción, por lo que Ayllón se niega.
Según explican en el PP de Otura, como Ayllón se niega a darle cancha a Rafael Fernández, este acabó dimitiendo y haciendo oposición a los que habían sido sus compañeros hasta ese momento. Fuentes internas aseguran que lo hizo de la mano de José Antonio Robles y que ambos se reunieron con familias influyentes del municipio para hacerle la vida política imposible al portavoz del PP, José Luis Ros, que también renunciaría. Meses más tarde, el propio Ayllón sería depurado por la dirección provincial del partido y aparecería por primera vez la figura del actual presidente del PP de Granada, Francisco Rodríguez.
El actual mandatario de los populares fue colocado como responsable de la gestora que tenía que controlar a un PP de Otura que estaba sin rumbo. En el seno de la formación explican que Rodríguez decidió rodearse de gran parte del equipo que había estado en el partido antes de 2015 junto a los dos exalcaldes condenados, lo que levantó las suspicacias de una parte de los militantes que empezaron a protestar por la reaparición de determinadas figuras. Desde ese momento, la intervención de la dirección provincial ha sido total, aunque no ha servido para ganar elecciones, sino para todo lo contrario. En los comicios locales de 2019, el partido logró dos concejales, que son los que ahora han dimitido.
“Esto se ha convertido en una secta y el que no piensa u opina de la misma manera que ellos, no es válido”, dicen en el PP de Otura. Ana López Bascuñana, la portavoz que ha renunciado, ya formaba parte del equipo de Gobierno y de la estructura local de los años en los que los dos exalcaldes del municipio fueron condenados y tuvieron que dimitir. Fuentes del partido afirman que López Bascuñana ha sido víctima “de su propia ambición” al tratar de mantenerse como concejal a toda costa, motivo por el que la dirección provincial le ha quitado por no tener control sobre ella.
El nuevo portavoz del PP de Otura, Víctor Fernández, desmiente todo el relato y afirma que “se está llevando a cabo un proceso de renovación de las estructuras locales”. Una línea que es la misma que defiende la dirección provincial a preguntas de este medio. “El partido en Otura sigue igual que siempre, unido y con la única meta de ganar las elecciones”. Desde la ejecutiva granadina niegan que haya habido presiones para que los dos concejales populares se hayan marchado porque “ellos han decidido dejar el acta, pero nada más”. Mientras, los militantes otureños del PP lamentan la deriva del partido y vaticinan que en los próximos meses va a haber numerosas bajas entre los afiliados.
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