José Mantero, el cura que se declaró abiertamente gay y le costó el púlpito
“Los gais no somos máquinas defectuosas”. Fue una de las frases lapidarias que acuñó durante su vida José Montero (Valverde del Camino - Huelva, 1963). Mantero es para muchos el primer sacerdote en “salir del armario” por hacerlo de manera oficial, pública y notoria. Aunque otros le consideran el segundo, mencionando a la figura del carmelita Antonio Roig, quien se declaró abiertamente homosexual a través de su novela 'Todos los jardines no son el paraíso'.
Mantero lo hizo en la revista ‘Zero’. Era el 22 de enero de 2002, y la portada de aquella revista se podía ver en los quioscos con el titular “Doy gracias a Dios por ser gay”. La foto era de un hombre desconocido hasta ese momento, pero muy conocido para los vecinos de Valverde del Camino, una localidad del centro de la provincia de Huelva donde, hasta entonces, era el cura principal. Con 39 años, sólo su círculo más cercano sabía que era homosexual. Ahora, era de dominio público, y la respuesta de la Diócesis de la Provincia de Huelva no se hizo esperar: le quitaron la parroquia, lo que supuso en la práctica dejarle sin empleo y sueldo.
Su anuncio público de que no era heterosexual bastó para apartarle de la vida eclesiástica, pero no pudieron dejarle fuera de la actividad pública. Ocurrió igual con Antonio Roig, el primer carmelita que declaró su homosexualidad en el libro 'Todos los parques no son un paraíso' y que fue expulsado de la orden.
El anuncio de Mantero no cayó en saco roto. Hace tres años, su caso se debatió de nuevo en el Sínodo de la Familia, abierto por el Papa Francisco. Días antes, otro cura siguió los pasos del cura onubense, el polaco Krzysztof Charamsa, que además presentaba en público a su pareja, sólo horas antes de que el Vaticano le enseñase la puerta de salida.
Que Bergoglio hablase en su día de no cerrar la Iglesia a nadie, y por otro lado expulsase a Charamsa, tenía una lectura clara para Mantero: “Es un Papa cosmético y populista”, dijo entonces, para recordar que el sacerdocio no escapa de la normalidad de una sociedad cualquiera, con personas de distinta identidad sexual. “Lo que pasa es que el Vaticano es el nido de la homofobia más recalcitrante de la jerarquía católica”, y echaba mano del Kinsey, que afirmaba entonces que el 10 % de la población masculina ha tenido algún tipo de relación homosexual: “En el caso de la Iglesia Católica, hay que hablar de mayores porcentajes”.
El Evangelio según San Mantero
José Mantero seguía viviendo en su Valverde natal. Sus vecinos se siguen refiriendo a él como “el cura Mantero”. El Obispado le pudo quitar el púlpito, pero no el respeto de los valverdeños. Y tampoco le pudo sustraer la libertad de expresión. Puso en marcha el blog ‘El Evangelio según San Mantero’, cuya última entrada publicó el pasado 11 de julio, bajo el título de ‘Sexo nuestro que estás en los cielos’.
Como en todos sus escritos, la yugular de la Iglesia quedaba tocada: “No encuentro gentes más obsesionadas por el sexo, con el sexo, para el sexo que los diversos profesionales de las diversas religiones. Todos. Todas. La generalidad de ellos, en su calenturienta obsesión, pretende reconducir algo natural, deseable y divino –el placer- a algo eventual –la procreación. Su arma, a la que le hacen el juego incluso quienes están inmersos en el gay way of life, es la artificial ecuación sexo-amor. El sexo sin amor, así, sería malo, pecaminoso, perverso. El sexo con amor –para ellos, único verdadero- solo sería legítimo si está animado por la voluntad de procrear, de ‘participar del poder creador de Dios’, nos dicen. Y se quedan tan anchos, al menos de cara a la galería; porque, después, la procesión va por dentro. Con perdón”.
Pepe Mantero, como le llamaban sus amigos, había estado unos días ingresado por problemas cardíacos. Aparentemente, estaba mejor, pero este sábado su corazón dejó de latir. Con él se va alguien que dio un paso adelante y un puñetazo en la mesa para que muchos le siguieran, pero que no consiguió que la Iglesia cambiase su férrea política en torno a la homosexualidad, al menos en público.
Cientos de personas han acudido desde que se supo la noticia al tanatorio de su pueblo para despedirle. En 2002, Mantero se quedó sin iglesia, entendiéndose esa palabra como un templo para predicar, pero si atendemos al evangelio de San Mateo (18:20), iglesia es “donde están dos o tres reunidos en mi nombre -Cristo-”, el cura valverdeño jamás de ser Iglesia.