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El “segundo hundimiento” de Pepi: un socavón en el Metro de Sevilla se tragó su quiosco en 2008 y la pandemia se ha tragado a sus clientes

Pepi Portillo atiende su quiosco en el centro de Sevilla, junto a la boca de Metro de Puerta de Jerez.

Daniel Cela

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Sevilla, lunes 13 de abril, 8.45 de la mañana. El Gobierno de España ha reabierto la mano para flexibilizar el máximo nivel de confinamiento de la población frente a la pandemia de coronavirus, autorizando el regreso al trabajo presencial de empleados que no puedan teletrabajar en empresas de sectores no esenciales.

La Policía Nacional ha aumentado el número de agentes en las principales estaciones de transporte público donde esta mañana, desde las 6.00 horas, hay personal de Protección Civil repartiendo guantes y mascarillas a los trabajadores que entran en el Metro, en la estación de autobuses interurbanos y de trenes de Cercanías. La Delegación del Gobierno en Andalucía ha distribuido 1,8 millones de mascarillas en 365 puntos de la comunidad, sobre todo en nódulos principales de transporte público.

Uno de ellos es la estación de Metro de Puerta de Jerez, en el centro histórico de Sevilla, la más utilizada por los usuarios en términos de afluencia diaria (2,16 millones de viajeros al año). Aquí hay un vacío absoluto. Los principales sectores que vuelven este lunes al trabajo presencial son la construcción y la industria, sin embargo, esta boca de Metro es la salida al centro comercial y turístico de Sevilla, que permanece clausurado desde hace un mes. “En las tres primeras horas hemos visto entrar o salir a cuatro personas. Tres ya venían con sus mascarillas y sólo una señora ha cogido una de las nuevas. El trasiego es mínimo”, dice una agente de Policía que vigila junto a los tornos de entrada.

En la calle, a pocos metros de la escalera que baja a la estación de Metro, está Josefa Portillo junto a su quiosco de revistas y prensa, servicio esencial desde el inicio del estado de alarma. Apenas tiene clientes. “Éste es mi segundo hundimiento”, dice Pepi, con cara de resignación. “El primero fue literal, se abrió el suelo bajo mis pies por las obras del Metro, se hizo un socavón que se tragó mi quiosco y lo perdimos todo de un día para otro. Ahora lo estamos perdiendo poco a poco. Nos estamos hundiendo poco a poco”.

El quiosco de Juan Ariza y Pepi Portillo está en un sitio estratégico para bien y para mal, casi se ha convertido en una metáfora de la economía española. En 2008, poco antes de la crisis financiera internacional que destrozó el país, se produjo un socavón de seis metros de diámetro debido a una filtración de agua en las obras de la Línea 1 del Metro de Sevilla, justo bajo los pies del quiosco. Pepi y su hija de seis años estaban dentro. Saltaron en el último momento, sobre la zanja que había empezado a abrirse ante ellas, y salvaron la vida agarrándose por muy poco a los brazos de Juan.

“Nos salvamos por muy poco. Y luego nos costó mucho remontar”, recuerda 12 años después. Ahora este quiosco vuelve a ser testigo privilegiado de otra crisis económica, esta vez de mayor magnitud, encadenada a una pandemia sanitaria sin precedentes. De ordinario, Pepi solía abrir a las seis de la mañana, pero estos días se queda un poco más en la cama y retrasa la apertura hasta las siete y media. Cada media hora o cada hora llega un cliente. Vende menos de 20 periódicos diarios y algún que otro producto: revistas, golosinas... “No sabes cuánto tiempo quedarte, se hace largo, paran muy pocos. Es como estar vendiendo en el desierto”, dice.

Regreso a San Telmo

El quiosco está ubicado en un lugar privilegiado de la ciudad, junto a la boca del Metro, junto al hotel Alfonso XIII, en la confluencia entre el acaudalado barrio de Los Remedios, al otro lado del puente, y el inicio de la Avenida de la Constitución, que conduce a las principales calles comerciales de Sevilla, hoy todas cerradas.

También está a pocos metros del Palacio de San Telmo, sede del Gobierno andaluz, que la semana pasada ordenó el “desconfinamiento” y la vuelta al trabajo presencial de todos sus altos cargos, personal eventual, puestos de confianza y funcionarios con servicios esenciales. La decisión tuvo más de mensaje político que de valor real y efectivo. El vicepresidente Juan Marín anunció un regreso escalonado de varios escalafones del Gobierno, incluido un nutrido grupo de asesores, periodistas, secretarias, personal de protocolo que entraba dentro de las categorías mencionadas en su anuncio.

Horas después, y ante la protesta de los sindicatos de la función pública por “falta de lealtad” con la orden de confinamiento decretada por el Gobierno, la secretaria general de Administración Pública de la Junta, Ana Vielva, emitió una nota para matizar al vicepresidente, y dejar claro que la vuelta al trabajo presencial no afectaría a los funcionarios, y que esto no se haría sin negociación previa. En cambio el personal eventual sí, los cargos de confianza de la Junta, puestos nombrados a dedo que incluyen a los máximos representantes políticos -consejeros, viceconsejeros, secretarios generales-, pero también a todo su staff. Entre 500 y 600 empleados públicos, según cifró la Consejería de Presidencia.

El viernes reinaba el caos y la incertidumbre entre este colectivo, que no sabía si debía o no personarse el lunes en su puesto. Unos llamaban a otros, de la Consejería de Educación a la de Justicia, de Justicia a Agricultura, de Agricultura a Salud, de Salud a Igualdad... No había una instrucción general por escrito, el anuncio no estaba recogido en el orden del Consejo de Gobierno... Cada jefe de cada consejería lo estaba haciendo de una manera distinta. Algunos interpretaron que quienes tuviesen hijos o abuelos en casa, no hacía falta que volvieran. Otros aplazaron la decisión a mitad de semana. Otros enviaron un whatsapp ordenando la reincorporación este lunes, y más tarde rectificaron.

El presidente de la Junta, Juan Manuel Moreno, compareció el domingo y volvió a matizar el anuncio por segunda vez: sólo tendrán que volver los “jefes de unidades políticas”. “Unas 350 personas”, dijo, minimizando la cifra dada días antes por Presidencia. Sin embargo, en la Junta de Andalucía el número de altos cargos registrados en el Portal de Transparencia es de 232 personas, más 57 en las delegaciones provinciales. La diferencia entre la cifra que dio Moreno y el número real de altos cargos hacía pensar que eran más los empleados públicos llamados a trabajar que los estrictamente jefes de unidad política.

Las palabras del presidente -nuevamente sin ninguna instrucción por escrito- dejaron en manos de cada departamento la decisión de quién debía personarse en su despacho y quién podía continuar teletrabajando. Entre las ocho y las nueve de la mañana, la afluencia de entrada en San Telmo ha sido mínima. A las puertas del edificio de Torretriana, sede de varias consejerías de la Junta y donde cada día suelen entrar más de 3.000 empleados públicos, el movimiento era nulo entre las 9.00 y las 10.00 horas. “Alguno más que la semana pasada a esta hora, pero no demasiados”, explican en el control de seguridad de la puerta. La persiana sigue echada, los tornos de acceso están apagados, el parking interior está prácticamente vacío.

El tráfico en la ronda histórica que rodea el centro de la capital andaluza es fluido, pero constante. A partir de las diez de la mañana, ya deja de verse a viandantes solitarios por la calle, camino del trabajo. Las obras del centro siguen paradas, porque la reactivación de la economía no incluye al sector de la construcción si está próximo a edificios de viviendas. De eso, una cuadrilla de la calle Enladrillada se ha enterado esta misma mañana (el Real Decreto en el BOE salió publicado muy entrada la tarde-noche del domingo). El tiempo sigue en pausa. En los cines Avenida, las taquillas llevan más de un mes cerradas. Ahí continúa la cartelera y las horas de proyección de la gran triunfadora de los Oscar, Parásitos, del surcoreano Bong Joon-ho. También siguen anunciadas un par de películas españolas que están batiendo un récord histórico de permanencia en cartel, aunque no haya espectadores para poder verlo.

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