David Palomar: “Las letras del flamenco de antaño podían ser muy machistas, y teníamos una cuenta pendiente sobre ese asunto”
Hace 25 años, cuando el llamado nuevo flamenco capitaneado por Ketama, Navajita Plateá, Niña Pastori y La Barbería del Sur hacía furor, David Palomar (Cádiz, 1977) se ponía al frente del grupo Levantito, que gozó de un éxito fugaz. El gaditano emprendió luego una carrera en solitario como cantaor serio, que le ha convertido en un referente del flamenco de su Bahía. Sin embargo, la curiosidad por explorar otras músicas y el atrevimiento para sacudirse los corsés de lo jondo le han seguido acompañando desde sus inicios, reforzados por una desbordante creatividad. Todo ello cristaliza ahora en su último disco, 8 miradas, en el que además muestra su faceta de artista comprometido con los problemas de su tiempo.
“En mis discos anteriores, como Trimilenaria, La Viña cantón independiente o Denominación de origen había píldoras de fusión, reflejos de mis inquietudes, y ahora parece que en cierto sentido vuelvo a mi origen. Forma parte de mi personalidad”, comenta Palomar. “La cuestión prioritaria para mí no es tanto una música u otra, como contar cosas. Y eso es lo que he hecho en este disco, sin imponerme ningún sonido. El flamenco no era el punto de partida, sino que fue llegando de manera natural conforme iba construyendo las historias”.
Lo primero que llama la atención de 8 miradas es la energía positiva que desprende, incluso cuando se ocupa de asuntos graves. Lo que prevalece es un carpe diem que su autor achaca a la reacción frente a la depre del confinamiento. “Al contrario de otros amigos, que estaban encantados, yo la llevé muy mal”, admite. Pero de aquella tristeza nacieron temas como Evolución revolución o El desmadre, que son toda una declaración de intenciones: una forma de decir levántate de la silla, quítate las limitaciones y sal ahí, a comerte el mundo. Y cuando haya que irse, hazlo con alegría y con las botas puestas“.
Conciencia medioambiental
La línea de trabajo predominante en el disco para Palomar fue colaborar estrechamente con Riki Rivera, guitarrista y compositor con un Goya en sus vitrinas, y además cuñado del cantaor. “Yo le cuento mi película, las ideas que tengo, y él las traduce en cosas maravillosas”. Junto a Rivera, Palo –como lo conocen sus amigos– se hace acompañar de espléndidos músicos como Paquito González, José Manuel Popo, Keko Baldomero o Javi Katumba, entre otros, para culminar un álbum cocinado a fuego lento en varios estudios de grabación.
En cuanto al compromiso en las letras, el gaditano entra en debates como el de la violencia machista en el tema Tiento y sangro. “Las letras del flamenco de antaño podían ser muy machistas. De hecho, hago un símil con algunas letras antiguas, pero dándole una vuelta, porque teníamos una cuenta pendiente sobre ese asunto”, asevera. En Crucero Soleá ofrece una imagen metafórica del drama de la inmigración de las pateras, mientras que en La verdad muestra su preocupación por el maltrato sistemático al medio ambiente.
“Un día vi a unas máquinas sacando toallitas de los alcantarillados, y se me cayó el alma a los pies, como cuando estoy en la Caleta de Cádiz y veo a los pescadores sacando un plástico o un tapón de una caballa o una dorada”, dice. “Recuerdo siempre al escritor Fernando Quiñones, que recorría la orilla recogiendo los plásticos que la gente tiraba, y me digo que tal vez pueda yo aportar algo también cantando. En este tema en concreto pienso en los niños, en que les diga algo”.
Oídos sordos
Todo el contenido de 8 miradas se resume en una intención que se vuelve necesidad: “Alzar la voz”, afirma Palomar. “Uno tiene que ser íntegro y honesto con lo que piensa, y traducirlo de una manera u otra en su música. Y no pensar demasiado en si esto va a pegar o no, porque mi prioridad es estar encendido por la creatividad. Si eso trae a más público, bienvenido sea, pero no trabajo para el business”.
Tampoco trabaja precisamente para la afición más ortodoxa. En este nuevo trabajo, a modo de bonus-track, David Palomar se ha atrevido a incluir incluso una bachata, A orillas del Palmar. Un género que le encanta, aunque no sabe si podrá hacerse perdonar por los guardianes de las esencias flamencas. “Empezó como una ocurrencia, una cosa happy, la historia de ese amor que llevas toda la vida buscando y que a lo mejor llega a la quinta o a la sexta, en cualquier playa del mundo. Se la canté a varios de los músicos con los que trabajo pidiéndoles sinceridad y me dieron el visto bueno, salvo uno que me dijo: ‘Palo, yo no la veo en el disco, pero me encanta’. Y al final se coló”.
Para el gaditano, es importante “hacer oídos sordos” a quienes piensan que un cantaor traiciona el flamenco si hace incursiones en otros ámbitos. “No hay que rebelarse contra la ortodoxia. Creo que lo mejor es llevarte las críticas a casa e intentar tenerlas ahí apartadas, pero no luchar contra ese muro, porque no tiene sentido”.
Gustos amplios
Abiertos tiene Palomar los sentidos a múltiples corrientes. Desde lo último de Bruno Mars, que lo tiene enloquecido, a Residente, “un tipo comprometido y que escupe fuego cuando abre la boca”, pasando por Havana d’Primera, “que me parece una aberración que no tenga ya un Grammy Latino. Y luego tengo mis días de volver a Silvio Rodríguez, Sabina, Javier Ruibal siempre, Jorge Drexler…” ¿Y el flamenco? “Hombre, además de Camarón y Morente, tengo siempre a mano mi trío Manolo Vargas-La Perla-Pericón, que no falla. De los de hoy me gustan Arcángel e Israel Fernández, y de mujeres, María Terremoto, Rocío Márquez… pero Estrella Morente es la queen”.
En este momento, Palomar está girando con su espectáculo de cante Universo Cádiz y con una desopilante propuesta flamenco-cómica llamada ¿Qué pasaría si pasara?, pero está deseando lanzarse a la carretera con 8 miradas. “Mucha gente me escribe diciendo que no sabía ni que existía antes de este disco. Lo cierto es que me veo en una Primavera Garrapatera o en un Concert Music Festival como me veo en el Potaje de Utrera. Me veo en todas partes”.
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