Una energía especial se extiende bajo el escenario. El público no es el habitual de un concierto de rap: una aplastante mayoría de veinteañeras palpitan al son de Rebeca Lane, la rapera feminista de moda. La cumbia patria y el Nanai de La Mala Rodríguez (Mírame a los ojos sí me quieres matar / Nananai, yo no te voy a dejar) sirven de aperitivo para Poesía Venenosa, la primera canción que Rebeca le dedica a su público sevillano.
El fervor de sus fans estalla cuando rapea aquello de “feminista posmoderna de la eterna primavera”. Han venido a por los versos combativos de su último disco, Alma Mestiza, y la cantante guatemalteca se los ofrece a raudales. “Es mi primera vez en Sevilla. ¡Qué bonito encontrarse con tanto amor”, reconoce ante el micro de la sevillana Sala X.
Rebeca Eunice Vargas Tamayac se transforma en un puma cuando le canta a la guerra, las injusticias sociales y la cruenta plaga de asesinatos machistas que asola Guatemala. Horas antes del concierto, Rebeca Eunice no se ha transformado aún en la aguerrida rapera. Tiene sus pinturas de guerra tatuadas, sí, pero, sus reflexiones brotan con serenidad mientras saborea un aperitivo con anchoas. “En mi país no es habitual esta delicia”, se lamenta.
Socióloga de formación, reconoce que “la música me ha permitido hablar de muchos de los problemas de Guatemala desde un lenguaje diferente, que me permite llegar a muchas personas. Eso no ocurría con mis artículos científicos. En mis letras hablo de la guerra, la memoria histórica, la justicia social. Es necesaria la participación de los jóvenes en un país de pocas libertades, donde la estructura de poder es racista y el 70% de la población, que es indígena, se encuentra muy discriminada”. Muy politizada, Rebeca se define como una feminista, anarquista e indigenista, que no lucha por la igualdad, porque “no quiere ponerse a la misma altura que un hombre explotado por el sistema capitalista”.
Quisiera tener cosas dulces que escribir / pero tengo que decidir y me decido por la rabia / cinco mujeres hoy han sido asesinadas / y a la hora por lo menos 20 mujeres violadas / eso que solo es un día en Guatemala / multiplícalo y sabrás porqué estamos enojadas.
Su canto es feminista de necesidad. El suyo es un país asolado por la violencia, que recoge, en forma de feminicidios y maras, los frutos de una larga postguerra. “Como mujer, la violencia que más me afecta es la violencia machista. Al fin y al cabo, los asesinos son hombres, no mujeres. Son hombres, no mujeres, los que tienen las armas, los pandilleros, los narcos y los feminicidas. Son violencias que están interconectadas. El ejército lleva años ejerciendo una violencia sistemática contra las mujeres: en la guerra nos violaban, a pesar del enorme estigma social que eso supone en las sociedades indígenas”.
Mujer, latina, rapera y activista por los derechos gays: ¿Se cansa Rebeca de luchar contra tantos estigmas? “La otra opción sería conformarme, pero eso no va a ocurrir nunca, porque traigo mucha energía. Hubo un tiempo en que usaba esa energía contra mí, no me cuidaba a mí misma y me vinculaba con gente que no me cuidaba. En un país con tanta violencia, las drogas y el alcohol son las vías de salida para muchos jóvenes”.
Con el feminismo por bandera, Rebeca le planta cara a sus compañeros raperos, inmersos, según su parecer, en la deriva machista del rap, el reggaetón y el trap. A ellos les espeta en Bandera Negra: Tengo millones de huevos en cada ovario / No me hace más mujer, ni a vos te hace menos macho. Junto a otras raperas centroamericanas como Nakury (Costa Rica), ha creado el colectivo Somos Guerreras. “Hay un auge de mujeres raperas, que cuentan su historia a través del hip hop. Las luchas feministas están tomando mucha fuerza en todo el mundo y a las raperas que llevamos el feminismo por bandera se nos está prestando mucha atención. Estamos construyendo pedacitos de libertad, lugares donde sentirnos seguras y poder besar a nuestras novias”.
Rebeca no tiene problemas en hablar de su sexualidad. Ni dentro ni fuera del escenario. Se declara bisexual, pero, en realidad, le molesta tenerse que “etiquetar”. “Hay una serie de temas silenciados en Guatemala, como la menstruación o la sexualidad. De la menstruación nos dicen que es un tema del que no podemos hablar en público, que tienes que ir al baño sin que nadie lo note, aunque, en un día de luna llena como hoy, la mitad de nosotras estemos menstruando. Las orientaciones sexuales también se silencian, por eso siento una conexión especial con las compañeras lesbianas feministas. En la zona norte de Centroamérica, ser lesbiana te vale la muerte. Es culpa de la lesbofobia y la homofobia. En Guatemala, todas las activistas corremos peligro y por el mero hecho de ser mujer ya estamos en riesgo”, denuncia.
La propia Rebeca ha sido víctima de violencia machista. “He tenido varios episodios a lo largo de mi vida, dos relaciones en las que hubo una violencia sistemática. La música me ha ayudado a sanar. Recibo muchos mensajes de gente que viene a contarme sus experiencias, gente que se me acerca y me dice que mis canciones les han ayudado a cuestionarse sus relaciones. Era algo que no sabía que tenía la posibilidad de hacer, un don especial”.
Ese don se materializa bajo los focos. Rebeca conecta con sus seguidoras, que, según el caso, la escuchan en silencio, se abrazan o corean efusivamente proclamas feministas: “¡Que viva la lucha de las mujeres!”. Es la respuesta a los datos con los que la rapera socióloga las acaba de interpelar: “En un país con 13 millones de personas, cada año mueren entre 700 y 1.000 mujeres en manos de sus parejas. Nuestra cultura perpetúa la violencia, yo he vivido episodios de violencia y encima nos echan la culpa a nosotras. Es muy difícil salir de ese proceso de violencia, acompañemos a estas mujeres con amor y paciencia. Ni una menos… ¡Vivas nos queremos!”.