Mujeres juzgadas por ser distintas: de la brujería a la histeria
Las mujeres “diferentes” han soportado la carga de un estigma durante siglos: de brujas a histéricas, las élites masculinas eclesiásticas o médicas han tenido la costumbre de colocar un sambenito a las heterodoxas. A grandes rasgos, esta es la tesis que sostiene Rebeca Sanmartín, que ha dirigido el curso de la Universidad de Málaga Las mujeres diferentes: santas, brujas o visionarias en la literatura y el cine. “El concepto de histeria ya está trasnochado, pero cuando a principios del XX se produce una relectura de mujeres visionarias como Santa Teresa se las empieza a considerar como histéricas”, comenta Sanmartín para explicar el camino histórico que lleva del misticismo a la enfermedad mental.
Häxan (Benjamin Christensen, 1922), una docuficción sueco-danesa basada en una guía para inquisidores del siglo XV, es el punto de partida para el curso, un recorrido interdisciplinar por la caracterización de la mujer distinta. La película es una rareza a revisar que plantea cómo los comportamientos que un día fueron propios de brujas o santas pasaron a catalogarse como actitudes histéricas y trastornadas a finales del siglo XIX. De ese proceso de relectura surge otro estigma, en este caso “medicalizado”.
“Me interesó que unos comportamientos femeninos son considerados de diferente modo según la época”, explica Sanmartín, profesora de la Universidad Complutense, que pone un ejemplo gráfico: “Fenómenos como el ayuno extremo, que hoy es anorexia, en el pasado se consideró comportamiento de una santa o de endemoniadas con tendencias suicidas”.
¿Qué diferenciaba a las brujas de las místicas? ¿Qué hacía caer a una mujer con revelaciones del lado de la santidad o de la brujería? ¿Cómo pasó Juana de Arco de hereje a santa en tan poco tiempo? En el caso de Juana de Arco, un extraño ejemplo de fracaso en vida y éxito en la muerte, influyó la política. Pero Hildegard von Bingen, en cambio, se convirtió en consejera de autoridades eclesiásticas de su tiempo pese a sus profecías, sus consideraciones sobre el orgasmo femenino y sus revolucionarios tratados de medicina. La sibila del Rin fue canonizada en 2012.
Rebeca Sanmartín pone el ejemplo menos conocido de Marguerite Porette, una mística francesa quemada en la hoguera por no retractarse de su libro de revelaciones El espejo de las almas simples. O el caso de Juana de la Cruz, una beata toledana supuestamente convertida en mujer en el vientre de su madre después de una revelación mariana. Juana de la Cruz entra en el convento vestida como un hombre y proclama sermones visionarios donde apuesta por una rompedora visión del género. Esa visión heterodoxa frustró su canonización años después de su muerte.
Las mujeres diferentes en el cine y la literatura
En Häxan se plantea que la ciencia libera a la mujer de la superstición, pero la ciencia pasa a ejercer el papel de agente clasificador. “A las mujeres ya no las quemamos pero les damos duchas frías porque tienen un problema neurótico. Las sometes a otro sistema de control del que es muy difícil escapar”, comenta la directora del curso.
Con Häxan como punto de partida, el curso de la UMA ha revelado el papel que el arte y la cultura popular han otorgado a estas mujeres “diferentes”. La literatura y el cine reflejaron a estas mujeres como mujeres pasivas manipuladas por los estamentos eclesiásticos. Para la directora del curso de la UMA, la realidad es distinta: “Yo las entiendo no sólo como sometidas a un discurso eclesiástico, sino también como mujeres que entendieron que esa era la única forma de adquirir poder. La única manera que tenían de salir a la esfera pública era con un discurso religioso, y sabían que las visiones, los estigmas y las profecías iban a darles poder. Podía salir bien o mal”. Con otras palabras: podía llevarlas a la santidad o a la hoguera.
La literatura, el arte y el cine contribuyeron luego a consolidar el estereotipo. Así, por la conferencia de Miguel Ángel Fuentes, centrada en el cine, pasaron la Ofelia de Millais (luego reproducida por Kirsten Dunst y Lars Von Trier en Melancolía), Theda Bara (la vamp más exitosa), Asta Nielsen (la primera y particularísima mujer fatal) o Alice Guy Blaché, pionera y directora o productora de más de 1.000 películas. También obras clave en la construcción del arquetipo de “mujer diferente” como La pasión de Juana de Arco (Carl-Theodor Dreyer, 1928), Frances (Graeme Clifford, 1982), La Loba (William Wyler, 1941), The witch (Robert Eggers, 2016), Un método peligroso (David Cronenberg, 2011), Carrie (Brian de Palma, 1976) o Déjame Entrar (Tomas Alfredson, 2008).
Hoy quedan prejuicios fruto de esta decantación histórica, que aparecen en el vocabulario pero también, según Sanmartín, en discusiones académicas: “Por ejemplo, en esa corriente teórica feminista que habla mucho de la esencia de la mujer enfatizando lo irracional frente a la racionalidad del hombre; no sé hasta qué punto eso nos ha hecho bien”. Sin embargo, toda lectura de aquellas místicas o brujas, canonizadas o quemadas en la hoguera, es ya descreída y ajena a la lectura sobrenatural con la que durante tanto tiempo se enjuició a las mujeres que se atrevieron a ser distintas.