Así sobrevive y se reinventa Curro, la mascota de la Expo’92 que cumple 30 años
Pedro Tabernero fue el encargado de preseleccionar a creadores de reconocido prestigio internacional y realizar la dirección gráfica del concurso para la elección de la mascota de la Expo’92. Tras un laborioso proceso, fue elegido Curro, la propuesta del checo nacionalizado alemán Heinz Edelmann, que concurría con la vitola de ser el autor del trabajo gráfico Yellow submarine. “Fue un gran éxito, pero no resultó fácil”, asegura el editor sevillano. Lo cierto es que Curro sigue gozando hoy de buena salud, y son muchos los diseñadores actuales que siguen inspirándose en él.
“Había que ir con mucha precaución, porque el público de la ciudad ya había rechazado varias propuestas”, evoca Tabernero. “Además, queríamos una mascota moderna y actual, que no echara mano de los iconos de la ciudad”.
Al concurso se presentaron 30 nombres procedentes de 15 países. Algunos artistas invitados declinaron la invitación, como fue el caso del argentino Quino, el padre de Mafalda. “La propuesta de Edelmann era muy versátil, como quedó de manifiesto cuando fuimos a Londres a comprobar que era fácil animarla con actores: funcionaba perfectamente. Luego se descontroló mucho, se explotó de muy distintas maneras, y la aplicación que se hizo de la mascota no siempre fue la más adecuada. Pero por suerte habíamos hecho una serie de imágenes en posturas distintas que sí se respetaron”.
Con y sin nostalgia
Para Tabernero, Curro fue asimismo una mascota alegre, “con aquella cola simbolizando la riqueza y la variedad de los países del mundo, y ese pico de colores que, según decía el propio Edelman, ‘no significa nada’”, recuerda el editor, que a la muerte del creador le dedicó un libro, Los doce trabajos de Sevilla.
Sobre la supervivencia actual de Curro a través de múltiples reinvenciones, desde las más imaginativas perversiones al reciente cartel del Mes de la Diversidad Sexual de Sevilla diseñado por Superbritánico, Tabernero se limita a sonreír. “Yo estoy en otras cosas, el pasado no cuenta para mí. Es un orgullo haber estado en ese proyecto, pero valoro el momento actual. No soy nostálgico, no celebro santos ni cumpleaños. Ni siquiera soy un editor que trabaje para las audiencias, pero aquella vez había que ampliar el espectro. Era necesario llegar al gran público, y hacerlo desde la vanguardia. Curro lo logró”.
Daniel Alonso, componente del grupo Pony Bravo, está sobradamente familiarizado con Curro: la mascota ha protagonizado varios de los provocadores carteles de la banda, y está también muy presente en su trabajo de diseñador. “Hay una parte de reconocimiento generacional y de nostalgia, ya que la Expo nos pilló en la transición de niños a adolescentes, y todo se mezcla con lo que aquel acontecimiento significó para la ciudad”.
Ciudad de símbolos
“Por otro lado”, añade Alonso, “hay en el diseño cierta fealdad, un elemento cutre, que lo hace a su vez atractivo. Una mascota divertida como idea de modernidad, y que al mismo tiempo admite una pequeña crítica por la superficialidad de la idea. La Expo fue nuestro Bienvenido Mr. Marshall, el sueño de una Sevilla moderna en una ciudad que siempre será muy tradicional”.
Con todo, el músico y diseñador cree que Curro encaja a la perfección en una ciudad que es “muy de símbolos”, y vino a ofrecer un alivio a los creadores “que así podían dejar de trabajar con la Semana Santa”, dice con buen humor. Con Pony Bravo, además, encontraron en una chatarrería aquellos muñecos con la forma de Curro que servían de atracción para los niños, “y en ese hallazgo hubo casi una visión a lo Mad Max: los restos de la Expo arrumbados como una Cartuja que durante un tiempo estuvo hecha polvo, con esa sensación de despilfarro inútil”.
A pesar de ello, opina Alonso, “Curro ha quedado como algo estable, que sigue funcionando desde la nostalgia y la comedia. Fue el icono de aquella suerte de Disneylandia rodeada de cultura del pelotazo y corrupción, esa idea de desarrollo cateto de rascacielos y exposiciones universales. Y al mismo tiempo, la ciudad mejoró en muchos aspectos. La Expo es una mezcla de todo ello, y tal vez por eso, también, Curro se ha convertido en un símbolo duradero”.
Criatura fantástica
“Lo que sintetiza y representa Curro tiene un lado oscuro, como todo en esta vida”, explica por su parte el editor y diseñador Rafa Iglesias, “pero entre todas las mascotas de aquella década, fue una de las mejores. Posee una calidad estética y comunicativa brutal”.
Para este creador, que vivió la ebullición del diseño en la Sevilla que se asomaba a los fastos del 92, las bondades de la criatura de Edelmann son abundantes: “Es novedoso, no es un animal preexistente, sino fantástico, de modo que se sale de cualquier canon. No lleva una carga cultural anexa, es libre. Toda su cosmología nace con la propia mascota”.
Iglesias, que actualmente prepara con su sello, Ediciones de Ruina, un libro recopilatorio de crónicas de la época en Diario 16 ilustradas por Miguel Ángel Pratico, La expopeya universal, recuerda cómo los estudios sevillanos trabajaron “a mansalva” entre los últimos 80 y los primeros 90. Pero todos reconocían la maestría de Edelmann, “autor de un icono de la cultura popular universal como el Submarino amarillo de los Beatles”, que asevera. “Otra cosa es que la Expo ocultara bajo la alfombra un montón de basura, y de hecho las crónicas periodísticas fueron muy críticas con ello. Pero de eso no tenían la culpa ni Edelmann ni Curro”.
La mascota, apostilla Iglesias, “funcionaba perfectamente como parámetro de comunicación, daba unos matices muy curiosos y por todo ello ha trascendido su dimensión temporal. Hoy, con la perspectiva del tiempo, admite muy bien las perversiones, los cambios en su figura y sus mensajes. Pero eso solo se hace con un sustrato bueno y adecuado, y Curro sin duda lo tiene”.
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