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Más que un souvenir: las postales protagonizan una exposición en Almería

La exposición estará abierta al público hasta el 8 de septiembre

Alejandro Luque

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Aunque todavía se venden en las tiendas de souvenirs y en algunos estancos, ya son pocos los viajeros que envían tarjetas postales a sus familiares o amigos. Las formas de comunicación digital, más inmediatas y atractivas, han relegado a aquéllas al cajón del olvido. Sin embargo, hubo un tiempo no tan lejano en que mandar una postal era un acto lleno de significado, e incluso una escuela para la mirada. Así lo pone de manifiesto la muestra Discursos postales, comisariada por Cristina Arribas y Carmelo Vega, que hasta el próximo 8 de septiembre puede visitarse en el Centro Andaluz de Fotografía (CAF) de Almería.

La exposición, compuesta por unas 800 piezas de los años 60 y 70, es la profundización de un proyecto anterior exhibido en Canarias, pero sobre todo es el fruto de la pasión coleccionista de los comisarios. “Ambos llegamos al coleccionismo por caminos inversos”, comenta Arribas. “Yo soy arquitecta y Carmelo historiador. Yo empecé coleccionando postales, pero no pensé en investigar sobre ello hasta que no tuve que plantear mi tesis doctoral, y entonces pensé en llevar mi colección a lo académico. Carmelo en cambio, como profesor, necesitaba material y empezó a coleccionar desde la academia. Coincidimos en un grupo de investigación y vimos que nos interesaban las mismas cosas”, explica la arquitecta.

Una de esas cosas, según apunta Carmelo Vega, era “intentar valorar la función de las postales desde la cultura visual, y no quedarnos solo en el aspecto topográfico, como representación de un destino turístico”. Dicho de otro modo, no ver solo el paisaje urbano o natural representado, sino aspectos con los que la foto original se transformaba en tarjeta.

Color postalero

Así, de una colección de 20.000 piezas cada uno, los comisarios se quedaron con las citadas 800, las más reveladoras de esos diferentes ángulos desde los que querían analizarlas, a cada uno de los cuales se dedica un apartado en la muestra. Uno de ellos es el color, por lo general enfático, irreal, destinado a vender un objeto de deseo. “Fue el color el que inventó la postal turística moderna transformándola en una paleta cargada de pigmentos saturados, en una carta de colores artificiales –y, a veces, irracionales–, cuyo objetivo no era otro que realzar y dar nueva vida a las imágenes fotográficas del turismo”, comentan. Tan era así que el fotógrafo Carlos Pérez Siquier llegó a afirmar que, en aquella época dominada por el blanco y negro, “el color era postalero”.

Otro punto fundamental es el montaje, con aquellos diseños imaginativos que brindaban “una multivisión turística integradora y sinóptica”. O el mensaje que de forma inherente acompañaba a la imagen, bajo unas premisas muy concretas, como eran “el texto reducido por las limitaciones del espacio, uso de un estilo telegráfico y superficial con discursos precisos vinculados a la experiencia viajera y a la descripción del contexto turístico y, sobre todo, protocolos de saludos de amistad o de amor”.

Todo ellos sin renunciar, naturalmente, al artificio o el maquillaje, que asoma a menudo en estos productos: “No hay fraude ni engaño en esas imágenes irreales”, comentan no obstante los comisarios: “Son sólo expresiones y testimonios visuales de una seducción aceptada por los propios turistas, que se entregan, libre y despreocupadamente, a vivir las experiencias ficcionales del turismo”.

Folklore y modernidad

Por otra parte, en un mundo pre-globalizado, las tarjetas postales convierten las imágenes en “relatos interpretados desde la perspectiva del tipismo y del folklore local, con una buena profusión de personajes ataviados con trajes típicos, que componían animadas escenas, en un ambiente de bailes y músicas populares, casi siempre en entornos rurales o marineros”, agregan Arribas y Vega. “Las iconografías postales del flamenco participaron de este mismo modelo estandarizado de simulacro folklórico, con la misma teatralidad profesional de los cuerpos de bailes o con los tablaos diseñados para el deleite del turista”.

El director del Centro Andaluz de Fotografía, Juan María Rodríguez, que celebra los “espectaculares” números de la institución en este primer semestre de 2024 –“el público del CAF ha aumentado un 102,5% respecto a 2022 y un 57,23% respecto a 2023 y las actividades han crecido aceleradamente hasta 158 en los 6 primeros meses de este año”, resume– destaca que Discursos postales es una muestra de producción propia que seguirá itinerando en los próximos cinco años.

“Personalmente, me interesa la transversalidad de la fotografía y los usos ‘pobres’, con todas las comillas que correspondan, de la fotografía como vehículo”, comenta. “Las postales entraban en el álbum de casa, en la caja de membrillo junto a las pocas fotografías que se guardaban, y pasaban a formar parte de la memoria familiar”, apostilla el director del CAF.

Fotógrafos anónimos

Pero a Rodríguez también le llama la atención, junto a las empresas que producían postales como Escudo de Oro, el hecho de que se tratara de una “artesanía industrial” y que en muchos casos nunca trascendiera la autoría de aquellas imágenes: “Estamos muy centrados en la fotografía de autor, pero es muy interesante comprobar cómo la mayoría de los fotógrafos de postales eran anónimos”. Y eso aunque, como apunta Vega, la pulcritud de su trabajo demostrara que se trataba de profesionales muy bien preparados.

La exposición incluye también objetos relacionados con el fenómeno de la tarjeta postal propios de la época, como llaveros con fotografías desplegables, objetos decorativos con forma de aparatos de televisión que permitían ver fotos, los famosos visores o incluso postales-disco, con música incorporada.

Por último, se incide en una nueva iconografía turística que, con el boom turístico que la dictadura franquista usó para lavar su imagen, vino una serie de transformaciones que también quedaron reflejadas en las postales. “No solo ocurrió en Mallorca o en la Costa del Sol: también podías encontrar una piscina de Teruel a la última, porque toda España se moderniza casi al mismo tiempo. Lo turístico se vuelve entonces la excusa que encuentra el país para abrirse y modernizarse”, apunta Arribas.

“Sobre la postal suele haber una visión negativa”, reflexiona Carmelo Vega. “A nosotros nos interesa mucho analizar cómo contribuye a crear imaginarios, como imagen que participa de una cultura visual que va más allá, que informa sobre toda una época. Los mismos recursos de la postal los ves en los periódicos o en las revistas. La postal es solo una proyección de la cultura de ese momento”, concluye el comisario de Discursos postales.

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