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El litoral andaluz afronta un otoño de restricciones por sequía tras un verano de récord turísticos y sin mensajes de alerta

El embalse de La Viñuela, en una imagen de archivo

Néstor Cenizo

Málaga —

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Málaga mira al cielo, y otra vez se escrutan las previsiones meteorológicas, tras seis meses en los que apenas ha caído alguna gota. El último episodio relevante de lluvias, en Semana Santa, sirvió para desactivar medidas que ya se anunciaban: cierre de todas las piscinas y la rebaja de la asignación por habitante y día. También borró de un plumazo la intensidad extrema de la alerta que propalaba la Junta de Andalucía, incluso situando en la agenda la aportación de grandes cubas en barco a la Costa del Sol. Terminado el verano y la exitosa temporada turística, los embalses están exhaustos. Este jueves, la Junta ha retomado las restricciones más agudas y la alarma, silenciada durante los meses en que la zona más castigada por la sequía consume más agua, en parte por la masiva afluencia de turistas.

La comisión de sequía para las Cuencas Mediterráneas Andaluzas, que abarca el terreno más extenso (la franja de 350 kilómetros de litoral que va desde el Estrecho de Gibraltar a Cabo de Gata, con sus sierras de cabecera), más poblado (3,2 millones de personas) y más golpeado por la sequía y la escasez (Málaga y Campo de Gibraltar), ha recomendado nuevas restricciones: el consumo por habitante y día pasa de 200 a 180 litros en los sistemas de la capital, valle del Guadalhorce y Axarquía (en escasez grave), y será algo más holgado para la Costa del Sol occidental, en escasez severa: 200 litros. Esta es una asignación bruta en cabecera, que luego se multiplica por el número de habitantes para dar la asignación total.

Los embalses malagueños, al 15,72%

Los embalses de las Cuencas Mediterráneas Andaluzas disponen de apenas 263 hm3, el 22,81% de su capacidad. La situación del litoral es la más preocupante, en particular el malagueño (Costa del Sol, capital y Axarquía), por su densidad poblacional y el uso intensivo del recurso por sus sectores productivos estrella, como el turismo y la agricultura de subtropicales.

Los siete de Málaga han perdido el 23% de lo que tenían en octubre de 2023, y hoy disponen de 96,15 hectómetros cúbicos, apenas el 15,72% de su capacidad. Especialmente preocupante es la situación de los tres mayores: el de La Viñuela (13,68%); el de Guadalteba (11,97%) y el del Guadalhorce (8,07%).

A ello se suma que las previsiones de lluvia para las próximas semanas no son halagüeñas. “Los modelos de predicción estacional para los tres próximos meses indican que hay una probabilidad de que el comportamiento sea más seco de lo normal”, advierte Jesús Riesco, director de AEMET en Málaga, quien matiza que son modelos de fiabilidad relativa.

Un mensaje atenuado en verano

En la sequía que sufre gran parte de Andalucía encaja como un guante el clásico adjetivo acuñado por el Franquismo al que el Gobierno andaluz recurre con frecuencia: “Pertinaz”. Se trata de la más prolongada en Andalucía desde los años 60, según AEMET. El año hidrológico que se acaba de cerrar es el quinto más seco de la serie histórica (que llega hasta 1961-62), y se encadena con otros dos muy secos y otros dos secos. Desde 2019-2020, la media de precipitaciones ha sido del 83%, 81%, 76%, 55% y 58% de lo normal

A pesar de esta continuidad, el Gobierno andaluz ha modulado la intensidad de su mensaje de alerta, hasta silenciarlo durante el verano. El 18 de enero, al anunciar el cuarto Decreto de Sequía, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, dijo con tono grave que Málaga, Sevilla y Córdoba estaban abocadas a severas restricciones si no se daban “30 días de lluvia continuada como mínimo”. La advertencia iba sobre todo por Málaga, pues Sevilla y Córdoba toman sus recursos en la Cuenca Hidrográfica del Guadalquivir (dependiente del Gobierno central, y mucho más boyante). Desde entonces, en la Costa del Sol apenas ha llovido un puñado de días sueltos, pero se ha pasado el estío sin las restricciones graves que anunció el presidente y sin mensajes de alerta.

“Que restrinjan más o menos obedecen a criterios técnicos rebajados o aumentados por factores políticos”, apunta Rafael Yus, que participa en la Comisión de Gestión de la Sequía como miembro de GENA-Ecologistas en Acción. Yus. “La gente entiende que la situación es grave: no es tan impopular adoptar medidas restrictivas”.

La ausencia de advertencias ha abonado la sensación de que la estrategia frente a la sequía se subordina al interés turístico. A favor de esta tesis juega la descarada corrección de criterio sobre el rellenado de piscinas la pasada primavera: primero se dijo que se prohibirían todas; luego que se prohibirían sólo las particulares y no las de hoteles; y finalmente, cuando creció el clamor por la disparidad de criterios (turistas con piscinas, vecinos no), se permitieron todas.

Ciertamente, entre una y otra decisión mediaron dos borrascas, Mónica y Nelson, que dejaron las únicas precipitaciones relevantes de la primavera, pero ni siquiera con aquellas lluvias el año hidrológico ha dejado de ser “muy seco”: 372 litros por metro cuadrado de media en la provincia, el 58% de la media en el periodo 1991-2020. “Salvó en parte una situación muy muy grave, pero no contribuyó a que el año hidrológico fuera normal”, subraya Riesco.

Aquel alivio, prolongado durante semanas por efecto de las escorrentías, justificó que no se intensificasen las medidas de ahorro en la temporada en la que el consumo y la pérdida de agua se dispara por la afluencia turística, el riego de auxilio y la mayor evaporación en los embalses.

“El mejor verano de la historia”

Los expertos suelen alertar de que las lluvias relajan la sensación de urgencia para adoptar decisiones drásticas, reforzando así la escasez a medio plazo. Es lo que Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS), llama el ciclo “hidro-ilógico”.

El informe más reciente de esta entidad señala que las lluvias “excepcionales” de marzo permitieron superar la situación de emergencia. “Sin embargo, los problemas de fondo siguen estando vigentes. Hay que mejorar la gestión de las demandas y el control de los usos en periodos de sequía”. El informe califica la situación del litoral malagueño de “especialmente preocupante”. Desde el 1 de junio de 2024, cuando se flexibilizaron las restricciones (subiendo la dotación diaria nuevamente), los embalses malagueños perdieron 63,94 hm3, cerca de un 39 % de las reservas totales que tenían, según el informe de AEOPAS.

“Hay decisiones que se tomaron en junio que no fueron apropiadas, y ya lo dijimos entonces. Entre ellas la liberación del llenado de las piscinas. En sitios como la Axarquía, con 25.000 viviendas en diseminados, suponen un vaciado muy importante de los acuíferos”, señala Rafael Yus.

Ahora, vuelven a calcularse los meses que duraría el agua al ritmo de consumo actual y sin lluvias: unos diez meses. El regreso de la alerta coincide el comienzo del año hidrológico, el 1 de octubre, y también con el final de la campaña turística que acabó en récord un ejercicio más. 6,2 millones de turistas de mayo a agosto (un 3,1% más que el año pasado), que gastaron 8.752 millones de euros (7,3% más). “El mejor verano de la historia”, dijo el presidente de la Diputación Provincial, Francisco Salado.

Mejor en Guadalete-Barbate y Tinto-Odiel-Piedras

Por provincias, la decena de embalses gaditanos (dos de las Cuencas Mediterráneas y los demás de la Cuenca Guadalete-Barbate) están al 21,11% con 382,98 hectómetros cúbicos (un 27% más que hace un año), y los dos de Granada están al 64,79% con 102,54 (el 51,8% más). Mientras, los siete de Málaga apenas han perdido el 23% de lo que tenían en octubre de 2023, y hoy disponen de 96,15 hectómetros cúbicos, el 15,72% de su capacidad, según los datos de la Red Hidrosur, consultados por este medio a 9 de octubre.

La situación más acuciante se da en la capital, donde se propone seguir usando al máximo los pozos, aprovechar las reservas estratégicas de Casasola y El Limonero y ampliar la capacidad de tratamiento de desalobradoras; y en la Axarquía, donde el gran embalse de la provincia, La Viñuela, está algo mejor que el año pasado pero apenas al 13% de su capacidad, insuficiente para el riego normal de las 12.000 hectáreas de aguacate y mango que hay en la zona, que hoy se abastecen a duras penas de aguas regeneradas.

Los sistemas de Campo de Gibraltar y Costa del Sol Occidental comienzan el año en situación de escasez severa (alerta), mientras que el Sistema Guadalhorce-Limonero ha cruzado durante el verano la línea de escasez grave, en la que también están el sistema del Río Barbate, la Axarquía y el Levante Almeriense (al seguir interrumpido el trasvase del Negratín). En los dos últimos casos, la emergencia se prolonga desde el verano de 2021.

El de las Cuencas Mediterráneas es el primero de los tres comités de gestión de ámbito estrictamente andaluz que se reúne. El 15 de octubre será el turno de Tinto-Odiel-Piedras y el 17 el de Guadalete-Barbate.

A pesar del panorama de las Cuencas Mediterráneas, y en particular del litoral malagueño, el global de las tres cuencas andaluzas es mejor que el año pasado con estas fechas: hay 1.084 hectómetros cúbicos más, pero sigue siendo una cifra muy por debajo de la media histórica. Los embalses almacenan 3.426 hm3, apenas el 28,63% de su capacidad total, según el último informe técnico. Es poco más de la mitad de la media histórica, situada en 5.016 hm3 (41,92%).

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