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Un viaje a Yegen: el pueblo que cautivó a Gerald Brenan

Calle de Yegen.

Nacho S. Corbacho

A simple vista, cuesta hacerse a la idea. ¿Qué llevó a Gerald Brenan a instalarse en Yegen hace ya casi un siglo? De un vistazo el pueblo parece un sitio inhóspito, con el gris como color protagonista y de difícil acceso incluso por carretera. Sin embargo, la panorámica cambia por completo al enfocar bien la imagen, porque aquí los detalles son lo importante. Y en apenas unos minutos dejándose caer por sus calles se comprende por qué el hispanista decidió hacer de esta localidad su hogar. La impactante y salvaje naturaleza, sus humildes gentes, su rica gastronomía y la tranquilidad le convencieron. “No se puede vivir en una aldea española sin sentirse seducido por su vida”, aseguraba el escritor inglés.

La casualidad quiso que un joven Gerald Brenan alquilara una casa en Yegen en 1924. Tras un gris aterrizaje en La Coruña, había llegado finalmente a Granada y, tras acercarse a la axarquía malagueña e incluso pasar unos días en Málaga para curar su disentería, visitó numerosas poblaciones de La Alpujarra granadina en busca de un espacio propio.

Mecina Bombarón, Murtas, Cástaras, Mairena, Nigüelas... En todas buscó su lugar ideal, pero finalmente encontró la casa en Yegen, un pueblo que Brenan describía como “una aglomeración de grises superficies rectangulares” que, desde su azotea, se parecían “a un cuadro cubista de Braque”.

A pesar de la casi inexistencia de carreteras y de que buena parte del viaje debía realizarse en mula, el británico se llevó hasta Yegen alrededor de 2.000 libros, ya que se sentía avergonzado de tener 25 años y “no haber leído más que unas pocas novelas y algo de poesía”. Y aunque la madrugaba le pillaba habitualmente inmiscuido en sus lecturas a la luz de un candil, de donde verdaderamente aprendió Brenan fue del día a día, de mirar su entorno e interesarse por él.

Lo entendió pronto cuando quiso llenar varias cántaras de agua en la fuente cercana a su casa (que aún hoy muestra las incisiones de los recipientes) y las mujeres se lo impidieron: debían hacerlo ellas en base a la vieja tradición que separaba las obligaciones de cada sexo. Así se hizo, poco a poco, a las tradiciones locales. A las fiestas como la Semana Santa, a la costumbre de ir a misa los domingos, a las arraigadas creencias en hechiceras y brujas.

Comprendió también cómo las estaciones influían en los habitantes, que vivían pendientes de frío y del calor, de las lluvias y el verano. Y descubrió la idiosincrasia popular en todas sus facetas.

Al sur de Granada

Todos estos aspectos quedarían plasmados en su libro Al sur de Granada, obra publicada en el año 1957 con la que universalizó el nombre de Yegen y La Alpujarra. Muchos de los conocimientos y anécdotas relatadas le fueron transmitidos oralmente por sus vecinos: José Vargas el estanquero, Federo, Matilde, Don Eduardo el marido de la maestra, José Agustín el albañil, su hija Paquita y su hijo José pocas chichas, Don Horacio el cura (que se enamoró de Cándida, la cuñada del médico) o Don Maximiliano, que vivía muy cerca suya y compartían patio.

Su principal profesora fue María Andorra, que, a cambio de una peseta diaria y la comida, se encargaba de cocinar y limpiar la casa que Brenan había alquilado a Don Fadrique, cabeza de una de las familias más ricas del pueblo. Curiosamente, el mismo lugar en el que había descansado décadas antes Pedro Antonio de Alarcón mientras descubría a caballo las mismas tierras a finales del siglo XIX.

En las nueve habitaciones que componían la vivienda fue también donde el inglés acogió a visitantes ilustres como Lytton Strachey, Dora Carrington o Virginia Woolf. Y donde tuvo una hija, Elena, con Juliana, que trabajaba como sirvienta del hispanista. De ella nada se habla en el texto, aunque el periodista Antonio Ramos Espejo relata bien su historia en el libro Ciega en Granada.

Además, Juliana sí que tiene un papel protagonista en la película Al sur de Granada, que ofrece una versión bastante libre de la relación entre el británico y la joven de Yegen. Estrenada en 2003, dirigida por Fernando Colomo y protagonizada por Matthew Goode y Verónica Sánchez, la película, además, no fue rodada en el pueblo original, sino que se grabó en Capilerilla, un aldea cercana a Pitres, en el municipio de La Taha.

Ruta de Gerald Brenan

Una placa recuerda hoy la vivienda en la que Don Geraldo (como le conocían en el pueblo) habitó a comienzos del siglo pasado. Es una de las paradas obligatorias en la ruta señalizada que recorre algunos de los lugares relacionados con Brenan. Como la calle que lleva su nombre o la iglesia, dedicada al Dulce Nombre de Jesús y que cuenta con un precioso artesonado mudéjar. Fue, además, eje de muchas de las líneas que el hispanista dedicó a la Semana Santa de la localidad y a otras tradiciones religiosas.

El sendero sigue más abajo hacia la fuente de 'La Camellona', desde donde se adentra en la montaña que tantas veces recorrió el inglés. En el camino se debe hacer alto en Piedra Fuerte, donde hubo una fortaleza del siglo XI que el autor representó en sus líneas como “una roca aislada que un día sostuvo un castillo moro”. Un lugar rodeado de lirios púrpuras, de hondonadas de piedra arenosa y de chumberas, quizás lo único que ha cambiado hoy en día, ya que la inmensa mayoría han quedado arrasadas por la plaga de cochinilla blanca que afecta a casi toda Andalucía.

Seguir los pasos de Brenan por Yegen es descubrir que buena parte de su estudio antropológico sigue hoy siendo válido. Por sus calles discurren ahora chavales atentos a las pantallas de sus móviles, pero también campesinos cuya única preocupación son sus cosechas.

La arquitectura heredada de los primeros pobladores bereberes sigue intacta, como la práctica de usar launa (una arcilla local de color gris) para cubrir los terraos (tejados planos típicos de la zona). Y las chimeneas siguen humeantes en invierno, aunque ya es difícil ver que sus llamas sean azuzadas con ramas de bolina, romero, tomillo o espliego.

Las huertas siguen compartiendo terreno con las viviendas en el casco urbano, los pastores cuidando su ganado y elaborando quesos y la vida tiene mucho de intimidad, de casas adentro tras las cortinas de tela alpujarreña. Salvo, eso sí, en fiestas como la del Pucherico, que el autor también relata en su trabajo y que aún sigue reuniendo a los poco más de 400 habitantes del pueblo en plazas y casas para elaborar un sabroso puchero cada 2 de febrero.

También la gastronomía sigue basándose en el entorno, con platos tradicionales como las gachas, el bacalao o numerosos platos de cuchara como el potaje de hinojos. Son algunos de los que describe Brenan en Al sur de Granada y que hoy se pueden encontrar en restaurantes del pueblo como El Tinao y El Rincón de Yegen, ambos también con oferta de alojamiento.

El último cuenta con varios salones acogedores para el invierno y una terraza con estupendas vistas para la temporada estival. Carnes ibéricas, perdiz escabechada o una troncha de bacalao en fritailla alpujarreña son algunas de sus propuestas, aunque destacan especialmente el arroz polvero, las gachas pimentonas o las migas por su auténtico sabor local.

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