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Última llamada para proteger del urbanismo “depredador” el último prado costero virgen de Conil

La torre de Castilnovo

Néstor Cenizo

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Quien conozca la costa occidental andaluza sabe que queda poca que resista a la colonización del ladrillo. La sobreexplotación crónica (iniciada en el desarrollismo y acelerada hasta el paroxismo durante la burbuja inmobiliaria) es un obstáculo menor ante la promesa del empleo que da el ladrillo.

Hace unos años, Greenpeace publicó un informe llamado 'Protección a toda costa', en el que alertaba de que las provincias de Málaga y Cádiz, con el 74,9 y 71,3 por ciento de la primera línea construida, lideraban la urbanización costera en Andalucía. Existen espacios vírgenes, pero suelen ser objeto de la voracidad constructora, cuando no puramente especulativa.

Así ocurre con Maro, donde los históricos terratenientes de Larios quieren un campo de golf en los acantilados. En Barbate, la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento impulsan el Següesal Golf Resort: 4,67 kilómetros cuadrados que triplicarían la superficie urbana del municipio (aunque esta urbanización finalmente se situará a 3 km y medio de la costa). La Junta también tiene en su aceleradora el proyecto de Atlanterra Golf, en Tarifa, con más de 1000 viviendas y 1372 plazas hoteleras. Marbella aprobó urbanizar el último tramo natural de costa con un hotel de cinco estrellas y 186 viviendas.

Los terrenos vírgenes son golosos, y al Prado de Castilnovo algunos le llaman el “último prado costero”, nombre que lo explica todo. Una franja entre la campiña y el litoral, con dunas y lagunas episódicas habitadas por chorlitejos patinegros e ibis eremita, bajo la sola presencia de una antigua torre vigía. En total, 385 hectáreas (3,85 millones de metros cuadrados, una parte ya protegida por ser dominio público marítimo-terrestre), que lindan con la A-2233 (este), el río Salado (norte), el arroyo Conilete (sur) y la costa (oeste).

El pueblo de Conil intenta proteger este lugar desde hace tres lustros. De momento, sin conseguirlo. La Junta de Andalucía, que rechazó declararlo “paraje natural” en 2005, ha declinado recientemente protegerlo como “paisaje protegido”. Con la protección que tienen la playa y algunas zonas es suficiente, dice la administración.

El Ayuntamiento cree que la inclusión del Prado de Castilnovo en la red de espacios protegidos lo pondría a resguardo de la presión urbanística. Además, teme que el aumento de visitantes de la playa acabe dañando el lugar, y que la intensificación agrícola altere el acuífero sobre el que se asienta.

A finales de noviembre, el alcalde Juan Bermúdez (IU) y Lola Yllescas (Ecologistas en Acción) se reunieron con Araceli Cabello, directora general de medio natural, biodiversidad y espacios protegidos, y Daniel Sánchez, delegado territorial en Cádiz, para pedirles que la administración reconsidere su postura. “Nos pidió información y poco más; dijo que lo iban a analizar y contestarían”, asegura Bermúdez. Consultada en relación a este asunto, la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible no ha respondido a este medio.

“Paisaje protegido”

La posible revisión daría un vuelco sobre la bocina al resultado que se viene repitiendo desde hace mucho tiempo. El informe firmado el 18 de mayo por el jefe de espacios naturales protegidos de la Junta de Andalucía argumenta que la zona no cumple los criterios para ser “paisaje protegido”, básicamente porque la playa ya es dominio público marítimo terrestre (donde no se puede construir) y parte del prado está ya protegido por el Plan de Ordenación del Territorio de La Janda.

Pero el alcalde de Conil y los ecologistas no están conformes. “Nos contestaron con una serie de cuestiones que no respondían en absoluto a lo que planteábamos”, protesta Bermúdez. “El argumento de la Junta es que no tiene suficientes valores naturales, pero se confunde”, advierte Yllescas. “Pedimos que se declare paisaje protegido, que es una figura que protege un territorio por sus valores culturales, paisajísticos y ambientales, no solo por el valor ambiental”.

Los paisajes protegidos son la última categoría del sistema de protección establecido por la ley de Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, tras los parques, las reservas naturales y los monumentos naturales. La declaración corresponde al Consejo de Gobierno, y en Andalucía solo hay dos: el corredor verde del Guadiamar y el río Tinto.

Valores culturales, paisajísticos y ambientales

El Ayuntamiento de Conil presentó un informe en el que justificaba el interés en proteger el lugar. Incluía una amplia batería de motivos ambientales: hay varios hábitats de interés comunitario y una zona de especial conservación (las marismas de río Salado) integrada en la Red Natura 2000.

En la zona hay especies de interés como el aguilucho cenizo, el sapillo pintojo, el chorlitejo patinegro y, singularmente, el ibis eremita (Geronticus eremita), objeto de un programa de reintroducción en Cádiz iniciado en 2003. Hasta hace un par de años estaba catalogado “en peligro crítico de extinción” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y en 2018 quedaban 147 parejas reproductoras en todo el mundo. Desde hace años es objeto de un programa de reintroducción de la Junta de Andalucía. Según el informe que ha aportado el Ayuntamiento, desde 2015 anida en la torre almenara de Castilnovo, ubicada en pleno prado.

Pero además de estos valores naturales, el informe hace un recorrido por el patrimonio histórico-cultural del lugar. Destaca la torre a cien metros de la línea de costa, del siglo XVI, catalogada Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento. Pero también los típicos pozos y abrevaderos, que han servido a la agricultura (trigo, remolacha, girasol) y a la ganadería extensiva de vaca retinta. Las antiguas salinas datan del siglo XVI y como hitos de la historia reciente perviven también cuatro búnkeres de la Segunda Guerra Mundial. Estos argumentos no han doblado por ahora el brazo de la administración autonómica.

Amplio acuerdo municipal para pedir la protección

De momento, el Prado de Castilnovo tiene protección municipal: el terreno es un espacio no urbanizable en el PGOU de Conil. Pero los planes urbanísticos municipales son volubles. El alcalde teme que cambios en la corporación traigan consigo mayor flexibilidad para urbanizar este u otros terrenos. “No es lo mismo revertir una figura municipal que una figura autonómica”, insiste: “Ya han venido especuladores que compraron terrenos allí”. Según el alcalde, estarían esperando a que cambien las mayorías para promover sus planes.

Hoy por hoy, el riesgo parece lejano. En abril, el Pleno acordó por abrumadora mayoría (19 votos a favor -IU, PSOE, AxSí y Ciudadanos- y dos en contra -PP) reclamar la protección del Prado de Castilnovo. En agosto, unas 500 personas (según los ecologistas) participaron en una marcha con el mismo objetivo. “El pueblo entiende que la protección garantiza la sostenibilidad social, económica y ambiental del territorio. Es lo que nos diferencia de otros municipios, donde todo el litoral está construido”, dice Bermúdez. “Hay un concepto depredador del territorio y otro modelo de desarrollo donde la protección del espacio prima”.

La Junta de Andalucía volverá a tener la última palabra para decidir si hace falta proteger el Prado de Castilnovo, reducto que resiste, por ahora, a la invasión de los enladrilladores. 

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