“Hay que considerar la cultura como un derecho humano, al mismo nivel que la vivienda o la alimentación”
- Fernando Rivarés, concejal de Economía y Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, hace balance de la legislatura y, en el día de su inauguración, habla del Festival Zaragoza Escena
Fernando Rivarés Esco (Zaragoza, 1970) es consejero de Economía y Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza, aunque es solo la segunda de sus competencias la que atañe a esta entrevista. A ocho meses de las elecciones municipales, el edil hace balance cultural de lo que va de legislatura. Repite el concepto del bien común, como elemento principal de la política cultural: “La cultura es una industria, es ocio, es creación, pero ha de ser un derecho humano esencial o no cumplirá su papel fundamental en la sociedad, por eso hablamos de cultura del bien común”.
En su jornada de inauguración, el concejal habla del Festival Zaragoza Escena, del que asegura que es una “cita esencial” en la agenda cultural de la ciudad. Comienza este viernes, 14 de septiembre, y es un evento internacional que, hasta el próximo día 30, traerá a la capital aragonesa 20 espectáculos (nueve de danza y 11 de teatro). Siete son propuestas aragonesas, nueve nacionales y cuatro internacionales.
¿Está contento con la programación del festival?
Sí, para mí lo más importante de este festival –que es internacional– es que tiene algunas diferencias esenciales con otros. Primero, no es un festival de un solo género, conviven el teatro de texto, el teatro de cuerpo, la danza, el circo, el títere, etcétera. Otra de las diferencias, de matiz ideológico, es que también conviven proyectos comunitarios, usados para la convivencia e integración social, y tienen el mismo nivel de consideración que el resto; no porque los convirtamos en profesionales, sino porque ya son profesionales y su ámbito de trabajo es usar las artes escénicas para proyectos comunitarios.
Además, el festival convierte en estreno internacional proyectos de coproducción. En Zaragoza, los teatros públicos han pasado de ser centros de exhibición para ser centros de creación, formación y exhibición.
Y, para terminar, también destaco la cogestión. Prometí poner los recursos materiales de la ciudad en manos de los creadores en materia de cultura: este festival no lo programa el gerente del patronato ni el concejal, sino un comité de programación compuesto por todo el sector teatral. En tres años hemos demostrado que el modelo de cogestión de este festival hace a los artistas más atractivo venir aquí, porque coproducen con nosotros, que buscar un escenario más ‘cool’ que, supuestamente, les abrirá más puertas.
Hay siete estrenos absolutos, ¿es esta la cita cultural más importante que hay en Zaragoza?
No, por dos razones. Es una cita esencial porque, en el tercer año del festival, ya ha reconocido el reconocimiento del Ministerio de Cultura. Cualquier sabe que un proyecto como este puede tardar 10 o 15 años en recibirlo (o nunca) y, aunque solo aporta 15.000 euros, ya tiene el sello del Ministerio.
Pero, ¿por qué no es el más importante? Porque hemos diseñado una programación que obedece a un modelo cultural por el bien común, que tiene que asegurar un proyecto cultural basado en el bien común, que tiene que garantizar el acceso universal a la cultura. Es decir, no es la cita más importante, porque en el mismo nivel está, por ejemplo, Zirco Zaragoza, que ha convertido a esta ciudad en la segunda –tras Barcelona– más importante en el ámbito del circo contemporáneo, y eso es decir tanto como que es una de las más importantes de Europa.
También un proyecto –seguramente poco difundido– como “Barrios Creando, Creando Barrios”, o el centro de danza como espacio de coproducción, creación, ensayo y residencias, o la Harinera, que se ha convertido en un centro de referencia de la cultura comunitaria.
Un aspecto importante es que, por primera vez en 40 años de democracia, las cinco salas estables de la ciudad inauguramos, de modo conjunto y a la vez, temporada teatral.
También hay actividades complementarias, ¿cuáles son?
Es importante que, además de los espectáculos en sala, haya otras opciones. Por ejemplo, talleres de dramaturgos y dramaturgas que han creado textos para convertirlos en lecturas dramatizadas dentro del festival, también actividades de formación para profesionales o estudiantes que recibirán máster class de las compañías. Las compañías, además, tienen la obligación de, después de la actuación, bajar a la platea a debatir y discutir con el público sobre lo que han visto e, incluso, sobre cómo pueden mejorar en gira esos espectáculos.
¿Se ha publicitado lo suficiente, cree que la gente en la calle sabe que en Zaragoza hay un festival de artes escénicas de primer nivel?
El público no habitual del teatro lo sabe porque nos ocupamos de eso. Pero yo echo mucho de menos que los medios de comunicación convencionales reconozcan el valor de este festival y otros proyectos. Tengo la sensación –por no decir la convicción– de que en algunos casos prefieren no darle la cancha que merece hasta el último día, cuando yo creo que tienen que explicar lo que la ciudad –no el Ayuntamiento– está creando para convertir (que estamos en camino) a Zaragoza en una gran metrópoli cultural de conocimiento europeo.
La ciudad ya ha notado desde hace dos años que hay una amplia evolución cultural muy intensa, que la gente percibe cada día en cada calle y en cada barrio, porque, por vez primera, estamos descentralizando la actividad cultural para todos los distritos de la ciudad.
¿Se está logrando ese objetivo de situar la cultura más allá de un elemento meramente de ocio, sino desarrollarla como parte de un modelo de ciudad?
En los 90, la gente de la cultura hablaba de ella como elemento que hace ciudad. Eso sigue siendo muy importante, pero hoy, en el S. XXI, hay que considerar la cultura como un derecho humano, al mismo nivel que la vivienda, la alimentación, el derecho al voto o a la educación. Porque solo concibiendo la cultura como un derecho humano puedes hacer políticas reales de cultura comunitaria, para todos y todas y de acceso universal.
La cultura es una industria, es ocio, es creación, pero ha de ser un derecho humano esencial o no cumplirá su papel fundamental en la sociedad, por eso hablamos de cultura del bien común.
El espectador tiene que dejar de ser un elemento pasivo, para ser activo, y el artista tiene que dejar de ser simplemente un elemento creador de cultura para ser un elemento crítico que construye país y modifica la sociedad en la que vive. En este sentido, el Festival Asalto, que ha sido considerado uno de los cinco mejores proyectos de arte urbano del mundo, cambió hace tres años su esencia de decorar y recuperar espacios del Casco histórico, para ser un elemento que, tras meses de colaboración y trabajo comunitario en un barrio distinto cada año, cambia no solo el espacio urbano, sino los modos de convivencia de ese barrio a través del arte; y convierte a vecinos y vecinas en elementos esenciales.
¿Qué está haciendo este Gobierno municipal para fortalecer esa cultura del bien común?
Tú puedes crear muchas estructuras, muchos festivales, que está bien, pero tienes que crearlas con contenido y fundamentalmente, que ese contenido no sea algo que dirige el Ayuntamiento, la institución debe ser la financiadora y la facilitadora de la creación de proyectos culturales de toda la sociedad, pero que no haga nada sola, que todo sea en colaboración con… Por eso creamos el Consejo de la Cultura, de elección democrática, que tiene que definir las líneas esenciales de la cultura de la ciudad. Está costando que funcione al 100 %, porque a todos nos falta la costumbre de la participación cultural y de la corresponsabilidad democrática.
El Consejo de la Cultura se creó como un órgano de participación ciudadana, pero no se ha sabido demasiado de él, dice que está costando que funcione, ¿pero está avanzando algo?
No me importa que no se sepa mucho del Consejo, me importa que cumpla su función y aún no la está cumpliendo al 100 %, pero es lógico, necesita un proceso largo de concienciación, de aprendizaje, que algunos políticos sepan ceder las capacidades de decisión al sector, que el sector sepa que ese órgano les representa, que esto no va de cuál es el beneficio inmediato, sino de que todos y todas entendamos que ese consejo debe decidir las líneas generales de la política cultural, y eso, que no existe en casi ningún sitio, es la demostración de que tiene que rodar más tiempo para que cada vez funcione mejor.
En algunos países hay consejos consultivos, donde el político pregunta “¿qué os parece?” y luego hace y deshace lo que quiera, y, además, pregunta a quién él estima conveniente. Este consejo cambia de representantes cada año y los políticos no podemos decidir nada sin contar con el sector, eso es lo nuevo y revolucionario.
Quedan nueve meses para las próximas elecciones, será difícil que se dé ese rodaje; si hay un cambio de color en el Ayuntamiento, ¿cree que sería asumido por el nuevo Gobierno?
Está pensado para que, si hay un cambio de Gobierno, ese Consejo siga siendo igual de esencial o el Consejo se rebele, está formado para que el sector sea dueño de su futuro.
¿Se está apoyando lo suficiente al talento local? ¿Se hacía antes?
Hay un hashtag, que cree de pura emoción en mi Twitter, que es #TalentoLocal y que ha fructificado. Todo el que apoya este modelo cultural, y todo el que lo critica, usa ese hashtag, ha creado escuela. Eso demostraría que había un ansia, un hambre y una disposición de los creadores y sus espectadores a apoyar a los nuestros. Digo “los nuestros” como los que viven o crean aquí.
¿Se hacía antes? Siempre se trató mejor a las compañías locales, pero creo que eso no era suficiente, había que generar estructuras estables para apoyar al talento local. Había que demostrar que una ciudad no es solo sus edificios, su aeropuerto, sus carreteras, sus plazas, sino también sus poetas, músicos y artistas. Y eso lo estamos consiguiendo ahora.
¿Cómo está afectando, o puede afectar, la Ley de Contratos del Sector Público a la cultura? ¿Perjudicará a los pequeños agentes culturales?
Llevar Economía y Hacienda, además de Cultura, me ha permitido, desde el primer momento, asegurar que es una barbaridad. Esa ley se hizo pensando en los ministerios, pero, ¿quién sostiene la gran mayoría de contratos públicos en España? –excepto las grandes obras de carreteras, autopistas, etcétera– los ayuntamientos. Y hay algunos gigantescos, como Madrid, pero miles de ayuntamientos de cientos de vecinos. Es una barbaridad y un desastre para todos los municipios.