El triple aniversario de Miguel Catalán, el científico aragonés que da nombre a tres cráteres de la luna
Nacido en Zaragoza, Miguel Catalán fue un investigador y maestro, considerado uno de los científicos más importantes de la Edad de Plata de la Ciencia española. Estudió en la Universidad de Zaragoza, donde obtuvo el premio extraordinario en Química, y después se trasladó a Madrid, ya que era la única Universidad donde podía desarrollar su doctorado en aquel tiempo. Estuvo alojado en la Residencia de Estudiantes y trabajó en el Laboratorio de Investigaciones Físicas, y “en ese ámbito científico y cultural que estaba en efervescencia en esos años en España tuvo la oportunidad de conocer con grandes científicos y establecer colaboración con ellos”, declara Pilar Catalán, sobrina del científico y catedrática de Botánica del Campus de Huesca de la Universidad de Zaragoza.
Fue en esos años cuando la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) , una institución impulsada por Ramón y Cajal que promovió el desarrollo de la ciencia, financió los centros de investigación y las estancias en el extranjero de jóvenes investigadores. “Se creó un ambiente científico extraordinario, Miguel tenía grandes inquietudes y tuvo la suerte de ser dirigido por Ángel Campo, que era el científico que había introducido la técnica de la espectroscopia en España. Desarrolló la tesis con él, analizando el espectro de Magnesio y posteriormente obtuvo una beca para desplazarse a Inglaterra”.
Esta beca postdoctoral lo llevo a Londres, al Imperial College, donde investigó los espectros de otros elementos más complejos, concretamente el manganeso. “Su éxito consistió en descubrir y saber interpretar el espectro de bandas o líneas de este átomo y acuñar el término ”multipletes“ para una serie repetitiva de líneas que mostraban un patrón regular”. Estos datos experimentales sirvieron para corroborar la teoría de la estructura atómica de elementos complejos y las distribuciones de los electrones en diferentes orbitales y niveles de energía, refrendada por primera vez con los datos empíricos obtenidos por Miguel“. Esto tuvo lugar en 1921, un año después de su llegada a Londres.
La labor investigadora de Miguel Catalán se centró en la espectroscopia, que se ocupa de la interacción entre la radiación electromagnética (“luz”) y la materia, con los fenómenos de absorción o emisión de radiación. La espectroscopia tiene aplicaciones en astronomía, física, química y biología, entre otras disciplinas científicas.
Otra de las grandes pasiones de Miguel Catalán fue la educación. A su regreso de Londres, empezó a impartir clases en la Universidad. En 1930 fue nombrado jefe de la Sección de Espectroscopia del Instituto Nacional de Física y Química y en 1934 consiguió su cátedra de Estructura atómico molecular y espectroscopia en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid. “Durante su etapa en Londres también visitó institutos de segunda enseñanza, ya que le apasionaba la educación. Fue un gran maestro y un gran pedagogo, tanto a nivel universitario como de bachillerato. Había sacado la oposición para profesor de instituto y estuvo dando clase en el Instituto-Escuela de Madrid, donde conoció a la que sería después su mujer, Jimena Menédez Vidal”, explica su sobrina.
Laboratorios con paridad
Durante estos años, entre el 1931 y 1936, Miguel Catalán fundó su laboratorio en Madrid. Belén Villacampa, profesora de la Universidad de Zaragoza y comisaria de la exposición 'Miguel Catalán, investigador y maestro' que acoge la Escuela Politécnica Superior de Huesca, destaca de estos años que hubo momentos en los que hubo más mujeres que hombres en su laboratorio: “Miguel Catalán fue nombrado en 1930 jefe de una de las tres secciones del Instituto Rockefeller, la de Espectroscopia. Allí se constituyó una ”escuela de espectroscopia“ (1930-1936) de la que formaron parte un buen número de mujeres, químicas y físicas: Dorotea Barnés González, M. Paz García del Valle, Pilar Madariaga, Rosa Bernis, Josefina González Aguado, Pilar Martínez Sancho, Carmen Mayoral Girauta”.
Sin embargo, con el inicio de la Guerra Civil, “muchas de ellas tuvieron que interrumpir su formación, algunas de ellas no volvieron a investigar o cambiaron su campo de trabajo, hay alguna con una trayectoria curiosa como es Pilar de Madariaga. Investigó cómo mejorar determinados procesos industriales y termino siendo profesora de literatura, se exilió y tuvo que hacer una segunda carrera y un segundo doctorado. Terminó dedicándose al mundo universitario, pero en nada que tuviera que ver con la química; estuvo en EEE.UU. y la herramienta que encontró para su desarrollo fue la literatura”. Sin embargo, Pilar Catalán destaca la importancia de que hubiera mujeres en el laboratorio en un momento en el que “el número de mujeres que iban a la universidad era escasísimo en España y en una carrera como Física aún menor. Miguel dio pie a que la mujer se incorporar a la ciencia en una carrera tan poco usual en aquel tiempo como la Física”.
Exilio interior
El 18 de julio de 1936, el día del alzamiento militar, Miguel Catalán se encontraba en su segunda residencia de San Rafael (Segovia), zona que permaneció bajo el mando nacional durante todo el conflicto. Su sobrina explica que “cuando estuvo en Segovia intento ayudar, apuntándose a un grupo de voluntarios para tomar muestras de sangre y hacer un censo de los heridos de guerra. Pero le asociaron con el bando republicano al haber pertenecido a la JAE y pensaron que era un espía trabajando para la República, por lo que le apartaron de su labor de voluntario”.
Más adelante trato de dar clases en el instituto de Segovia y tras acabar la Guerra Civil en la Universidad de Madrid, pero se le retiró la catedra universitaria y el pasaporte, “por lo que tampoco pudo viajar a Estados Unidos, donde sus colegas le habían ofrecido proyectos y trabajo”. Iniciada la postguerra, comenzó a dar clases a alumnos de segunda enseñanza en el Colegio-Estudio de Madrid, fundado por su mujer y dos compañeras. El Colegio-Estudio fue un centro mixto heredero del desaparecido Instituto-Escuela, inspirado en el ideario pedagógico de la Institución Libre de Enseñanza.
Miguel dio clases de Física y Química y también estuvo trabajando para la industria. “Ese fue su exilio interior, apartado de la investigación y de la vida académica universitaria, hasta 1947, cuando volvieron a restituirle en su trabajo y recuperó la catedra. Finalmente le devolvieron el acceso al laboratorio y a partir de 1949 pudo volver a investigar. Refundó su laboratorio y creando lo que se llamó la Escuela de Madrid. Volvió a investigar, a tener doctorandos y a dirigir tesis”, explica Pilar Catalán.
Murió en 1957. Un año antes había sido nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, estaba preparando su discurso de entrada, pero no pudo llegar a defenderlo. Debido a sus logros científicos la unión astrofísica internacional le dedicó los tres cráteres de la luna que llevan su nombre. Su valía ha quedado patente por los reconocimientos que ha tenido en España, le han dedicado tres institutos de Física del CSIC en Madrid, dos institutos de segunda enseñanza en Zaragoza y Coslada (Madrid) y premios y medallas a la excelencia investigadora.
Investigador y maestro
Esta exposición nace de la “necesidad e interés en reivindicar su figura, una figura importante a nivel científico y que no es muy conocido en la ciudad en la que nació y nos pareció que era importante darle a conocer”, explica Belén Villacampa. La exposición se centra en primer lugar en la vida personal de Catalán, en sus vivencias y en sus orígenes, “una serie de aspectos para conocerle más como persona”.
Su labor como científico protagoniza la segunda parte de la exposición, “su labor como químico y su preparación de oposiciones para ser profesor de enseñanza media, aunque este oficio lo hizo en otras instituciones más vinculadas al JAE, la docencia también es una parte muy importante de su trayectoria. Explicamos cuál es su contribución más importante vinculada a los estudios que hizo mientras estuvo en Londres y la trascendencia que tuvieron sus descubrimientos, también en esa parte la travesía del desierto que tuvo que pasar del 36 hasta el 47, cuando se pierde por completo la posibilidad de seguir investigando y no la vuelve a retomar hasta 1949”.
La exposición termina recordando la presencia y la huella del científico en diferentes ámbitos, “no solamente su reconocimiento científico con los premios y homenajes en su nombre, sino también personal. Se destaca también el hecho de que sea uno de los tres aragoneses que dan nombre a un cráter en la Luna, ya que sus aportaciones tuvieron mucha importancia en fenómenos relacionados con la astronomía”.
La línea transversal que recorre toda la muestra es su vínculo no solo con la investigación sino también con la docencia, “lo de llamarlo investigador y maestro venia marcado porque él se sentía así, era un maestro en sentido amplio, le gustaba mucho trasmitir y enseñar”.
La exposición ‘Miguel Catalán: Investigador y Maestro’, comisariada por los profesores Belén Villacampa Naverac (Universidad de Zaragoza) y Carlos Gonzalez Larraga (IES Miguel Catalán, Zaragoza) e inaugurada el pasado 9 de noviembre, estará abierta al público en la Escuela Politécnica Superior de Huesca hasta el 23 de diciembre de 2020.
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