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Berlanga, la familia Leguineche y ¡Viva Rusia!

El legado que Luis García Berlanga depositó en la Caja de las Letras en 2008 se desveló el 10 de junio, al abrir la caja de seguridad en la que se encontraba en la sede del Instituto Cervantes de Madrid. EFE/ Biel Aliño/Archivo

Ana Asión Suñer

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Existen figuras que se caracterizan por haberse convertido en parte del acervo popular de una nación, territorio o generación. Y luego están aquellas que, directamente, hacen que la narración de la historia resulte incompleta si se obvia su existencia. El cineasta Luis García Berlanga ostenta el honor de pertenecer a este segundo grupo. No solo por la innegable calidad de su trayectoria fílmica, sino también por haber sido capaz de traspasar los límites del séptimo arte e incluso haber sido reconocido por la Real Academia Española -el término berlanguiano se utiliza para hacer referencia a su figura o su obra-. Por todos estos motivos, cualquier noticia vinculada con el cineasta -y más en 2021, declarado Año Berlanga con motivo del centenario de su nacimiento-, llama la atención de los medios de comunicación. 

Uno de los acontecimientos más esperados era la apertura de la caja de seguridad 1.034 del Instituto Cervantes, lugar donde el director depositó un misterioso documento el 27 de mayo de 2008. Las instrucciones eran sencillas: solo se podía acceder a su contenido cuando se cumplieran cien años de su nacimiento, es decir, el 12 de junio de 2021. Sin embargo, el acontecimiento se adelantó al día 10, un cambio repentino de guion que parecía sacado de algún largometraje del ilustre director valenciano. ¿Realmente había que esperar más tiempo? Berlanga nos debía una explicación, y ya habíamos esperado demasiado para esa explicación que nos debía. 

Sus nietos, Fidel y Jorge García Berlanga, acompañados de Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, y Mariano Barroso, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, desvelaron que en la pequeña urna había almacenado el guion inédito de la película ¡Viva Rusia!, escrito por Berlanga, su hijo Jorge, Rafael Azcona y Manuel Hidalgo. Se trataba de la cuarta entrega de su famosa Trilogía Nacional, compuesta por La escopeta nacional (1978), Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982). Un proyecto que comenzó a gestarse tras la muerte de Luis Escobar, actor que había encarnado al marqués de Leguineche y cuya pérdida hacía inviable la realización de un posible Nacional IV. El clan familiar seguía con sus negocios de dudable legalidad, pero a través del hijo del marqués, Luis José (José Luis López Vázquez). 

El texto junto al resto del material que contenía la caja -una biografía de Berlanga y un ensayo sobre El verdugo en una revista francesa- ha pasado a formar parte de la exposición “Berlanguiano. Luis García Berlanga (1921-2021)” organizada por la Academia de Cine y ubicada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 

Más allá del indiscutible valor cultural de los documentos, el evento ha supuesto el final de un nuevo capítulo en el legado del eterno director. La reivindicación de una manera de hacer cine única y universal, que utilizó el humor como pincel con el que retratar las miserias, sueños y esperanzas de una sociedad que durante la segunda mitad del siglo XX transitó en busca de su propia identidad.

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