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Sobre este blog

El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Mirando a las cloacas

Raúl Gay

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La democracia es una cuestión de grado. Existen muchos elementos para juzgar si un país es más o menos democrático que otro… sin que nunca se pueda llegar a la perfección. Por suerte, siempre es posible avanzar, profundizar en la democracia. Un ejemplo lo hemos visto en el cambio de la ley electoral, que por fin permite el voto a las personas con discapacidad intelectual.

Pero si nuestra democracia aumenta al otorgar el voto a más gente, ¿qué sucede cuando descubrimos que (presuntamente) un Gobierno utilizó mandos policiales para inventar una trama que dañase a un partido de la oposición? ¿Cuántos puntos perdemos? ¿Sigue siendo España una democracia?

Estoy muy cansado de escuchar que “España es un gran país”, que “en España hay separación de poderes”, que España “no es Corea del Norte”, como dijo el ex ministro de Interior y presunto creador de la policía política Jorge Fernández Díaz. Son palabras vacías que tratan de esconder una infamia. Tratan, no lo consiguen.

Esta semana, al escuchar las grabaciones en las que un mando policial (presuntamente) ofrecía residencia en España a un ministro de Venezuela a cambio de que firmase unos papeles absolutamente ficticios, al tener pruebas fehacientes de que mi Gobierno (todo presuntamente) había mentido en una comisión de investigación, había utilizado fondos públicos que para hundir a un rival político, había ordenado el robo de objetos personales, había retorcido las reglas para otorgar una nacionalidad a cambio de una mentira, había faltado a la verdad en el Congreso, había acusado en falso… al ver todo esto me entró tristeza.

No me indigné, ni enfadé. Estaba triste.

Triste es vivir en un país donde la democracia se entiende como aquella frase “Si sale cara, gano yo; si sale cruz, pierdes tú”.

Triste es vivir en un país donde hay personas que (presuntamente) prefieren destruir la separación de poderes con tal de mantenerse en el poder.

Triste es vivir en un país donde el presidente (presuntamente) miente en sede parlamentaria y acusa a otro partido de recibir dinero de Irán, sabiendo que no es cierto.

Triste es que desde “arriba” (presuntamente) se ordenó redactar un informe policial sin sello ni firma y cuyo único fin era atacar al secretario General de Podemos, hasta tal punto que el documento (más ficticio que Harry Potter) llevaba por nombre de Pablo Iglesias Sociedad Anónima.

Triste saber que desde “arriba” (presuntamente) se ordenó robar el móvil de una asesora de Iglesias para acceder a su contenido, venderlo o regalarlo a medios afines y que estos lo divulgaran como si se tratara de una exclusiva legalmente obtenida.

Triste es vivir en un país cuyos dirigentes se llenan la boca con la palabra España al tiempo que (presuntamente) la hunden en las cloacas.

Triste es vivir en un país donde aquellos que creemos en la posibilidad de una España más amable y humana somos tachados de terroristas, de habernos financiado ilegalmente, mientras hoy otro partido no niega recibir dinero del extranjero y nada le sucede.

Triste tener que repetir “presuntamente” por miedo a una querella cuando otros han lanzado acusaciones gravísimas y falsas sabiendo que nada iba a sucederles.

Pero la tristeza no da paso al desánimo. Una vez transcurrido el duelo, toca levantarse, salir a la calle y gritar que esta no es la España que queremos, que queremos un país decente, democrático, donde nadie pueda utilizar los recursos públicos para enriquecerse ni, mucho menos, para atacar a otro partido.

Me duele esta España. Y trabajaré para vivir en una España que no huela a cloaca.

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