El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon.
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En pleno siglo XXI, la barbarie, la falta de sensibilidad y sobre todo la falta de corazón del hombre de cara a su “supuesto” mejor amigo es digno de destacar y no precisamente por su bondad.
Hace unos días fallecía en Zaragoza una perra a causa de las heridas sufridas al ingerir varias puntas de bisturí camufladas en trozos de comida, en la propia residencia donde vivía junto con su dueña.
La perra sufría ansiedad por separación, sintomatología propia de los animales que sufren la ausencia de sus dueños cuando estos no están en casa, lo que hacía que aullara cuando se quedaba sola en el piso. La dueña de la perra recibió varias veces la visita de la Policía a su domicilio, pues habían sido avisados por algún vecino de las molestias que causaban los aullidos de la perra.
El hecho de que un vecino llame a la Policía por las molestias que pueda producir el ladrido de un perro que padece de miedo cuando se queda sólo ya es una actitud muy poco empática ni propia de alguien que pretende convivir en comunidad. Quién no ha sufrido los llanto del bebé de sus vecinos, los lamentos del abuelo encamado con dolores de la casa de al lado, las disputas de los de arriba con su hijo adolescente que está un poco rebelde… y no se nos pasa por la cabeza más que “pobres, a ver si se pasa pronto y remontan la mala temporada, y yo puedo descansar también”. No creo que a nadie se le pase por la cabeza deshacerse del que sufre, por mucho que suframos con él.
Bueno, pues llegados a este punto, ya no diría falta de empatía, lo califico como propio de un psicópata, poner en marcha un plan tan cruel y cobarde como el que tuvo por víctima a Nika.
Una vez llevado a cabo, con amenazas previas, llamadas a la Policía, un bisturí (que no se trata de un utensilio frecuente en un domicilio que digamos), no parece difícil averiguar qué vecino padece tal trastorno. Trastorno por otra parte que puede focalizarse en cualquier momento hacia otra víctima que moleste a tan deleznable sujeto. Quién sabe, un vecino que tienda poco seca la ropa y gotee encima de la suya, el que aparca el coche demasiado pegado a su plaza, el del ruido del aire acondicionado que hace vibrar su pared, alguien que escucha la música un poco fuerte… todo depende del listón.
Pues a pesar de no parecer muy difícil y de que queda claro que nadie está libre de ser el próximo objetivo, en esta ocasión es muy probable que nunca se sepa quien sigue campando a sus anchas después de realizar tan atroz hazaña. Y es que hay una pequeña diferencia, que en este caso la víctima es un perro.
Se hace visible una falta de formación e interés de las fuerzas de seguridad del Estado en las investigaciones de casos de maltrato animal, debido en buena parte a la falta legislativa que sancione estos actos criminales.
Hay que recalcar que debido al aumento de estas clases de actos, alfileres en salchichas en los parques, comida con veneno y otra serie de barbaridades, la policía ha puesto en conocimiento, a través de las redes sociales, mensajes de aviso de estos actos y el consejo de practicar la maniobra de Heimlich, en caso de producirse estos terribles actos. Pero aún no hemos visto ni oído noticia alguna que anuncie “La Policía localiza al individuo que dejaba comida envenenada en el parque X”, y de verdad que tenemos ganas.
Quizá tengamos que esperar un tiempo para verle pagar por sus actos, como nos pasó en el reciente caso del hombre de 49 años que disparó en Elche a su ex mujer pocos días después de que intentara ahorcar a su perra de caza y tras ser denunciado por una protectora se le permitiera campar a sus anchas e irse tan tranquilo a su casa. No obstante, le veremos pagar sólo por algunos de ellos, los cuales precisamente podían haberse evitado.
Por último y como colofón, podemos leer algunos de los comentarios de los foros de noticias de este tipo para terminar de comprender todo el trabajo que nos queda por hacer.
Resulta sonrojante los comentarios de personas, siempre en redes sociales, de justificar estas barbaries con frases que empiezan por “yo no tengo por qué aguantar…”, pues bien, lleva usted razón, yo tampoco tengo por qué aguantarle a usted y sus intransigencias y usted no tiene por qué vivir en sociedad, nadie le obliga. Internet siempre es una caja de sorpresas, pero también un pozo de cobardes faltos de corazón.
Es imperativo que las autoridades y las administraciones consideren el maltrato animal como un problema social de primer orden, tal como el Partido Animalista lleva años reclamando.
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