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Hace ahora 30 años el Movimiento de Objeción de Conciencia planteó la Insumisión a la Prestación Obligatoria (militar o civil) desde su posición de no violencia política frente a la sinergia de militarismo y dominación. Pero fue asumida por organizaciones diversas, del cristianismo de base al independentismo y el anticapitalismo. Tal coincidencia no era un mero cruce de caminos, lo que nos enriqueció: creo que ese mestizaje (repetido luego en luchas ecologistas o LGTB) me hizo quien soy; pero colectivamente sé que esa fue la clave del éxito.
Hoy en Catalunya, las CUP, Podem o Catalunya En Comú coinciden en defender la soberanía popular económica o social, pero también en el derecho a decidir sobre la soberanía territorial, aunque difieran en el cómo y con quién. ¿Podremos demostrar que nuestra coincidencia es mucho más que un cruce de caminos, y que la pondremos al servicio del poder de la gente porque de ello depende nuestro éxito mutuo?
Con la Insumisión no buscábamos sólo acabar con la mili, con la represión de los derechos civiles o con el uso de mano de obra gratuita para parchear derechos sociales... Pero criticar tales contradicciones inasumibles sirvió para difundir nuestro antimilitarismo y nuestro objetivo: la abolición del ejército. Aunque éramos conscientes de que no lo lograríamos antes de que el Estado desactivara aquella concreta desobediencia.
Pero los juicios a miles de jovenes, el encarcelamiento de cientos, las decenas de miles de insumisos, y la implicación de otras tantas personas cambió para siempre la vida de mucha más gente que los insumisos. Lo que abonó el escepticismo social respecto al papel del ejército, que inversiones milmillonarias en publicidad y en “intervenciones humanitarias” no ha desterrado. Y está en la raíz de formas de participación política, desobediencia y activismo que entroncan con el 15M y sus efectos. José Luis Cabrero, compa de insumisión, vida y movimiento LGTB, lo resume en cómo el ex Ministro de Justicia durante la Insumisión, Juan Alberto Belloch, del PSOE, fue sustituido como alcalde de Zaragoza por quien hace años defendiera como abogado a decenas de insumisos: Pedro Santisteve, de Zaragoza En Común.
Y hoy cabe cuestionar si el 1-O conseguirá per se la autodeterminación de Catalunya en el idílico sentido de la pregunta planteada en la papeleta... o si es la meta que se persigue. Pero por el momento está dejando a la vista los métodos de represión que el régimen “constitucional” del 78 permite, está cuestionando su capacidad de “reforma” democrática... y nos está cuestionando al conjunto de las fuerzas transformadoras.
No, el referéndum catalán no traerá, por arte de X votos una República Catalana Social, de igual forma que no abolimos el ejercito tras la Insumisión... pero tampoco hubiera avanzado el antimilitarismo sentándonos a esperar una mayoría parlamentaria para acabar con la mili.
Lo que sí parece es que la convocatoria de este referendum “unilateral” hará inevitable un referéndum acordado “bilateralmente”, dañando a quien se oponga. Tras el 1-O, el PSOE va a verse forzado a aceptar un referéndum acordado en Catalunya o a sufrir un desgaste inasumible: no se hubiera visto obligado si la desobediencia no hubiera elevado el listón de los mínimos democráticos. De la misma forma que los objetores que aceptaron la Prestación Civil pasaron de ser “antisistema” a ser socialmente valorados cuando la Insumisión llevó el debate de la responsabilidad y la objeción mucho más allá.
Los insumisos objetaban la legitimidad de la conscripción, por muy legal que fuera. Pugnaban tres estrategias: defensa legalista para evitar prisión; usar juicio y cárcel para transmitir discurso y crear empatía social; o pasar a clandestino. Pero el debate iba de cuál era más eficaz políticamente, no de legitimidad ni “traición” alguna. Por otro lado, algunos jueces y fiscales promovieron la absolución de insumisos (desobediencia institucional luego aplastada por sus superiores) y ayuntamientos, universidades y representantes públic@s dieron un respaldo a insumisos plenamente ilegal.
Hoy las fuerzas transformadoras impugnamos la legitimidad del régimen del 78, cuestionando una legalidad heredada de una dictadura que se cargó la legalidad republicana, a su vez subversiva de la legalidad monárquica previa.
Esto debería ahorrarnos el debate legal sobre el referéndum, pero no el político ni sobre el procedimiento concreto con el que se ha convocado: no por que sea impaciente (tras años de bloqueo) pero sí por autolesionarse con usos parlamentarios que espantaban a posibles cómplices.
Y hoy, como en tiempos de la Insumisión, cabe más de una respuesta legítima -aunque discutamos su eficacia política- ante cada una de las dos normas de esa nueva legalidad: la propia convocatoria del referéndum y la llamada Ley de Transitoriedad que automatiza la independencia según resulte la consulta.
Las fuerzas transformadoras en Catalunya y en el resto del estado se recriminan coincidir con los saqueadores PDeCat y PP. Unas critican el referéndum que no “servirá para nada” -como si su efecto político se limitara al legal- y otras exigen apoyo incondicional a su formulación concreta como si otras fueran ilegítimas. Bucle y-tú-más que debemos romper, so pena de entregar a PDeCat y PPSOECs el rédito de nuestras disputas.
Aún con nuestras dudas, es hora de que los espacios de confluencia nacidos desde 2015 actúen: reconociendo la legitimidad de distintas vías -y distintas prioridades- para construir soberanía plena (territorial, económica, cultural, popular...) y las contradicciones que en la práctica habremos de asumir para avanzar hacia ella sea cual sea la vía.
Creo que esto implica reconocer como propio el valor de que se expresen opiniones el 1-O - sean síes, noes, blancos, nulos o abstenciones- como requisito previo para acordar, entre quienes deben ser fuerzas aliadas, cómo avanzar en democracia hacia una soberanía popular plena, sabiendo que nunca partirá de las condiciones ideales, pero que tampoco puede basarse en cualquier resultado de cualquier forma de consulta... ni en el estancamiento legal previo.
E implica entender que cada tuit, cada artículo, cada palabra debe trabajar para ello en vez de para alejarnos más unas y otras.
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