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Iván Rodrigo es un chico trans: “Ahora por fin puedo ser quien siempre he sido, pero no me atrevía a ser”

Iván Rodrigo

Naiare Rodríguez Pérez

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“Soy un chico de lo más corriente, muy familiar, bastante trabajador y, aunque ahora no lo practique mucho, me encanta el deporte. Salí del armario hace cuatro años como chico trans, llevo tres años y tres meses en hormonas y estoy pendiente de operarme de mastectomía. Me siento feliz por haber sido capaz de dar un paso tan grande como lo que conlleva cambiar tu vida de golpe, pero con la satisfacción de poder vivir mi vida sabiendo que por fin puedo ser quien siempre he sido, pero no me atrevía a ser”.

Esta es la presentación que hace sobre sí mismo Iván Rodrigo Ménguez, un chico de 25 años que nació en Zaragoza y que actualmente trabaja en el sector del comercio. Desde que dio este paso, su vida cambió radicalmente, aunque, según confiesa, desde muy pequeño ha sido “muy masculino tanto en la forma de vestir como en la forma de ser” a pesar de que no le diera “mucha importancia”.

Cuando fue creciendo, se fue dando cuenta de que no le hacía “gracia tener tetas” y le incomodaba “mucho” tener que vestirse más femenina para eventos especiales. “Yo sabía que no estaba a gusto, pero no se oía hablar tanto de la gente trans por lo que yo sabía que algo pasaba, pero no el qué”, asegura Iván, que no tomó la decisión de informarse sobre lo que exactamente le sucedía hasta que cumplió los 20 años y quería “cambiar” al no querer ser quien le habían dicho que era hasta ese momento.

“Al principio me autoconvencía de que no podía ser. No se hablaba mucho de la transexualidad y era un tema muy tabú. Me costó aceptarlo porque me daba miedo estar equivocándome o estar fallándole a mi familia hasta que me di cuenta de que era lo que me pedía el corazón. Quería arriesgarme a ser quien de verdad era y pasar de todos los prejuicios que yo mismo me ponía por no saber qué es lo que iba a pasar después”, comparte el joven de 25 años.

Hace cuatro años empezó a contarlo, transmitiéndolo primero a su gente más cercana. Les decía que “no sabía lo que pasaba”, pero que no se sentía una chica y que, “por favor”, lo llamarán Rodri, que es su apellido. Aun así, el momento de cambio fue cuando se dio cuenta de que se sentía “muy bien” cuando la gente le leía en masculino. “Ahí decidí que no iba a estar ni un segundo más perdiendo mi vida”, señala, aunque cree que “quizás no lo hizo de la mejor manera” ya que muchas personas se enteraron por medio de la prensa con motivo del día del Orgullo LGTBI+. 

Después se lo contó a sus padres y a su familia que, al principio, les costó por el miedo a lo que podía suceder o a lo qué dirían, pero acabaron “por suerte aceptándolo y llevándolo genial” como su círculo de amigos, dejando además atrás momentos en los que se sentía “solo” al haberse “encerrado en una burbuja para buscar una explicación a todo”.

Según comparte Iván Rodrigo, lo más complicado fue contarlo y explicar “que aquella niña a la que habían visto crecer no era una niña, sino un niño” y dejar atrás “un pasado que viví como mujer para encarrilar un futuro que iba a vivir como hombre”.

Aunque la lucha y la incomprensión la llevaba por dentro, de cara a la gente siempre se ha considerado el “típico payasete del grupo que era super feliz y estaba siempre contento”. La realidad era distinta porque, tal y como explica, en casa siempre se reprimía a sí mismo al no estar conforme consigo ni gustarse cuando se veía en el espejo.

Su proceso de cambio estuvo lleno de conversaciones con gente que ya estaba hormonándose para saber si después de hacerlo le “agradaría” y conocer “cómo reaccionaría el cuerpo”, de visitas al endocrino y de visitas al hospital para tomar hormonas, ya a finales de 2018. “Los cambios físicos han sido muy satisfactorios al ver cómo se modificaba mi voz, el cuerpo, las facciones de la cara y, sobre todo, la barba. En cuanto a los cambios psicológicos no tuve tanta suerte porque al principio no controlaba mis cambios de humor, pero al final supe cómo mediar con ellos hasta que todo se estabilizó”, añade Rodrigo.

Sin embargo, otra de las cuestiones que hay que considerar en la transición es el cambio de nombre y los trámites de reconocimiento del nuevo sexo, sobre lo que “te piden dos años en hormonas”. Para cambiarse el nombre, en su caso, solo hizo falta la partida de nacimiento, el empadronamiento, el libro de familia, un documento en el que ya figurara su nombre y un informe del endocrino en el que señalara que estaba hormonándose. Según Iván Rodrigo, la jueza en un mes admitió el cambio de nombre y con él ya tuvo su DNI nuevo.

Formación e información para luchar contra la discriminación y desigualdad

En los institutos y colegios hasta hace relativamente poco este tema era desconocido. Tal y como comparte Iván Rodrigo, él no tuvo ninguna charla sobre estos temas, a pesar de que él piense que le hubiera venido “genial”. Desde hace dos años todo empezó a cambiar y es que desde la asociación Mañotrans, a la que pertenece, intentan dar charlas en institutos compartiendo historias reales para que “deje de ser un tema tabú y empiece a ser más visible” en un momento en el que “es necesario” que las personas que se sientan así “puedan enfocar su vida de otra manera y vivir libremente”.

En su caso, aunque ha vivido ciertas situaciones en baños de discotecas al entrar al baño de hombres al principio de su transición, puede decir que no ha sido “discriminado como tal”, ya que de cara a trabajo “aún teniendo el DNI sin cambiar siempre han respetado y tratado acorde a lo que yo manifestaba”. Aunque admite haberse sentido vulnerable en más de una ocasión cuando le tocaba “entrar a un sitio nuevo o ir solo a una entrevista o discoteca” y sentir “miedo” a que le vieran “como un ser raro”.

A pesar de su historia y de su “suerte” por no haber sido discriminado -así lo considera-, sí plantea determinados ambientes o momentos en los puede no comprenderse esta transición y pueden existir amenazas, daños y discriminaciones al colectivo trans, que prefiere usar este término “a secas” porque ser transexual “hasta hace unos años era visto como una patología dentro de la salud mental y se consideraba a la persona como enfermera cuando no lo es”.

“Siempre que la gente sea respetuosa y no sea por puro cachondeo, se le explican las cosas y está todo bien. Para los que no lo entienden, se les empieza explicando que hay diversidad de género y, sobre todo, libertad de expresión. Cada uno puedo ser lo que le de verdad es, independientemente de sus genitales”, explica Iván.

Por otro lado, este joven se cuestiona el trabajo de visibilización y tratamiento de los medios de comunicación y redes sociales, sobre los que cree que “ahora es cuando están influyendo en un correcto lenguaje” gracias a plataformas como Instagram, que ha sido espacio “seguro” para darse a conocer como persona trans y contar “nuestras vivencias”.

Sin embargo, hace una parada en el tratamiento de la maternidad por parte de los hombres trans que “sí pueden ser gestantes” a pesar de que “cuando empezamos a hormonarnos siempre dejan caer que nos realicemos la histerectomía -extirpación del útero- y así quitarnos la posibilidad de gestar si en un futuro quisiéramos”. “Es raro ver a un hombre en una consulta de ginecología, pero también podemos ir. Los chicos trans que deciden gestar y tener ellos mismos un hijo, no son menos hombres”, apunta.

Hablar en presente para construir un futuro de libertad y reconocimiento

“Nos queda mucho por pelear y sufrir. Necesitamos una ley digna en la que no nos obliguen a esperar tanto para cambiar los datos de manera legal. En algunas ciudades hay gente trans que lleva tres años en hormonas y todavía no les aceptan el cambio de nombre”, sostiene Rodrigo, que cree que “es un paso atrás en nuestra sociedad y un bache muy grande de cara a la sociedad”.

Por este motivo, apuesta y apunta a un necesario reconocimiento como personas trans que “no juzgue ni señale a la gente trans como enferma o confundida” porque, en sus palabras, “solo queremos vivir libres”.

Ahora, Iván Rodrigo se considera una persona “muy feliz” y que está “muy a gusto con lo que está logrando y con lo que ha cambiado desde hace cuatro años” gracias al paso que dio en esos momentos que reconocía quién era y lo comunicaba a su entorno más cercano para “encontrar paz”. “Estoy orgulloso de verme en el espejo y sentirme seguro y acorde a lo que mi cabeza siente, a pesar de no tener el cuerpo que la sociedad quiere que tenga”, concluye.

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