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“Los resultados de la escuela rural son invisibles”

Juan Antonio Rodríguez, dando clase en su colegio de Alpartir

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

El medio millar de vecinos de Alpartir comenta que fue un premio gordo de lotería. Algunos modernos le definirían como un dinamizador cultural, porque su impulso alcanza mucho más allá de los alumnos del Colegio Ramón y Cajal y sus familias. Juan Antonio Rodríguez (Granada, 1974) prefiere presentarse como “maestro rural”. Pero no es uno cualquiera. En la década que lleva al frente del colegio de Alpartir, este centro ha recibido, entre otras distinciones, la medalla de oro de la Educación Aragonesa, el premio SIMO a la Innovación Educativa y el premio a la Conciencia Medioambiental de la Unesco. 

¿El curso se prepara de forma diferente desde una escuela rural?  

Se prepara distinto que un colegio grande, desde luego. En primer lugar, porque todos los años en la escuela rural el número de docentes que se incorporan es mayor que en un colegio grande, por la inestabilidad del profesorado en la zona rural. Eso exige todos los años volver a empezar: comentar los proyectos de los centros, las características de la localidad… Con una plantilla estable, todo ese trabajo ya está hecho de un año para otro.

¿Hay solución para ese primer problema, tan enquistado en los colegios de municipios pequeños?

Vamos a ser optimistas y pensar que sí hay soluciones. De hecho, este año, por primera vez, el Departamento de Educación ha sacado plazas en centros con gran porcentaje de movilidad del profesorado, de modo que los docentes, de forma voluntaria, podían elegirlos para permanecer al menos tres años. Se garantiza un proyecto educativo con un equipo docente a tres años; eso ya es importante. De todas formas, no solo influyen las medidas que se hacen desde Educación. El plan del Gobierno de Aragón contra la despoblación también incluye medidas que afectan a las escuelas y que hay que poner en marcha. Y no nos podemos quedar en eso: haría falta un plan nacional de escuela rural.

Por ejemplo, estos días, escuchando las noticias, oí lo de que van a subir el precio del diésel y se decía que esa subida no se aplicará a los profesionales. Entonces, los profesores itinerantes de la zona rural, que están poniendo su coche todos los días para desplazarse de un colegio a otro, ¿se les va a considerar profesionales o no? Al final, la gente no va a las zonas rurales por los gastos que conlleva –alquileres, desplazarse de la ciudad, que es donde viven normalmente… No se trata de tener en cuenta solo un elemento, sino muchos. Haría falta un plan integral para la escuela rural. 

¿Qué es lo que más molesta a los que de verdad están en colegios de municipios pequeños cuando se habla de “la escuela rural” desde los despachos? 

Cuando se habla desde los despachos, en general. Es recurrente históricamente el tema de cerrar colegios rurales con el argumento de que el nivel educativo era bajo, cuando todas las evidencias científicas no dicen lo contrario: que la escuela rural es donde más innovación hay y donde mejores resultados se obtienen. Lo que pasa es que esos resultados son invisibles. En PISA, los centros rurales de Secundaria no entran dentro del muestreo; por el bajo número de alumnos, no constan en las estadísticas. Sin embargo, Castilla y León suele salir reflejada como una de las mejores comunidades, tanto en PISA como en los informes que se hacen en España, cuando uno de cada tres colegios en Castilla y León es escuela rural.

Esos niños de las escuelas rurales son los que van después a los institutos. Además, hay muchas evidencias sobre la innovación y los buenos resultados que se obtienen en la escuela rural, pero no aparecen en prensa, no lo tienen en cuenta desde los despachos. Económicamente, está claro, supone mucho más coste abrir una escuela con cuatro o seis niños que tener una escuela con veinte. Al final, por una parte, está el discurso político de mantener la zona rural, pero por otra, van desmantelando servicios como farmacias, colegios, médicos... Eso también provoca que las familias no se queden en la zona rural.

Para nosotros, un elemento importantísimo sería la gratuidad de las escuelas infantiles de 0 a 3 años, porque ahora hay muchas zonas en las que las familias tienen que pagar ese servicio, con lo que los niños no tienen todos igualdad de oportunidades. Como comentaba, son muchos elementos a tener en cuenta. También habría que valorar más la profesión docente en la escuela rural, porque atiende distintos niveles y hay mucho más trabajo. En las grandes ciudades, hay zonas que tienen sus dificultades, pero hay más recursos, no solo educativos: intervienen Cruz  Roja, Cáritas... En la zona rural, ese entramado social es más difícil.

¿Hay algún análisis real sobre la calidad educativa en los colegios rurales?

Sí que lo hay, hay tesis doctorales, publicaciones de universidades, de inspección educativa, pero como lo que marca la doctrina en este país es PISA... ahí es donde no entramos. Hay muchas evidencias científicas. Un informe de la Unión Europea, el informe Included, nos dice qué elementos son comunes en aquellos centros educativos de la Unión que tienen éxito en sus proyectos educativos. Pues bien, hay dos elementos comunes: la hetereogeneidad del alumnado, con trabajo cooperativo, y que participen las familias. La escuela rural, por definición, es heterogénea y con participación de las familias. Y muchas veces, los propios docentes nos negamos a que entren las familias y queremos hacer clases homogéneas. Sí hay evidencias, lo que hace falta es visibilizarlas y estar convencidos de que la escuela rural es innovadora y de calidad. 

¿A qué tipo de heterogeneidad se refiere el informe? ¿A las edades de los alumnos, las procedencias?

Claro. En Aragón, la mayoría de las zonas rurales tienen población procedente de otros países. En el caso de Alpartir, la población inmigrante es de un 40 %, aunque también habría que definir hasta qué generación les consideramos “inmigrantes”, porque son niños de segunda generación que ya han nacido aquí.

En algunas zonas de Teruel, hasta el 90 % de los niños son de estas familias. En la zona del Jiloca, hay Centros Rurales Agrupados en los que la mayoría son marroquíes. En ese caso, ya serían centros homogéneos, porque apenas hay autóctonos. Estaría, por tanto, la diversidad de naciones de procedencia de las familias y también tendríamos la diversidad de edades. Te puedes encontrar con un aula de 4 o 5 niños y que uno sea de Infantil, otro de Primaria, incluso de Secundaria en algunas localidades. Es un reto el plantear una programación didáctica para este tipo de aulas.

La legislación no acompaña porque con la modificación del curriculum de hace unos años no se atiende la escuela rural. Es muy difícil programar para un aula tan diversa: hay que buscar otros recursos, porque el libro de texto no funciona, lo que lleva a trabajar por proyectos, por equipos, que, por otra parte, es lo que ya estaba demandando la sociedad. Por eso, la escuela rural es tan innovadora. Eso es lo que tenemos que poner en valor, sobre todo, para las familias; que valoren que la educación que se da en la escuela rural es de más calidad o, como mínimo, igual que en una ciudad.

¿Por qué algunos padres de municipios pequeños, con escuelas incluso a punto de cerrar por falta de alumnado, prefieren escolarizarles en el pueblo de al lado, con un colegio más grande?

Hay varios casos en Aragón de familias que no llevan a los niños al colegio de la localidad y prefieren llevarlos a la cabecera. Es por la calidad del profesorado, porque están cansados de que cada año cambie, que todos los años sea volver a empezar. En los núcleos de población más grandes, hay estabilidad del profesorado, con un proyecto educativo más consolidado. Además, tenemos muy interiorizado que se está mejor en un grupo homogéneo.

También puede influir, a lo mejor, el hándicap de la socialización. En la escuela rural, al ser pocos niños y niñas en clase, las relaciones sociales se reducen, pero hay muchos programas educativos que oferta el Departamento de Educación y permiten tener contacto con los niños y niñas de otras localidades cercanas. Sí es verdad que todo está muy limitado porque los presupuestos que nos asignan a los colegios de las zonas rurales van por número de aulas y no es lo mismo estar en Zaragoza que en un pueblo distante a la capital: desde algunos colegios pueden desplazarse andando al Museo Pablo Serrano, el Caixa Forum... fíjate si hay actividades que se pueden hacer.

En las zonas rurales tienes que llamar a un autobús para todos estos desplazamientos y eso no se contempla en los presupuestos. Al final, lo tienen que asumir las familias, con pagos extra, recurriendo al ayuntamiento… Hay varios elementos que llevan a las familias a decidir que los niños están mejor en un colegio grande, con lo que supone de pérdida del arraigo de estudiar en el colegio de la localidad.

Estas peticiones que hacen desde la escuela rural, ¿os están escuchando?

Sí, escuchar, se escucha. Por ejemplo, ahora se ha creado el Observatorio Aragonés de la Escuela Rural. Lo que hace falta es actuar; para observar ya tenemos todos los informes y múltiples estudios. En la Facultad de Educación de Teruel, hay tesis doctorales y estudios sobre lo que haría falta. ¿Qué ocurre con la educación? Que los recortes no afectan de forma inmediata, como ocurre con la sanidad. Ahí, la administración actúa rápido porque si no hay especialistas, se genera un problema de salud. Si se estropea un escáner, se genera lista de espera.

Sin embargo, aunque solo haya un maestro, donde entran diez niños, entran veinte. Si no tenemos recursos informáticos, siempre está el lápiz y el papel. Los efectos de los recortes que hemos sufrido en educación, no los veremos hasta dentro de unas generaciones. Pero, al final, vemos que sí hace falta apostar por la educación. De hecho, el Plan estratégico contra la despoblación tiene una serie de medidas sobre educación, pero yo creo que no están consensuadas con el propio Departamento de Educación, sino que el Departamento de Ordenación del Territorio propone una serie de acciones y Educación va por el otro lado. Tendría que haber más coordinación, no solo del Gobierno de Aragón, sino en un Plan Nacional de Escuela Rural.

¿Los padres son conscientes de las ventajas de una escuela rural en la formación más emocional de los alumnos?

No, las familias no son conscientes, porque los docentes tampoco lo somos. Tenemos que hacer un poco de autocrítica, los primeros defensores de la escuela rural deberíamos ser los docentes que trabajamos en ella. En los colegios rurales porque hay un montón de proyectos interesantísimos. En nuestro caso, difundimos lo que hacemos precisamente para eso, para que las familias lo valoren. Porque, ¿qué modelo educativo quieren las familias? El que recibieron cuando estaban en la escuela. Y, sin embargo, ahora, todo lo que se va haciendo de trabajo por proyectos, trabajo por equipos, utilización de las TIC… es lo que la sociedad está pidiendo.

Con todo, nos encontramos con problemas. Por ejemplo, ahora en los pueblos tenemos fibra, pero nuestros equipos informáticos están obsoletos, son de hace 12 años. Hace 12 años teníamos equipos nuevos, pero no había Internet. Nunca nos llegamos a sincronizar. Ahí vamos, intentando solventar estas dificultades entre todos los agentes educativos. Pero, sobre todo, hay que hacerles ver a las familias las ventajas de ser educado en la escuela rural. A veces incluso me molesto porque hace poco se hablaba de una escuela rural que había estado cerrada porque había nieve y estaban aislados. Eso tiene difusión en redes y cuando la gente lo ve, ¿quién va a querer ir a una escuela rural? Lo que tenemos que hacer es, al revés, sacar las ventajas de estar en una sierra, que tenemos nieve, que nos abre muchas posibilidades en primavera, la cercanía que hay con las familias, de investigación del patrimonio... 

Y la educación emocional también la estamos trabajando, es importantísimo. Eso es más difícil en un aula de 25 o 30 alumnos porque, a poco que le dedique un minuto a cada niño del aula, ya es media hora; es difícil que puedan expresar sus sentimientos y sus emociones. En la escuela rural, con grupos reducidos, se puede. Además, tenemos la complicidad de la familia, la comunicación es más directa, todo es mucho más personal. Si a los docentes nos preguntasen qué medida queremos implantar ya en la educación, diríamos disminución de ratios, con lo que se acaban los problemas de convivencia. Para conseguirlo, hace falta más gasto presupuestario en educación. Por ahí creo que deberíamos empezar: por un pacto educativo, por lo menos, del presupuesto, que se alcanzara un porcentaje del PIB, por comunidades.

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