Para no perder el tiempo, que andamos todos muy ocupados, ansiosos por empezar las vacaciones quien todavía esté en el tajo: no hay nada, absolutamente nada, escrito en las estrellas que nos señale que el señor Alberto Núñez Feijóo vaya a abandonar su estilo de oposición insultante y faltona, abundante en bulos grotescos y acusaciones sin freno alguno de decencia. ¿Vox se ha ido –de aquella manera, que luego abundaremos en el ridículo– de los gobiernos autonómicos en los que gobernaban juntos? Mejor, ahora la labor será atraerme a esos votantes para mi mochila, que aquí nos caben todos, de la derecha cobarde a la más montaraz, y ahora mismo vamos a decirles unas cuantas cosas de las que presumimos en Génova para que nos crean esas gentes de la falange voxista. No se vayan a ningún lado, que aquí estarán cómodos, que sólo exigimos un requisito para ser socio de nuestro club, fíjense qué fácil se lo ponemos: echar, a como dé lugar, al sátrapa que desde hace seis años habita de manera ilegal en La Moncloa, presidente okupa ese Pedro Sánchez, socio de bolivarianos, separatistas y terroristas, hasta el cuello de corrupción.
Claro que Núñez podría haber aprovechado el envite y centrar el partido, de eso presume el muy deslenguado, de moderado, pero olvídenlo. Por supuesto que llegará un momento en el que, quizá, un trozo de piel despegado de Vox –sigue unido en más de 150 ayuntamientos y cuenta con varios consejeros tránsfugas en el seno de sus gobiernos regionales– pueda acercarse a Junts o al PNV para llegar a esa mayoría de votos que necesita para ser investido presidente. Pero aún queda camino por recorrer, y ahora hay que aprovechar la inestimable ayuda de las togas y los salvajes medios de comunicación a sus pies, para intentar derribar a Sánchez, da igual el método. ¿Amnistía? Pues amnistía, que ya llegará el día de servirse a su favor de ese amargo trago que le han hecho pasar al gobierno actual. ¿Daños al Constitucional? A mí que me importa, Conde Pumpido es un siervo de Sánchez; ¿Supremo y tutti quanti? Unos santos, unos héroes, mi vida por Marchena, pónganme otro Llarena y, si nos les queda, me sirve un Aguirre y su trama rusa. ¿Begoña, hermano? A saco y sin importar si se emplean mentiras o acusaciones enloquecidas. Todo vale. Como con la emigración. ¿Las pruebas del algodón? Qué hará Feijóo con la ley de Extranjería que se presentó ayer y que establece la acogida obligatoria por parte de las Comunidades de menores inmigrantes, o la posición que adopte el PP en el Consejo de Política Fiscal. De reversión de las reaccionarias medidas tomadas en los gobiernos con Vox, memoria histórica, leyes LGTBI, etc, ni hablamos.
Porque verán ustedes. Que la cúpula de Vox, ese remedo de políticos, hayan roto la baraja por unos cuantos menas, el lenguaje despectivo es el suyo, disculpa boba, todos lo sabemos, no significa que el PP, en manos de Núñez Feijóo tenga una postura mínimamente decente, moral y digna en este negociado. En sólo quince días, este partido, tan serio y responsable, ha dicho un par de cosas interesantes sobre la materia. ¿Verdad que recuerdan la propuesta de enviar a buques de la Armada a frenar a los cayucos? La cosa, no lo olviden, se presentó con la enjundia de los grandes proyectos políticos. El desvarío, repetición además de un plan ya cantado hace años, tenía el sello de la ultraderechista Georgia Meloni, que antes había hecho esa promesa y que se tuvo que comer con grandes raciones de espaguetis a la carbonara cuando llegó al gobierno, la legalidad internacional impide semejante despropósito. Pero es que el mismísimo Alberto Núñez Feijóo, en una entrevista en Onda Cero tuvo el cuajo de azuzar en público el bulo de que el Gobierno mete en aviones a inmigrantes y los deja por la noche en determinados barrios de ciudades gobernadas por el PP, vagando a su suerte. No se entiende por qué en ese mismo momento, cualquier ministro, o el mismísimo Sánchez, no salió como un cohete para exigirle al fullero que diera pruebas de esa sucia acusación. ¡Es el líder del primer partido de la oposición, ocho millones de votos! Un poco de decoro, por favor.
Decíamos de Vox y su estampida. Qué fea, qué zarrapastrosa. Presumía el gran líder Abascal, ar, firmes, de tener unas tropas tan organizadas y leales como los Tercios de Flandes, piqueros, arcabuceros y mosqueteros, y en realidad mandaba sobre una tropa de pícaros, perroflautas y fogosos chupópteros de mamandurrias, que en cuanto han visto peligrar el sillón han dejado al caudillo en la cuneta, allá te quedes con tus prontos, que a mí no me destrozas esta vida de pachorra y holganza. Así, a bote pronto, un tercio de los consejeros de Vox deja el partido, y otros dos fichan por gobiernos del PP. Ni con agua caliente van a dejar la presidencia del Parlamento balear ni el de la Comunidad Valenciana, 100.000 euros de sueldo para la presidenta de Les Corts. Y el PP, feliz y contento de sumar a tales ejemplares –ultras hasta decir basta– a sus democráticas filas. Lo que no mata, ya saben.
Y es que no debemos olvidarnos que este partido del que usted me habla es el mismo, incluso muchos de sus dirigentes están ahí, en activo, vivitos y coleando en la vida pública, que durante los años del Gobierno de Mariano Rajoy, a mí no me metan en líos, mantuvo una policía patriótica que es la vergüenza de cualquier país democrático. Se ha permitido la desahogada de Isabel Díaz Ayuso, la reina del vermú, de mencionar la palabra Stalin –qué sabrá ella– y alguno de sus amigos cantores ha hablado de la Stasi. Qué poca vergüenza, cuando ellos han sido el ejemplo más zafio y vergonzoso de esa policía política al servicio de un gobierno para espiar y dañar a sus oponentes. Lo hicieron con Cataluña y lo ampliaron con Podemos. Jueces mediante, claro, que unas togas mugrientas siempre ayudan. No debería cerrarse este terrible episodio sin que la Justicia aclare los hechos y los responsables, del primero al último, paguen –quizá en cárcel, pero desde luego en alejamiento de la vida pública– por lo que han perpetrado. Aterra leer los datos, comprobar la extensión de la trama, advertir la impunidad con la que trabajaban todos ellos, coordinados desde una dirección política de la que el ministro veedor de vírgenes, el inefable Jorge Fernández-Díaz, no podía estar al margen de su funcionamiento. ¿Tenemos que creernos que Mariano Rajoy, ocupado en rellenar quinielas, no sabía nada de estos trabajitos indecentes? ¿Tampoco Soraya Sáenz de Santamaría, el CNI a su cargo, y por supuesto en el limbo Dolores Cospedal? De ser así, ¡qué pandilla de ineptos nos ha gobernado durante años!
¿Qué decir del atentado contra Trump? Hemos citado aquí hoy varias veces a Santiago Abascal y no me resisto a hacerlo una última vez. Dibuja bien la miseria del personaje. “Gracias a Dios”, dice el interfecto, “Donald Trump ha sobrevivido al intento de asesinato. Hay que detener a la izquierda globalista que está sembrando el odio, la ruina y la guerra”. Y añadía: “Lo terrible es que en España gobierna la peor versión de esta izquierda y ahora mismo estarán lamentando íntimamente que el asesino haya fallado”. Arcadas. Añadamos un titular de La Vanguardia: “El AR-15 se ha empleado en la mayoría de las matanzas de Estados Unidos. Trump, víctima del fusil preferido de los trumpistas”.
Y mañana, crucen los dedos y aguanten la respiración, Sánchez presentará su plan contra la desinformación.
Ya, ya sé que España ganó a Inglaterra y Alcaraz a Djokovic.
¡¡¡¡Toma ya!!!!
Adenda: Una veintena de exlíderes mundiales, está Rodríguez Zapatero y también Felipe González, sí, han pedido al G-20 hace algunos días que se implante un impuesto global a los super ricos del 2%. Esa minucia para un tipo como Elon Musk, 210.000 millones de dólares, le supondría quedarse en el coleto, pobrecillo, con más 205.000 millones, una ruina. O a Amancio Ortega, que de tener 113.000 millones de dólares, sufriría la dolorosa sangría de tener que malvivir con casi 110.000 millones, todo un sacrificio. Pues bien, con esa propinilla que soltarían los más ricos del mundo se podrían recaudar en un año entre 200.000 millones y 250.000 millones de dólares. Dos preguntas: ¿Por qué el 2%, y no el 5%, o el 10%, porcentajes aún modestos? Y otra: ¿A qué estamos esperando para poner en práctica algo tan obvio, justo y necesario? Háganlo. Ya.
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