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Más diversidad forestal no implica menos CO2 en la atmósfera
Los árboles son, sin duda, nuestros grandes aliados para eliminar el CO2 de la atmósfera y juegan un papel decisivo en el control del calentamiento global.
Hasta ahora, la idea más arraigada sostenía que aumentando la variedad de especies vegetales en los bosques, se incrementaba también la capacidad de almacenar carbono, pero el nuevo trabajo científico cuestiona este principio y sostiene que esta relación se da únicamente en los ambientes más productivos del mundo, como los bosques lluviosos de la Amazonía, los bosques tropicales húmedos de Centroamérica o de África, e incluso algunas zonas templadas, como la Cordillera Cantábrica en España.
Sin embargo, según un estudio que acaba de ser publicado en la revista Nature Communications, liderado por investigadores de la Universidad de Ginebra y en el que participa la Universidad de Alcalá (UAH), desvela que la riqueza de especies en un bosque, a pesar de ser un factor determinante en la lucha contra el cambio climático en extensas zonas del planeta, podría ser poco relevante en zonas como las taigas, bosques tropicales secos o los bosques mediterráneos más áridos. Allí, la capacidad de almacenar carbono parece no depender tanto de la diversidad, sino de otros aspectos como la abundancia de individuos de especies adaptados a estas condiciones adversas.
Los hallazgos de este trabajo científico tienen una gran importancia práctica, ya que pueden guiar la toma de decisiones para implementar estrategias de mitigación del cambio climático denominadas SBN (Soluciones Basadas en la Naturaleza). Así, aconsejarían la diversificación de los bosques para alcanzar los objetivos climáticos definidos en el Acuerdo de París en determinadas zonas del planeta, pero no necesariamente en otras en las que la clave podría ser concentrar los esfuerzos en la conservación de especies y genotipos particularmente adaptadas a esas condiciones adversas.
El secuestro de carbono
Los árboles y los bosques eliminan el dióxido de carbono de la atmósfera y lo convierten en compuestos orgánicos durante la fotosíntesis, que luego almacenan en forma de madera, un proceso conocido como 'secuestro de carbono'. Sin embargo, no todos los bosques tienen la misma capacidad para capturar y almacenar carbono. Durante las últimas décadas, las principales investigaciones han sugerido que los bosques más diversos (es decir, los que tienen más especies de árboles) pueden almacenar más carbono a través de una agrupación más densa de árboles que compiten menos, porque son más diferentes entre sí.
Curiosamente, la idea opuesta también parece posible: una mayor cantidad de árboles por unidad de superficie puede aumentar la probabilidad de tener un número mayor de especies, con lo que es la densidad de individuos y no la diversidad el mecanismo que controla el secuestro de carbono.
Ambas hipótesis, plantean una relación positiva entre diversidad y abundancia, pero con relaciones de causa-efecto opuestas. Por lo tanto, tener más especies puede no ser siempre lo que se necesita para lograr un mayor almacenamiento de carbono en los bosques, sino tener más densidad de individuos.
El estudio, liderado por Jaime Madrigal González, investigador del Instituto de Ciencias Ambientales de la Universidad de Ginebra, ha establecido cuál de estas hipótesis es más probable en términos generales y bajo qué condiciones ambientales una de ellas es más probable que la otra. La pregunta se ha abordado recopilando observaciones de inventarios forestales tomados de bosques naturales ubicados en los cinco continentes. “Una mayor diversidad de especies no siempre resultará en un mayor número de árboles en una masa forestal”, afirma el investigador Jaime Madrigal González.
Las estrategias más adecuadas para la conservación de los bosques
Discernir cual de esos mecanismos es el que está operando en realidad es, sin embargo, muy importante, según Miguel Ángel de Zavala, coordinador del Grupo de Ecología y Restauración Forestal en la UAH y coautor de este trabajo, ya que “contribuirá a adoptar estrategias de conservación o de restauración diferentes en función de las condiciones ambientales de cada región”.
Es en las regiones más productivas del planeta donde la deforestación y los incendios forestales inducidos por el ser humano han devastado más superficie virgen y han determinado más extinción de especies. Además, el calentamiento global está estresando estos bosques a través de temperaturas medias anuales más altas, sequías más duraderas y fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes e intensos. “El aumento del estrés climático en los bosques más productivos del planeta podría reducir, o incluso anular, la contribución que tiene la diversidad para reducir el dióxido de carbono en la atmósfera a través de su efecto positivo sobre la abundancia”, señalan los autores.
Por el contrario, en los bosques ubicados en las regiones más frías o secas del planeta, aparentemente es la abundancia, limitada por la baja productividad, la que determina el almacenamiento de carbono, lo que no resta importancia a la necesidad de conservar la biodiversidad en estos lugares. En estos ambientes, cualquier aumento en el número de especies no necesariamente dará como resultado más árboles por unidad de superficie y, por lo tanto, aumentar artificialmente la diversidad no resultará eficaz para incrementar el almacenamiento de carbono, por ello puede ser más eficaz incrementar la abundancia de especies localmente adaptadas a condiciones de aridez.
Por ejemplo, en el caso de España, si quisiéramos incrementar la capacidad de secuestro de carbono en las zonas actualmente deforestadas, sería deseable tener estrategias diferenciadas a lo largo de un gradiente de aridez. Así, en la España forestal seca sería aconsejable maximizar la abundancia local de las especies mejor adaptadas a cada ambiente, manteniendo, eso sí, la diversidad regional. Por el contrario, en las zonas más productivas, como las del tercio norte peninsular, sería aconsejable promover masas mixtas y funcionalmente diversas.
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