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Saldremos mejores, saldremos animales

28 de diciembre de 2024 06:01 h

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Era un programa que llevaba tiempo “respirándome en la nuca”, dijo Nerea Pérez de las Heras en un momento de la conversación del podcast Saldremos Mejores. Porque, para mujeres comprometidas en la lucha por la igualdad, la información y la toma de conciencia sobre la realidad de los otros animales es tan urgente como imprescindible.

En una fechas “especialmente sensibles” por las fiestas navideñas -el “pico de estrés más grande” de todo el año para quienes cuestionamos el consumismo imperante- es importante recordar, como decían Inés y Nerea, que vivimos “canibalizados” por el tiempo y “cuando te quitan tiempo, te quitan reflexión y te empujan a un consumo detrás del que no hay cabeza”.

Para aportar esa reflexión, cada invitada habló de su ámbito de activismo.

La labor de Veganuary es “inspirar y acompañar” a quienes quieren probar el veganismo durante el mes de enero, proporcionando de manera gratuita todos los recursos necesarios para que sea una buena experiencia.

En paralelo, INTERCIDS trabaja desde 2016 poniendo en común las perspectivas de los profesionales que trabajan en el ámbito del derecho y de la justicia, con el objetivo de identificar “dónde podemos mejorar las leyes que se aplican a los animales para protegerlos mejor” y, también, igualmente prioritario, para asegurar que esas leyes se aplican en la práctica. Importantes avances legislativos han sido posibles gracias al trabajo de los operadores jurídicos por los animales de INTERCIDS.

Y desde este blog, El Caballo de Nietzsche, nos dedicamos a informar, analizar y reflexionar sobre la situación de los animales no humanos desde el desempeño de un periodismo ético que pone el foco en sus vidas y en los “abusos y violencias sistémicas” a las que son sometidos. Ofrecemos información sobre todo ello y proponemos alternativas.

Algunos datos aportados por Amanda Romero llamaron poderosamente la atención. Por ejemplo, que una hamburguesa de ternera consume el agua equivalente a dos meses de duchas: “Estamos cerrando el grifo cuando nos lavamos los dientes, pero luego lo tiramos todo por el váter comiéndonos una hamburguesa”. Nerea, aún perpleja, añadía otros más: una persona vegana ahorra unos 4.164 litros de agua cada día. Porque todo ese proceso, respondió Amanda -desde cultivar los cereales para alimentar a los animales destinados a consumo (que es una de las principales causas de deforestación) a criar, engordar, gestionar residuos, transportar, matar, procesar, envasar- es altamente exigente en recursos y altamente ineficiente, pues, a escala global, el 83 % del suelo cultivable disponible en el planeta se dedica de una u otra forma a la ganadería, bien a pastoreo o bien a cultivar cereales para piensos, y sólo aporta el 18 % de las calorías.

“¿Cómo se te queda el cuerpo?”, preguntaba Inés a Nerea. “Pues con un remordimiento que me muero”, respondía su compañera, señalando sin dudar al sentimiento de “culpabilidad” como el origen de ese rechazo con el que muchas personas reaccionan al veganismo, porque en el fondo “saben” que deberían avanzar en esa dirección.

En el aspecto legal ha habido avances, explicó María González Lacabex, más allá de la mediática ley estatal de protección animal. Junto al más visible derecho animal, referido a los animales con los que convivimos, hay todo un conjunto, “complejo, profuso, muy técnico”, de normas que proceden del ámbito internacional, europeo, estatal, autonómico o municipal que regulan, por ejemplo, cómo son criados, engordados, transportados, cómo se mata, con qué técnicas, a todos esos animales a los que no vemos, los que son “traídos a la vida para ser explotados”.

Las normas avanzan, decía María, pero desde INTERCIDS hay dos preocupaciones fundamentales: por un lado, conseguir la aplicación normalizada de todas esas leyes; por otro, el actual riesgo de retroceso, la existencia de un “frente contrario a seguir avanzando en protección animal”.

A modo de ejemplo, Ruth Toledano se refirió a la pretensión de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, de recuperar el toro embolado, una “aberración” que fue en su momento erradicada en la región porque su crueldad (“si es que se puede medir la crueldad”) es “horrorosa”: al toro le colocan en los cuernos unas bolas con material inflamable que se prende con fuego y que “le va cayendo por el cuerpo, por la cara, mientras intenta desesperadamente liberarse de esa tortura”.

“Entenderéis que nos pongamos un poquito radicales”, decía Ruth, que había explicado antes lo que significa el antiespecismo. Así como el feminismo es la lucha contra la discriminación por razón de sexo o de género, y entendemos el racismo como la discriminación por razón de raza, el antiespecismo es estar en contra de la discriminación y las violencias que, por pertenecer a un especie diferente, sufren otros animales que también sienten, padecen, quieren vivir, en un sistema que es “carnista”, como lo definió Melanie Joy, en el que vemos “normal” amar a los perros, comernos a los cerdos y vestirnos con las vacas. Un engranaje en el que no vemos al animal que hay detrás de las lonchas, como alerta la pensadora Carol J. Adams al hablar del “referente ausente”. Como ocurre con los micromachismos o los microracismos, al consumir productos animales no vemos el sufrimiento oculto tras los muros de las granjas, de los mataderos, de los laboratorios…

Ruth habló también de la transversalidad del feminismo y el animalismo, de que las sufragistas eran en su mayoría vegetarianas y pioneras en la defensa de los derechos de los animales, porque la explotación de los animales es una forma de dominación y de cosificación de los cuerpos de otros individuos, lo mismo que el machismo y el patriarcado han hecho con los cuerpos de las mujeres y con los cuerpos disidentes, distintos como el de esos corderos, apenas bebés, que acabarán en muchas mesas familiares estos días.

Las industrias carnistas son gigantescas, por eso Amanda Romero puso sobre la mesa la noción de transición, concepto que ya tenemos integrado en otros ámbitos, como el energético. “Tendremos que hacer una transición alimentaria, una transición proteica”, y esas industrias tendrán que seguir alimentando al planeta. No se trata de que desaparezcan, sino de que nos alimenten de otra manera, con menor impacto en el medio ambiente y erradicando el sufrimiento de cientos de miles de millones de animales a los que traemos a la vida para ser explotados y que apenas malviven unos meses antes de llegar a nuestros platos.

“Lo sabemos”, sentenciaba Nerea al exponer los datos del barómetro, según el cual el 91 % de las personas en España considera importante proteger el bienestar de los animales “de granja”, el 66 % reclama más información sobre las condiciones a las que se crían, 8 de cada 10 se preocupa por la protección de los animales y el 92 % cree necesaria una legislación específica. “Lo sabemos”, apuntaba Amanda Romero, pero “normalizamos aquello con lo que crecemos”.

Por ello, apuntaba María González Lacabex, es importante dar pasos que acerquen nuestros actos a aquello que pensamos, porque ese “ejercicio de coherencia” no solo tiene un impacto individual directo, sino también en la evolución de las leyes. Se trata de ir reduciendo la “disociación” entre lo que queremos de forma abstracta y nuestras acciones cotidianas, recuperar esa empatía con la que nacemos y de la que poco a poco el engranaje en el que vivimos nos va separando.

Mujeres tan comprometidas con la igualdad y la justicia social como Inés Hernand y Nerea Pérez de las Heras no podían acabar este programa sin hacer un llamamiento a las “mejorcitas” que las ven y las escuchan a secundar su compromiso de apuntarse a Veganuary para probar el veganismo en el mes de enero de 2025 y “más allá”, como invitó Amanda; para ganar coherencia en lo que consideramos ético, como decía Ruth, y para empujar con nuestras acciones individuales al avance de las leyes y a su aplicación efectiva, como reclamaba María. El compromiso es claro: Saldremos mejores. 

Era un programa que llevaba tiempo “respirándome en la nuca”, dijo Nerea Pérez de las Heras en un momento de la conversación del podcast Saldremos Mejores. Porque, para mujeres comprometidas en la lucha por la igualdad, la información y la toma de conciencia sobre la realidad de los otros animales es tan urgente como imprescindible.

En una fechas “especialmente sensibles” por las fiestas navideñas -el “pico de estrés más grande” de todo el año para quienes cuestionamos el consumismo imperante- es importante recordar, como decían Inés y Nerea, que vivimos “canibalizados” por el tiempo y “cuando te quitan tiempo, te quitan reflexión y te empujan a un consumo detrás del que no hay cabeza”.