Noelia es madre de dos niñas de 5 y 9 años que acuden a un colegio concertado de Gipuzkoa. Y como tantos otros escolares, cada día acuden al comedor debido a la extenuante jornada laboral de sus progenitores. Pero hay un problema: ambas niñas son veganas. Una, desde que tenía cuatro años. La otra, desde hace uno.
“Las familias que nos vemos obligadas a usar el servicio de comedor nos encontremos con dos posibles escenarios”, cuenta Noelia a El Caballo de Nietzsche. “O bien les quitan los productos de origen animal del plato, dando como resultado una opción sin proteína y poco saciante, o bien les toca resignarse. En el primer caso se ven sometidos a bullying, lo que afecta gravemente a su desarrollo emocional. En el segundo, vuelven llorando a casa porque no quieren comer animales muertos, en palabras textuales suyas”.
Lo insostenible de la situación llevó a Noelia, junto a otras madres y padres, a fundar la plataforma FEUMVE (Familias Unidas por un Menú Vegano Escolar). “FEUMVE nació como un simple grupo de Facebook el pasado mes de septiembre”, explica Noelia. “Como madre llevaba una lucha prácticamente en solitario recogiendo firmas en Euskadi. Tras cuatro años luchando con el colegio de mis hijas y otros dos compartiendo una petición en change.org y hablando con asociaciones veganas y familias para que me ayudasen en esta lucha, estaba cansada. Me sentía ignorada”.
Gracias al apoyo, entre otros colectivos, de varios santuarios de animales que contribuyeron a la difusión de la iniciativa, la plataforma consiguió el pasado mes de octubre reunir 3.700 firmas, que fueron presentadas en el Departamento de Educación del Gobierno Vasco y ante el Ararteko (Defensor del Pueblo). El primero no ha dado respuesta, aunque sí el segundo, que esgrime un argumento que se puede resumir en una frase: el servicio de comedor no es obligatorio. “Vienen a decir que los veganos no tenemos derecho a la conciliación”, denuncia Noelia. “O trabajas y dejas a tus hijos sin comer, o trabajas y fuerzan a tus hijos a comer animales muertos, o dejas de trabajar para llevarlos a casa a comer”.
El artículo 27 de la Constitución Española, en su punto 3, estipula que los poderes públicos han de garantizar “el derecho que asiste a los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Un texto que, junto a otros como el artículo 17 (“Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad”) o la Ley Orgánica 8/2015, que habla de lo prioritario del “interés superior del menor”, se incumple de manera flagrante en casos como estos, tal y como denuncia FEUMVE.
“En los colegios públicos hay un menú ovolacteovegetariano y ovolactovegetariano con pescado”, recuerda Noelia. “Una opción, esta última, que se aleja aún más del veganismo que la primera y que ni deberían mencionarla, ya que el pescado no es un vegetal. Este menú se lo inventaron a raíz de una petición que hicieron las familias musulmanas, que presentaron 1.200 firmas. A nosotras, con más del triple, nos ignoran”, lamenta.
Para Elsa Gil, psicóloga, la situación que viven los niños y niñas veganas “atenta contra los derechos de estas familias”, ya que convierte a los centros escolares en “jueces que imponen o restringen la libertad de crianza, en unos casos negando la opción de menú vegano de calidad y en otros hasta prohibiendo que el menor pueda traerlo de su hogar”, explica. “Como sociedad, nuestra forma de pensar está plagada de errores sistemáticos conocidos por la psicología como 'sesgos cognitivos', que afectan todo lo que hacemos. Este modo de actuar es una forma de violencia, una actitud que está incorporada en la sociedad y es reproducida por los sistemas de enseñanza, que buscan una homogeneidad entre su alumnado no atendiendo la diversidad y mostrando una intolerancia hacia la diferencia. Estas políticas educativas abocan al aislamiento a menores que forman parte de un grupo heterogéneo, pero a los cuales no se está atendiendo sus necesidades, intereses y realidades particulares, siendo las mismas facilitadoras de acciones discriminatorias por parte de sus compañeros y compañeras provocando ansiedad, falta de ganas de ir al colegio, problemas psicosomáticos, inseguridad y aislamiento entre los menores veganos”.
Lo cierto, tal y como recuerda Miriam Martínez, pediatra, nutricionista y responsable de la web mipediatravegetariano.com, es que aún existen muchos falsos mitos alrededor de la alimentación vegetariana estricta, “tanto entre la población general como entre profesionales sanitarios sin formación específica en este tema, que son la mayoría”, apunta. Y aunque “cada vez más los profesionales que se están interesando por este tema, abundan los que creen saber y dan consejos desactualizados, en lugar de remitir a las familias un nutricionista o a médico con formación específica en este área”.
Toca recordarlo una vez más: “Sí: cualquier persona, de cualquier edad, puede llevar una dieta 100% vegetal”, recuerda Miriam. “Esto no lo digo yo, lo dicen asociaciones científicas como la Academia Americana de Nutrición, la Asociación de Nutricionistas de Canadá o la Asociación Dietética Británica, así como entidades como el NHS (National Health System) del Reino Unido (equivalente al Sistema Nacional de Salud en España). No existe ninguna necesidad de comer carne ni ningún otro producto de origen animal. En realidad, salvo la leche humana para los bebés -o, en su defecto, una fórmula sustitutiva de laboratorio- ningún alimento es imprescindible en la alimentación humana y puede ser reemplazado por otros con similar contenido nutricional”.
Más allá de la alimentación, si algo tiene claro la psicóloga Elsa Gil es que la empatía que lleva aparejada el veganismo es enormemente positiva para niños y niñas. “Normalizar la empatía desde la infancia ayuda a construir una mentalidad abierta y solidaria, dado que es una de las cualidades más importantes de nuestra inteligencia emocional”, asegura. “Les ayuda a desarrollar relaciones interpersonales más fuertes, mejora las habilidades para resolver problemas, contribuye a afrontar el estrés e incluso previene la depresión”.
“La empatía contribuye de manera decisiva a que estos menores adquieran herramientas para trabajar por un mundo más justo: Si una niña o un niño aprende a respetar a los más vulnerables, con independencia de su especie, al ir creciendo extenderá con mayor facilidad esa empatía a su grupo de iguales, creando un clima de respeto en el aula y entre las relaciones personales reduciendo la inestabilidad emocional de los menores. Mostrarán menor agresividad física y verbal, serán más capaces de sentir compasión, gratitud, solidaridad o tolerancia, y adquirirán más recursos para el autocontrol en sus relaciones con la sociedad en su conjunto”.