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“Espero caminar por el aire”

Redacción Campobase

A caballo entre Yosemite y la Patagonia, Dean Potter parece convencido de que su camino, su siguiente exploración, está en el alpinismo, aunque le falte tiempo para cerrar la puerta de su pasado de roca, de su presente de saltos base o de sus placeres de funambulista.

 

¿Qué le impulsó a escalar?

Comencé a escalar durante mis años de instituto cuando aún vivía con mis padres. Tenía 16 años. Mi familia acababa de mudarse a New Boston, New Hampshire. Mi casa se encontraba a tan sólo unas millas de distancia del Barranco Joe English. Este barranco se encontraba en una base aérea por lo que era propiedad privada e ilegal escalar en él. Esta circunstancia era un añadido de emoción a la idea de explorar la roca, así que mis amigos de la infancia y yo solíamos saltar la valla sin que nos vieran y espiábamos a los militares. A menudo terminábamos huyendo de ellos y escondiéndonos en las paredes rocosas de Joe English, esperando que los soldados se cansaran y abandonaran la persecución. Llegados a este punto, aún no habíamos hecho más que juguetear en la base del barranco, bien descalzos o con unas zapatillas de baloncesto Converse All Star. Aunque no conocíamos a ningún otro escalador, la tendencia que nos arrastraba a escalar esta pared era algo natural. Mientras nos escondíamos en la base del barranco captaron nuestra atención algunos viejos pitones colocados en fisuras sobre nuestras cabezas. Nos picó la curiosidad y decidimos echar un ojo a esos viejos pitones, así que, comenzamos a ascender en solitario con nuestras zapatillas deportivas. Una vez alcanzamos el primero, nos dimos cuenta que podíamos continuar y acabamos completando en solitario toda la pared. Esta evolución la viví junto a mi amigo John Sirios. John y yo éramos capaces de cualquier cosa por escalar aquellas paredes: realizar pasos de hombro, pisarnos o incluso subir uno y tirar del otro cuando no podía hacer un paso.

No había reglas, simplemente escalábamos de la manera más natural posible, sin sentirnos cohibidos por ninguna estructura ni nada por el estilo, salvo la mismísima muerte. Sin darnos cuenta, nos vimos rápidamente enganchados por esa sensación de emoción y la libertad que nos proporcionaba el encontrarnos solos entre las rocas. Lo único que quería hacer era escalar. Mis padres me prohibieron hacerlo temiendo por mi vida, pero esto lo único que hizo fue empujarme más a hacer lo que cualquier adolescente hace a esa edad, rebelarse. Hacer búlder y escalar en solitario se convirtieron en actividades casi diarias. Me saltaba las clases y me escabullía de casa a cualquier hora para poder sentirme libre y absorber la esencia de las rocas.  

Más tarde descubriríamos que habíamos escalado en solitario hasta 5.8 sobre granito resbaladizo con zapatillas deportivas. Con el tiempo coincidimos con otros escaladores experimentados quienes también temieron por nuestra seguridad, así que nos dieron a conocer las cuerdas, material de escalada y pies de gato. Con todos estos nuevos adelantos, en vez de escalar de forma más segura, éramos casi más peligrosos. Ahora ya podíamos escalar de primeros y tirar de material: en caso de fracasar, lo más probable es que hubiésemos acabado paralíticos o incluso muertos. Nos centramos en cuerpo y alma en liberar en solo, y durante el primer año ya habíamos liberado hasta vías de 5.11. No obstante, en varias ocasiones acabamos en el suelo tras caer desde una altura de 8 o 10 metros. Recuerdo una ocasión escalando a vista en solitario, a principios de primavera, cuando tras lograr alcanzar la cima de una cara de 15 metros me encontré con que los agarres de la cima se hallaban cubiertos de hielo. Estaba seguro que no podría sujetarme y acabaría con una pierna rota. En última instancia, alcancé a ver un árbol a tres o cuatro metros de distancia y salté hacia sus ramas. Esta experiencia me marcó y comencé a ser más riguroso y calculador con mis escaladas en solitario.

 

 

¿Qué buscaba cuándo abandonó la universidad y la práctica del remo?

Cuando me gradué del instituto lo único que me importaba era escalar. No tenía ni idea de cómo hacer dinero o cuidar de mi mismo. Mis padres me comentaron que si iba a la universidad ellos me apoyarían. Si no iba, me las tendría que apañar yo solo, estaría solo. Estaba asustado por lo que me depararía el mundo real y el hecho de tener que cuidar de mi mismo, además de que era un poco vago. Así que me decanté por el billete gratuito que implicaba ir a la universidad.

Acabé asistiendo a la Universidad de New Hampshire. Durante mis años de universidad nunca pude encajar perfectamente y me negaba a seguir los pasos del resto del rebaño. Me sentía fuera de lugar y me negaba a aceptar libremente a los que me obligaban a pensar de una determinada forma. Era la época de experimentar nuevas cosas y así lo hice….las fiestas persiguiendo chicas y perdiendo la cabeza eran habituales. Fue por esa época cuando también comencé a remar en el equipo de la universidad. El entrenamiento, dos veces al día (pronto por la mañana y por la tarde), era muy intenso.

Esta experiencia me enseñó la base y los fundamentos del entrenamiento. Me obsesioné con el remo como lo había hecho anteriormente con la escalada. Deje la escalada y me centré en el remo. Desafortunadamente me convertí en una persona muy competitiva al tiempo que mi entrenador me empujaba a serlo incluso más. Aún le recuerdo diciendo, “¡no quieres derrotar a tus contrincantes, los quieres destrozar, hacerles vomitar!” Durante dos años se convirtió en una rutina, y llegué incluso a querer vencer a mis propios compañeros de equipo. Fue un largo año y medio lejos de la escalada.

Un día Charley, un amigo, se dirigía a Pawtuckaway, un barranco cercano a mi universidad, y me uní a él. En clase las cosas no iban excesivamente bien y siempre había echado de menos la paz que me ofrecía la roca. Charley y yo disfrutamos de un día perfecto de bloque. En ningún momento sentí la competitividad. Simplemente lo pasamos bien, mucho mejor que remando en la universidad. Al día siguiente deje las clases y me convertí en un mendigo de la escalada. Desde aquel momento, no me importaba otra cosa más que ser feliz, y lo que más feliz me hacía era estar al aire libre rodeado de roca. Además, los escaladores supusieron el primer grupo de personas con los que me sentí realmente identificados. Igualmente, y por primera vez, hice grandes amigos.

 

 

Vivió en Yosemite en una furgoneta, sobreviviendo con trabajos temporales...

Opté por un estilo de vida desenfrenado y sin control. Al principio vivía en un Volkswagen Jetta y trabajaba en cualquier trabajo que me surgiera por el tiempo necesario hasta que ahorraba dinero suficiente para largarme a algún sitio donde escalar durante unas semanas. En ocasiones, estiraba el dinero para que me durase meses, o incluso años. En general, no me preocupaba por el dinero hasta que no me quedaba nada. Entonces mi vida se vino totalmente abajo. Entré en una profunda depresión y comencé a buscar desesperadamente un trabajo. Sirviendo mesas, cosiendo bolsas de golf en un club, pintando casas, lavando platos o como chico de las mudanzas, la verdad es que no me importaba. El primer trabajo que se cruzara en mi camino, lo aceptaba sin pensármelo dos veces. Pero, tan pronto ahorraba unos cuantos miles de dólares, salía disparado en busca de un nuevo destino.

 

El público sigue pensando que escalar en solitario y casi sin asegurarse es de locos. ¿Lo es?

Siempre había tenido en mente la idea de la escalada en solitario. Todas las escaladas que veía, me preguntaba si podría hacerlas en solitario. De todos los lugares donde he vivido, Yosemite fue el primero donde me di cuenta que no podría escalar en solitario todas sus formaciones rocosas. Siempre había sido un sueño poder escalar en solitario en Stove Legs en The Nose o Zig Zags en el Half Dome. A pesar de tener presente que posiblemente moriría si intentaba estas escaladas, llegué a la conclusión de que realizaría una escalada de velocidad en solitario. Este concepto de escalada comprendía todas las modalidades de escalada que conocía. Así que decidí que podría escalar en solitario la gran mayoría de Big Walls y simplemente llevar conmigo un pequeño kit de ayuda y una cuerda corta para solventar los pasos claves o desistir si tuviese que dejarlos. Aunque me entregué en cuerpo y alma a estas escaladas, la verdad es que todas las acciones que tomé estaban extremadamente calculadas con antelación. Analicé obsesivamente los croquis y estudié y planeé cualquier situación que se pudiese dar. Acabé escalando en solitario más del 90% de El Cap y Half Dome. Además, había estado escalando en solitario toda mi vida. Mi estilo de escalada posiblemente no sea el más fluido que exista, pero se basa en el concepto de no perder contacto con la roca.

La gente pensaba que me había vuelto loco. Sé que puede parecer una locura, pero creo que nadie comprendía lo calculador que fui, y soy, y cuanto quería seguir viviendo. No quería morir.

 

Escaladas en solitario, salto base, cuerda floja...¿qué saca en claro de toda esa exposición?

Ahora escalo en solitario, camino sobre la cuerda floja a poca altura sin atarme (funambulismo) y realizo saltos BASE. Mi mayor obsesión ha estado siempre ligada a una elevada conciencia y meditación. Medito, hago yoga pero nada me transporta a ese estado de conciencia como en el momento en que entro en contacto con la roca, camino sobre el vacío o siento el viento soplándome en la cara cuando vuelo desde una pared por voluntad propia.

 

¿Qué opina de la profesionalización del mundo de la escalada?

Siempre me concentré en lo que me parecía más divertido. Afortunadamente, encontré mi verdadera pasión y sentí lo fascinante que era el mundo de la escalada. Nunca me preocupé por autopromocionarme. Pienso que no está bien. Mi filosofía se ha centrado en perfeccionar mi arte, mientras que el resto lo dejé en manos del destino. Durante años trabajé en toda clase de trabajos y tuve que hacer de todo para salir adelante. Eventualmente, y tras convertirme en un escalador errante durante 8 años, diversas empresas de escalada se dirigieron a mí para patrocinarme. Lo pensé minuciosamente hasta que Patagonia se puso en contacto conmigo y pude comprobar que mi filosofía y puntos de vista eran muy similares a los suyos. Pensé que sería una estupidez rechazar la oferta. Tras ocho años trabajando con Patagonia, siento que esta unión me ha permitido hacer más con mi vida, tanto desde un punto de vista político como medioambiental. Trabajar con Patagonia me ha permitido tomar decisiones que han aportado un sentido a mi vida que va más allá de la simple idea de subirme por las rocas.

Pienso que lo fundamental sobre la profesionalización es que tenemos que centrarnos en nuestro arte, y no en explotar nuestra pasión por el dinero.

 

¿Le interesa el alpinismo?

Tuve mi primer contacto con el alpinismo en la Patagonia Argentina. Los grandes picos allí, tales como el Cerro Torre, la Torre Egger y el Fitzroy me inspiraron más que ningún otro lugar. Como de costumbre, quería escalarlos en solitario. Escalé allí durante dos años con Steph Davis justo antes de casarnos. Nos iniciamos en el mundo del alpinismo juntos, de un modo muy similar al que me sirvió de iniciación a la escalada en Joe English. Sin reglas, ni limitaciones, aprendí a fuerza de equivocarme. Durante mi tercer año en Patagonia, viaje allí solo con la esperanza de acometer el Fitzroy en solitario. A los pocos días de llegar, ya me encontraba a los pies de la Super Canaleta sin saber a ciencia cierta cuantos días me llevaría la ruta. Me desperté en medio de un cielo despejado a eso de las dos de la mañana con más energía de la que me creía poseedor. Comencé a escalar a eso de las tres, y a las nueve y media de la misma mañana me hallaba en la cima tras haber realizado la primera y única escalada en solitario al Fitzroy.

Esta ascensión supuso un punto de inflexión en mi vida. Tras ella realicé una ascensión de velocidad en solitario al Cerro Torre y otra primera escalada en solitario en el Fitz Roy que dio lugar a la vía que posteriormente llamé California Roulette. Creo que la razón por la que hago todas estas nuevas actividades es porque tengo una visión de la escalada de carácter artístico, y no competitivo. Esta visión me permite seguir con mis sueños y no verme limitado simplemente a intentar mantenerme por delante del resto de los escaladores. El alpinismo es la dirección definitiva que sigo dentro de la escalada, pero aún me restan cosas de dificultad elevada por hacer dentro del ámbito de la escalada libre que no tengo la intención de dejar de lado. Sé que cuando me centre plenamente en el alpinismo no seré capaz de mantenerme tan fuerte como escalador en libre como actualmente. Por el momento sigo practicando ambas cosas, aunque se que algún día canalizaré toda mis energías en las caras vírgenes y formaciones rocosas más grandes del mundo.

 

¿Cuál es su gran motivación?

Mi gran motivación para escalar en estos momentos no es otra que la posibilidad de entrar en un estado de alta conciencia de una forma más intensa y consistente. Creo firmemente que el ser humano puede hacer cualquier cosa que tenga en mente. Espero poder algún día caminar sobre el aire o volar como un pájaro y no sentirme atado por las restricciones cotidianas que fija la humanidad.

 

 

Cuando los hermanos Pou solicitaron ayuda para rescatar a tres franceses en el Fitz Roy, muchos escaladores se la negaron. ¿Qué opina?

En mi opinión, todos los escaladores, independientemente de si son mis amigos o no, pertenecen a una gran familia. Para el caso, cualquier animal o ser humano. No creo que debamos considerarnos por encima de nadie ni nada. En relación a tu pregunta, desconozco los detalles de la situación. Sé que siempre que he estado en la montaña y alguien necesitó mi ayuda, yo, y cualquier otro que me acompañase, hemos dejado lo que estuviésemos haciendo y hemos echado una mano, intentando hacer todo lo posible para asegurar que todo el mundo estuviese bien. De hecho, esta ha sido la constante que he podido apreciar la mayor parte de las veces entre escaladores. Doy por hecho que todo el mundo sabe que escalar no es lo más importante en esta vida.    

 

¿Puede explicar la relación entre el salto Base y la escalada?

Un salto Base es todo lo contrario a la escalada. Te tienes que dejar llevar y saltar al vacío, un lugar que para todo escalador implica la muerte. Pero para mí, poder acceder a la cima y poder volar, saltando desde allí, adentrándome en un espacio hacia el que normalmente siento pánico, es muy liberador. Todo es posible. Yo realizo saltos Base porque si lo combino con mis experiencias dentro de la escalada es lo más maravilloso que puedo imaginar. Me encanta estar entre rocas, y como la mayoría de los humanos, siempre he soñado con volar. La faz más práctica de los saltos BASE es que desciendo los barrancos en segundos en lugar de horas o incluso días.

 

¿Cuenta más la fuerza mental que la muscular en la escalada?

A pesar de que siempre he intentado canalizar la mayor parte de mi energía en tener buena salud y en encontrarme fuerte, pienso que la mayor fuerza que nace en mi interior proviene de la mente y el espíritu. Con fuerza de voluntad, sé que todo es posible.

 

¿Qué teme?

Temo que nuestra libertad sea arrebatada por mi propio gobierno, hambriento de poder. También temo que se pierda la gran mayoría de lugares salvajes que aún hoy existen en el mundo debido a los excesos y el consumismo del ser humano. A un nivel más personal e intrascendente, siento pavor por las serpientes.

 

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