La articulación tibioperoneoastragalina representa la conjunción de las superficies articulares de los maléolos peroneo y tibial que confluyen a modo de pinza sobre el astrágalo, comportándose como una bisagra permitiendo un movimiento de flexión dorsal de 20° y plantar de 45°.
Un esguince es el mecanismo por el que las estructuras de soporte articular se ven superadas por distintos factores que extralimitan su resistencia. Los factores pueden ser intrínsecos y extrínsecos.
Si nos referimos a factores intrínsecos destacamos:
1) La edad. Según la mayoría de estudios, cuanto más veterano es el deportista mayor es el riesgo de sufrir una lesión de tobillo.
2) Sexo. Hay disparidad de resultados. La mayoría de los autores afirma que también en el tobillo la mayor incidencia coincide con el sexo femenino. Las razones son anatómicas, hormonales y neuromusculares. Se afirma que se aumenta el riesgo de sufrir una lesión de rodilla en la semana antes del comienzo de la menstruación. No hay datos con relación al esguince de tobillo. En valores absolutos, el sexo masculino es más prevalente a la hora de sufrir una lesión de tobillo.
3) Historia previa de esguinces de tobillo. Tras sufrir un esguince de tobillo por inversión, la musculatura eversora permanecerá debilitada durante al menos 10 años. Tropp opina que la probabilidad de sufrir un nuevo esguince es dos o tres veces mayor si hay una historia previa. El déficit propioceptivo, la laxitud residual o el disbalance muscular, una rehabilitación inadecuada o una reincorporación a la actividad demasiado precoz son las causas responsables.
4) Factores relacionados con el pie. El pie varo, retropié valgo, tendón de aquiles corto o contracturas del mismo, antepié cavo, etc.
Entre los factores extrínsecos destacamos:
1) Tipo de actividad deportiva. El baloncesto y el fútbol son los deportes que tienen mayor incidencia de esguinces de tobillo, entre el 15%50% del total de entorsis. En la NBA, el esguince de tobillo representa el 21% del total de lesiones del jugador profesional.
2) Nivel de competición. La posibilidad de sufrir un esguince durante una competición es 24 veces mayor que durante un entrenamiento.
3) Calidad técnica. Hay controversia en este apartado pero la mayoría de los estudios reflejan que es más frecuente que se lesionen aquellos jugadores con peor nivel técnico que aquellos con más calidad.
4) Tipo de calzado. Los jugadores que calzan zapatillas con cámara de aire son más propensos a la torcedura. Mckey et al lo achacan a la pérdida de estabilidad del retropié.
5) Errores en la preparación física. Como la ausencia de calentamiento y estiramiento antes y después de la actividad deportiva.
6) Práctica deportiva sobre una superficie determinada. El tartán, así como otras superficies artificiales, asocian mayor predisposición a la lesión que en césped artificial o hierba.
Cualquier tipo de esguince, independiente de su gravedad, provocará una alteración en el complejo articular del tobillo que supondrá un detrimento de su funcionalidad. El conocimiento del mecanismo exacto de la lesión es fundamental para evaluar las estructuras más susceptibles de dañarse. El mecanismo lesional suele ser traumatismo en varo del tobillo junto a una flexión plantar e inversión forzada del pie. El ligamento lateral externo del tobillo y más concretamente su fascículo anterior suele ser el afectado con mayor frecuencia.
La frase tan extendida “tengo un nuevo esguince de tobillo porque me curé mal el primer esguince” es reflejo de la importancia de llevar a cabo un tratamiento correcto en este tipo de lesiones. No es poco frecuente encontrarnos con deportistas que han tenido esguinces de repetición en un mismo tobillo. En el próximo artículo repasaremos el tratamiento encaminado a recuperar la fuerza y la funcionalidad de la articulación.