Sidy Magassa y las 700 búsquedas sin respuesta en la ruta migratoria canaria
Los padres y los cuatro hermanos de Sidy Magassa no saben nada de él desde el 27 de julio de este año. Esperaban que a principios de agosto se pusiera en contacto con ellos, pero esa señal de vida no se produjo. Su móvil está apagado y nadie lo ha visto en Canarias. Ese día de julio es la única certeza en el calendario de emociones revueltas de esta familia, cuando este joven veinteañero de Kaï, Mali, se embarcó en una patera desde Mauritania con destino a Canarias. Ya los otros días son los de la incertidumbre de agosto cuando sus familiares comenzaron una búsqueda a la desesperada. Durante esas primeras semanas, su hermano, que vive en Francia, empezó a mover hilos entre conocidos y familiares de Gran Canaria, y su padre, que también reside en el país galo, compró un vuelo para viajar a su casa en Mali y poder estar junto a su mujer en estos momentos. “Se volvió loco”, cuenta Samba, un primo de Sidy que vive en Las Palmas de Gran Canaria.
Su hermano desde Francia accede asiduamente a los medios digitales españoles para buscarlo y rebuscarlo en las fotografías publicadas sobre los desembarcos de las pateras. Cree verlo entre otros jóvenes jugando en una cancha de fútbol o sentado junto a otros jóvenes tras la llegada a tierra firme. Sin embargo, en Gran Canaria nadie confirma haberlo visto. También Samba ha preguntado por él en varios centros y a algunos compatriotas pero sigue sin haber pistas.
“Están asustados porque han visto las informaciones de Canarias. Ven que hay gente que muere y se queda dentro del mar y como no saben nada del chico pues ahí viene el problema. No saben si esta aquí o murió”, se lamenta su primo.
Samba asegura que hablar con la madre del joven es prácticamente imposible. Le invaden las lágrimas cuando él se pone al teléfono. “Ella llora y llora. Piensa que ha muerto”. A veces también creen que está en otra ciudad de la Península, o que llegó a Las Palmas, que no sabe hablar español y que está asustado. Como no hay un cuerpo que lo certifique, los padres y hermanos de Sidy se mueven entre el miedo de la muerte y la esperanza de la vida. “Tienen que verlo vivo o muerto para quedarse tranquilos”, confiesa.
Esta búsqueda sin respuestas la pueden estar sufriendo en la actualidad 700 familias más del continente africano. Según denuncia la organización Caminando Fronteras, ese es el número de personas que podrían estar desaparecidas en la ruta canaria, la más peligrosa para llegar a Europa. Para mitigar el impacto como el que sufre la familia de Sidy, la activista por los derechos humanos y responsable del colectivo, Helena Maleno, ha mantenido esta semana en Gran Canaria una reunión con varias organizaciones sociales para empezar a elaborar una guía sencilla con distintas pautas que ayuden a los familiares a saber qué ha pasado con sus seres queridos y cómo pueden llorarlos. En este primer contacto con entidades como el Secretariado Diocesano de Pastoral de Migraciones, la Federación de Asociaciones Africanas de Canarias (FAAC), el secretario de Migraciones, Luc André Diouf, o la Asociación de Mujeres Africanas de Canarias (AMAC) se ha pretendido concretar cuál es la situación de Canarias y estudiar cómo facilitar esas informaciones a los familiares.
Esta es una iniciativa que parte del trabajo que la ONG realiza con las familias, de la necesidad que tienen para que se identifique a los cuerpos y de que se busque a las personas desaparecidas. También nace de la falta de respuesta oficial, ya que a veces no saben donde tiene que acudir o tienen miedo a denunciar. “Hay una voluntad de no ver a las personas muertas y desaparecidas. Porque cuando ocultas a las víctimas, ocultas a los victimarios. Se oculta lo que hay detrás de todas esas víctimas y cómo son las políticas que causan muerte”, denuncia Maleno. Y para ejemplificarlo recuerda el caso del Tarajal, en el cual el Estado español aún no ha identificado a los cuerpos de los fallecidos a pesar de las demandas de las familias. “Hay una criminalización de las familias cuando van a denunciar a distintas policías en distintos lugares”, sostiene la responsable de Caminando Fronteras.
Tal y como reclama el colectivo, los meses pasan y las familias se siguen preguntando por sus seres queridos, necesitan saber si han recibido un entierro según sus creencias o quién los acompañó en su final. Maleno se ha llegado a preguntar cuál será a largo plazo el impacto que las muertes de mujeres y hombres del continente dejarán en sus comunidades: “Hay impactos legales dentro de las comunidades, de mujeres que nunca son viudas, de huérfanos que nunca son huérfanos, de creencias de personas que no pueden ser enterradas en los lugares donde nacieron y que eso es importante para la ancestralidad de las familias”, subraya. Vaticina que los “impactos serán históricamente graves” y que estos hechos se estudiarán dentro muchos años pero “poniendo en el centro la vergüenza de lo que las políticas europeas han hecho para que mueran colectividades determinadas por el simple hecho de ejercer el derecho al movimiento”.
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