Los 'barcostopistas' del Atlántico

Imagen de archivo de la salida de la ARC en el 2013. EFE

Iago Otero Paz

Las Palmas de Gran Canaria —

Todos los años en el mes de noviembre Las Palmas de Gran Canaria tiene una cita con la ARC y la ARC+ que abarrotan el Muelle Deportivo de la capital grancanaria de barcos para cruzar el Atlántico. Se trata de una carrera náutica, aunque muchos de los que participan solo buscan el reto de llegar hasta la caribeña isla de Santa Lucía, que por lo general se tarda entre 15 y 22 días. Pero no solo llegan embarcaciones de todo el mundo al puerto grancanario, también navegantes y viajeros de todos los rincones que buscan en esta competición la oportunidad para cruzar el océano haciendo barcostop.

Lo cierto es que no es fácil conseguir barco porque la competencia es muy grande y casi todos llegan a la Isla con su tripulación formada. Como si de una una lucha por una vacante de empleo se tratara, todos colocan su anuncio en cualquier rincón del muelle (la lavandería, farolas, las puertas de los pantalanes, bicicletas...) ofreciendo su experiencia para ser aceptado en alguna tripulación.

Es el caso del británico Duncan Mackenzie y su pareja Maïa Sautelet, de Francia. Ambos llegaron a Gran Canaria hace poco más de una semana y sus carteles con su fotografía están por todas partes. El objetivo de los dos es claro: intentar en el mes de vacaciones que tienen embarcar en cualquier bote. Ambos viven en Inglaterra y quieren llegar hasta Santa Lucía para practicar la vela, que es el deporte que les apasiona. “Cuando cruzas el océanos solo estás en conexión con la naturaleza, es algo muy inteso, una experiencia increíble”, explica Mackenzie, quien ofrece todo su saber náutico, llevar el timón, además de otras tareas como cocinar o lavar el barco. Por su parte, su pareja reconoce que no tiene un currículum tan bueno, pero asegura que el entusiasmo para embarcar no se lo quita nadie.

Si Mackenzie consigue embarcar sería la segunda vez que participara en la ARC de esta manera, la primera fue hace 10 años cuando una amiga española que vive en Barcelona le comentó que había gente que navegaban de esta manera. Este año se lo comentó a su pareja y ella se animó a intentar el reto. No obstante, el británico recuerda las diferencias que hay respecto hace 10 años ya que en aquella ocasión no se pagaba mucho por montar a un barco. Así, en aquella ocasión pagó unas 250 libras, de las cuales 150 era para registrarse en la carrera y el resto para la comida. Sin embargo, en la actualidad lo mínimo que piden son unos 2000 euros, y en algunos casos piden 6.000 a cambio de un camarote individual y cocinero. “Para nosotros es mucho dinero” asegura Sautelet, quien dice que están dispuestos a pagar unos 500 euros porque no quieren un viaje de vacaciones, “queremos aportar en la travesía”, subraya.

En caso de no lograr buque, esta pareja aún mantiene la esperanza de poder enrolarse en la tripulación de otros barcos que, aunque no compiten en la ARC, realizan la travesía hasta el Caribe a la par que la carrera con el fin de gozar del dispositivo de seguridad de la misma. “El problema es que encontrar a estos es más complicado ya que no tienen la bandera de la ARC que indica que compiten”, comenta Mackenzie, quien añade que junto a su pareja están todo el día en el muelle “caminando, hablando y pegando carteles” con el fin de encontrar la oportunidad, “es como buscar trabajo”. Una oportunidad que les surgió con la ARC+, que salió el pasado 9 de noviembre y que tiene la misma llegada pero haciendo escala en Cabo Verde, pero no pudieron tomarla porque en aquel momento estaban en Inglaterra trabajando.

Desde Italia llegó Tommaso Cantarini hace más de medio mes con el único objetivo de navegar, “da igual el destino”. Este joven no le importa si participa en la ARC o toma un barco que vaya a otro lado porque a él lo que le interesa es navegar y disfrutar de la vela, una actividad que le apasiona. “Hasta finales de febrero no tengo que regresar a mi país”, por lo que quiere enlazar varias travesías de aquí a tres meses. Mientras tanto, trabaja en un hostel de la capital realizando la limpieza del mismo a cambio de poder dormir, mientras que una vez al día se acerca a los pantalanes a ver si encuentra su velero que le permita seguir desarrollando sus conocimientos marítimos ya que ha trabajado como pescador y buzo. Al igual que Mackenzie y Sautelet, también ofrece limpiar el barco y cocinar para la tripulación.

Tanto la pareja como Cantarini llegan una conclusión, si les dan a elegir entre aquellos que realizan la ARC por placer o por competición, se quedan con los primeros ya que el ambiente en estos veleros es mejor porque van más relajados, una relajación que fue lo que les enamoró de este deporte.

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