David Ferrer alcanzó en el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King la cita cumbre, hasta el momento, de su carrera en un Grand Slam, las semifinales del Abierto de Estados Unidos a costa del argentino Juan Ignacio Chela, incapaz de hacer frente al embiste del español (6-2, 6-3 y 7-5).
A sus veinticinco años el tenista de Jávea ha encontrado la primera recompensa de gran dimensión a su pelea permanente en la pista. Carece del talento de algunos y de la proyección y la repercusión de otros. Pero Ferrer siempre está ahí. Sin exigencias y sin regatear energía alguna.
El tenista que más minutos acumula, de largo, en el Abierto de Estados Unidos ha prolongado su estancia después de superar a un contrincante gestado por el mismo patrón. Sin golpes espectaculares pero con la reserva llena. Mantuvo la fe en la victoria a pesar de que el marcador le dio pronto la espalda. De hecho, logró romper el saque del español por primera vez en el segundo juego del tercer set.
Para entonces el partido ya tenía dueño. Ferrer lo había encarrilado a base de peloteos largos y golpes ganadores. Menos errático que el argentino, posiblemente invadido por la magnitud de la escena.
El tenista español, el primero en semifinales desde que Juan Carlos Ferrero disputó la final del 2003 y el cuarto en toda la Era Open después de Carlos Moyá en 1998 y Manolo Orantes en 1975, ofreció una dureza mental notable. Igual que contra Rafael Nadal, al que echó del torneo en los cuartos de final.
Su determinación, su apuesta, más arriesgada, le puso en franquicia en el cuarto juego del partido. Rompió el saque del argentino y se situó con 4-1. El resto llegó a fuerza de lógica. La misma situación se repitió en el segundo parcial. En el que Chela, al que se le adolece de falta de continuidad en sus resultados, fue incapaz de reaccionar. En la misma situación Ferrer le arrebató el servicio. Y pudo cerrar el parcial con mayor prontitud si hubiera culminado alguna de las seis pelotas de break que tuvo en el juego posterior para establecer una ventaja mayor.
El argentino, capaz de lo mejor y de lo peor, pareció despertar en el tercero cuando rompió por primera vez a Ferrer y se puso 2-0. Fue un sueño efímero. Acto seguido el español igualó. Fue el tramo más equilibrado hasta que hizo la rotura en el noveno. Justo antes de cerrar el partido.
Ferrer, el mejor restador del torneo, ya está en semifinales de un Grand Slam por primera vez en su carrera. Suyo fue el primer paso para una contienda española, que aseguraría un finalista de la Armada. Moyá tiene en su mano el segundo paso. Si no, el alicantino se medirá al serbio Novak Djokovic.