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45 años de estrellas verdes

La bandera canaria ha pasado por mejores y peores momentos en su breve historia. Los comienzos fueron duros puesto que se sitúa en plena dictadura franquista, con la persecución continuada a todo atisbo nacionalista en todo el Estado español, fueran catalanes, vascos, gallegos o canarios. Nuestra bandera no se quedó atrás en esa persecución nacional española, teniendo que esperar a la muerte del dictador, para, entrados en la Transición española, comenzar a encontrar a nuestra tricolor en numerosos actos públicos. Cuando decimos públicos no nos referimos únicamente a actos políticos, sino también a encuentros de tipo social, lúdico y deportivo. Fiestas en nuestros barrios y pueblos, partidos de fútbol, excursiones, viajes de distintos colectivos fuera del archipiélago, etc. En definitiva, comenzaba, así, la auténtica simbiosis entre un símbolo, como es la bandera, y el sentimiento de canariedad contenida de todo un pueblo. Es de tal envergadura este hecho, que la bandera, relacionada ya con la sociedad canaria, no tenía, siquiera, que tener un significado estrictamente político ligado al nacionalismo. Esta era la única bandera que representaba a las mujeres y hombres de Canarias: la tricolor de las siete estrellas verdes.

Después de firmada la Constitución Española y aprobada en referendo en diciembre de 1978, comienza en el Estado español la carrera hacia el Estado de las Autonomías, donde también Canarias se ve convertida en una de las diecisiete autonomías del Estado. Con su Estatuto aprobado, se trunca el reciente pasado de nuestra bandera. Sabedores de que nuestra tricolor era la bandera que representaba a los hombres y mujeres de esta tierra, se decide sustituirla por otra de similares colores, pero tornados por colores más intensos, alejados del verdadero propósito de la bandera. Por si fuera poco, las estrellas de la esperanza son sustituidas por un escudo que poco tiene que ver con la historia de esta tierra, seis montes (despreciando lo poco montañoso de las islas más orientales), rematado en su parte inferior por un monte mayor que podría emular a El Teide, y en la parte superior por una corona que nos recordaba la pertenecía de Canarias a la Monarquía española, en este caso, de los Borbones. Y, cómo no, dos canes encadenados que miran al escudo con la sensación más absoluta de las sumisiones.

No había hecho más que comenzar la división interesada entre unos y otros, entre los canarios que no se sentían representados por el engendro artificial de una bandera, y los que aceptaban con sumisión el nuevo artificio, poco afortunado, estigmatizando a los que enarbolaban la tricolor.

Ya en el siglo XXI parece que se vislumbra un cambio importante a favor de nuestra bandera. Los que eran defenestrados por portarla eran situados en posiciones de radicalidad política, llegándose a tratar a estos grupos como si de asociaciones terroristas se tratase. Todo un complot entre la derecha y la izquierda española para tratar a nuestra bandera como un elemento distorsionador en nuestra tierra. Eran fuerzas y grupos extraparlamentarios, sin apenas representación en las instituciones canarias, y carentes de credibilidad, por tanto. Claro que, cuando el único partido nacionalista de Canarias con representación en todas las instituciones del Archipiélago, es decir, Coalición Canaria, adopta y asume la bandera tricolor como la única bandera de Canarias, la frustración se torna en esperanza, en una nueva ilusión de ver convertida a nuestra bandera en la protagonista de actos de todo tipo. Precisamente son los jóvenes de Coalición Canaria, las Juventudes Nacionalistas de Canarias, los que, como no podía ser de otra manera, influyen de manera notoria en un partido que, en sus comienzos, había renunciado a ello. Por lo tanto, podemos hoy celebrar que numerosos grupos de nacionalistas ya tienen en común dos cosas, la figura de Secundino Delgado como referente en la Historia de este pueblo, y la bandera que les representa, la tricolor. Sin pretender ser excesivamente pesimista, mucho habrá que caminar para encontrar la verdadera unión del Nacionalismo frente a la intransigencia y a la tolerancia de los partidos con mandato español.

Pero hoy me quiero quedar con la buena noticia: en muchas ciudades y pueblos de estas islas se están celebrando actos festivos y de apoyo a la bandera, a nuestra bandera, se pertenezca a un partido o a otro. Hoy nuestro color es blanco, azul y amarillo, con la esperanza de encontrar siete estrellas verdes que caminen por una Canarias Unida, ¡Viva la Bandera Nacional Canaria!

Antonio Hernández Lobo es presidente de Coalición Canaria de Telde

* Presidente de Coalición Canaria de Telde

Antonio Hernández Lobo*

La bandera canaria ha pasado por mejores y peores momentos en su breve historia. Los comienzos fueron duros puesto que se sitúa en plena dictadura franquista, con la persecución continuada a todo atisbo nacionalista en todo el Estado español, fueran catalanes, vascos, gallegos o canarios. Nuestra bandera no se quedó atrás en esa persecución nacional española, teniendo que esperar a la muerte del dictador, para, entrados en la Transición española, comenzar a encontrar a nuestra tricolor en numerosos actos públicos. Cuando decimos públicos no nos referimos únicamente a actos políticos, sino también a encuentros de tipo social, lúdico y deportivo. Fiestas en nuestros barrios y pueblos, partidos de fútbol, excursiones, viajes de distintos colectivos fuera del archipiélago, etc. En definitiva, comenzaba, así, la auténtica simbiosis entre un símbolo, como es la bandera, y el sentimiento de canariedad contenida de todo un pueblo. Es de tal envergadura este hecho, que la bandera, relacionada ya con la sociedad canaria, no tenía, siquiera, que tener un significado estrictamente político ligado al nacionalismo. Esta era la única bandera que representaba a las mujeres y hombres de Canarias: la tricolor de las siete estrellas verdes.

Después de firmada la Constitución Española y aprobada en referendo en diciembre de 1978, comienza en el Estado español la carrera hacia el Estado de las Autonomías, donde también Canarias se ve convertida en una de las diecisiete autonomías del Estado. Con su Estatuto aprobado, se trunca el reciente pasado de nuestra bandera. Sabedores de que nuestra tricolor era la bandera que representaba a los hombres y mujeres de esta tierra, se decide sustituirla por otra de similares colores, pero tornados por colores más intensos, alejados del verdadero propósito de la bandera. Por si fuera poco, las estrellas de la esperanza son sustituidas por un escudo que poco tiene que ver con la historia de esta tierra, seis montes (despreciando lo poco montañoso de las islas más orientales), rematado en su parte inferior por un monte mayor que podría emular a El Teide, y en la parte superior por una corona que nos recordaba la pertenecía de Canarias a la Monarquía española, en este caso, de los Borbones. Y, cómo no, dos canes encadenados que miran al escudo con la sensación más absoluta de las sumisiones.