Canarias Ahora Opinión y blogs

Sobre este blog

Bush en su laberinto

El aliado turco siempre fue fiel a la Alianza Atlántica (antes OTAN) y a Estados Unidos. Washington respondió defendiendo la candidatura de Turquía a la Unión Europea y con enormes sumas de dinero en diversas formas de ayuda económica. Ankara comenzó a poner obstáculos a su colaboración cuando supuso, con razón, que la guerra y ocupación de Irak significaría un nuevo aliento a la causa de los kurdos, el mayor pueblo del mundo sin Estado propio.

Erdogan cree que una zona kurda con amplias atribuciones autonómicas en el norte iraquí estimulará las exigencias nacionales de los kurdos de su propio país. Y no está dispuesto a tolerar la formación de cualquier embrión de Estado junto a sus fronteras del sur. Sin la ocupación de Irak, este problema ni se le hubiera planteado a Bush. Ahora tiene que hacer equilibrios inestables entre sus dos aliados e intentar por todos los medios que la sangre no llegue al río. Les toca pagar a los militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Hasta este momento, Washington mantiene la crisis bajo control. Ya veremos durante cuanto tiempo.

El dictador Pervez Musharraf, al frente de un país con poder nuclear, trabajó como leal aliado de Bush en la lucha contra los talibanes afganos y sus amigos paquistaníes, pero con esos modos se enajenó el apoyo de una población musulmana que rechazó la ocupación militar de Afganistán. Musharraf aspiraba a permanecer el frente de Pakistán con el uniforme puesto, una pretensión rechazada por los tribunales. En plena carrera hacia la desestabilización interna, también animada por enormes deficiencias sociales y el juego doble de los poderosos servicios secretos (infiltrados por islamistas radicales), Estados Unidos preparó una operación política para recuperar la estabilidad con la ayuda de Benazir Bhutto. Esta mujer pro occidental conserva un gran apoyo popular tras ejercer dos veces como jefa de Gobierno y haber pasado casi ocho años en el exilio.

El plan consistía en llegar a las elecciones de enero. Si todo salía según las previsiones, Benazir Bhutto obtendría suficiente apoyo para formar gobierno, mientras Musharraf permanecería al frente del ejército. Cuando el dictador comprobó que la Corte Suprema fallaría el próximo 12 de noviembre sobre la inconstitucionalidad de su última elección para presidente al no despojarse de la jefatura militar, decidió dar un autogolpe de Estado, declaró el estado de excepción, suspendió la Constitución, suprimió las libertades civiles, emprendió la caza de líderes opositores y abrió la posibilidad de aplazar un año las elecciones.

A Bush le subió la fiebre, casi siempre provocada por la política exterior. ¿Cómo seguir apoyando a su amigo Musharraf en estas condiciones, cuando ni siquiera asegura un mínimo de orden? Apeló a las amenazas económicas y, con la colaboración del secretario general de la ONU, exigió al dictador que recupere las garantías constitucionales y que mantenga el calendario electoral. Bush rezará junto a Cheney, a ver si hay suerte y al menos la conferencia que prepara Condoleezza Rice sobre el conflicto palestino israelí le proporciona una buena noticia. Que lo dudo.

Rafael Morales

El aliado turco siempre fue fiel a la Alianza Atlántica (antes OTAN) y a Estados Unidos. Washington respondió defendiendo la candidatura de Turquía a la Unión Europea y con enormes sumas de dinero en diversas formas de ayuda económica. Ankara comenzó a poner obstáculos a su colaboración cuando supuso, con razón, que la guerra y ocupación de Irak significaría un nuevo aliento a la causa de los kurdos, el mayor pueblo del mundo sin Estado propio.

Erdogan cree que una zona kurda con amplias atribuciones autonómicas en el norte iraquí estimulará las exigencias nacionales de los kurdos de su propio país. Y no está dispuesto a tolerar la formación de cualquier embrión de Estado junto a sus fronteras del sur. Sin la ocupación de Irak, este problema ni se le hubiera planteado a Bush. Ahora tiene que hacer equilibrios inestables entre sus dos aliados e intentar por todos los medios que la sangre no llegue al río. Les toca pagar a los militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Hasta este momento, Washington mantiene la crisis bajo control. Ya veremos durante cuanto tiempo.