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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

El Debate

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El debate de la nacionalidad consiste en una evaluación pormenorizada y de ajuste de la situación del Archipiélago, un debate analítico que contiene una parte propositiva para no quedarse en mera retórica. Debería constituir un punto de inflexión para reorientar las decisiones necesarias y cumplir objetivos de bienestar y de esperanza en el futuro con el método de la política como proceso interactivo. Y en este mundo pandémico y peligroso que vivimos, la política como método interactivo de organización social debe hacer cumplir las normas sanitarias y otros requisitos para mejorar la vida cotidiana. Ello debería ser tarea colectiva, pero no siempre es así. Obviar la realidad que vivimos en la crítica del paro o de problemas como la pobreza, deja a quienes lo arguyen como aspirantes a manipuladores o, lo que es peor, como falseadores de la realidad para utilizarla partidariamente. Sobre todo, cuando son ellos quienes han contribuido decididamente a generarla. Y eso lo ha hecho la derecha en el parlamento canario en el último debate de la nacionalidad.

Cuando teníamos 16 millones de turistas, el paro superaba el 20%, las ayudas a la dependencia apenas existían, el destrozo medioambiental parecía imparable, el sector primario totalmente desconsiderado socialmente y, ahora, los que impulsaron todas esas calamidades en las islas durante más de cuatro décadas quieren que se arregle en un año de pandemia con crisis migratoria incluida. En realidad, lo único que les mueve es el argumentario del desgaste y recuperar el poder para otorgar prebendas a quienes siempre se las repartieron. No para revertir la calamidad que construyeron. Y a los datos me remito. En el último semestre de 2019 una de cada tres personas estaba en situación de exclusión social, 773.000 personas, el paro superaba el 20%, y la prestación social solo la cobraban 5.000 personas. Por lo tanto, asociar la situación actual solo a la crisis sanitaria es una gran mentira no siempre suficientemente desmentida. Solo interesa la profecía del caos sin mencionar que los ERTEs y multitud de ayudas económicas de dinero público corresponde a una decisión política de un gobierno progresista, que muy bien podría haber sido la contraria como en el pasado reciente.

 Cuando la tarea y la gestión política depende del criterio sanitario y científico, quienes presionan para que primen criterios de rentabilidad económica para repetir aspectos de lo que nos llevó a un callejón sin salida, como si nada hubiera pasado, como si no estuviera muriendo nadie, deberían hacérselo mirar. Pero si, encima, en algunos discursos del debate se ridiculizan las medidas para prevenir los contagios, entonces el negacionismo que planea en las mentes de algunas responsables políticas amenaza sublevación social, insisto, en estos tiempos de pandemia y peligro de muerte. Diseñar un escenario infernal y fangoso para movilizar la irracionalidad con frasecitas estentóreas que exploran el populismo insospechado y peligroso a la búsqueda de algún votillo ávido de insultos y violencia, solo respalda a los más rancios del lugar. Una lección vieja. La profecía de la catástrofe consiste en mover el miedo y a los temerosos para alborotar a la ciudadanía, provocar estampida y caer al abismo. Así se cazaban mamuts en la prehistoria. Así pretenden volver a gobernar algunos.

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