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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Estimado Felipe VI

Luciano Armas

Las Palmas de Gran Canaria —

Majestad: Recuerdo que una vez, siendo yo pequeño, me llevó mi padre a la bodega de mis abuelos, y apartando sacos de papas vacios y alguna canasta de mimbre, abrió un viejo baúl de tea del que sacó un paño doblado y con intenso olor a humedad. Lo extendió, y era una bandera con tres franjas horizontales: roja, amarilla y morada. “Esta es la bandera de la República Española”, me dijo, “La bandera de cuando en España había democracia. No se lo digas a nadie, porque si saben que la tengo, podría ir a la cárcel”.

Con ocho o nueve años yo no sabía lo que era una democracia, pero por las palabras y por la emoción con que mi padre las pronunciaba, intuí que debía ser algo muy importante y valioso, que alguna vez habíamos perdido, y de lo que se hablaba con temor.

Me encuentro en el deber de felicitarle, Majestad, por haber ha sido nombrado Rey de todos los españoles, entre los que me encuentro, pero permítame algunas reflexiones, ya que aunque entiendo que SM no puede estar pendiente de la opinión de cada uno de los 46.725.000 españoles, creo que cada uno de nosotros tiene derecho a expresarla.

Empezaré diciendo que me siento republicano por convicción, como forma de estado natural y preferida para establecer una convivencia democrática, pero en principio no soy anti-monárquico. Pienso que lo verdaderamente importante es el bienestar de los ciudadanos, la justicia, la libertad, la educación, la cultura y la adecuada atención y solidaridad con los más débiles o desfavorecidos. Eso es lo que de verdad importa. Y eso puede ser posible tanto en una república, como en una monarquía parlamentaria.

Mi padre, qepd, se sentía republicano. Pero fue movilizado con dieciocho años para ir a la guerra y luchar contra la República. A su hermano Juan también lo reclutaron con veinte años para luchar contra “los rojos”, como les decían. Pertenecía al cuerpo de ingenieros, y se encontraban en Robledo de Chavela preparando un asalto en el frente de Madrid, cuando una granada de mortero cayó a sus pies. Mis abuelos recibieron por correo un diploma que decía: “Luchando por Dios y por España, dio su vida en aras de su fe y su patriotismo. El señor le habrá concedido el gozo eterno con que premia a sus mártires.”

Recuerdo desde mi más tierna infancia como mi abuela Francisca, su madre, cada tres de mayo se sentaba al pié de la escalera a llorar desconsoladamente, bajo una cruz de madera que estaba colocada en la pared de la casa. “¿Por qué lloras tanto, abuelita?” le decía yo con cuatro, cinco o seis años, porque no entendía nada. Y así paso treinta y nueve años. Llorando amargamente cada año por la pérdida de su hijo, hasta que falleció con noventa y cuatro años.

Treinta y nueve años, llorando por la pérdida de su hijo, Majestad. De un hijo que un día sacaron de su casa para llevarlo a disparar contra los hijos de otras madres, que tenían otra bandera. Mi abuela nunca lo entendió, y su hijo posiblemente murió sin entenderlo. Treinta y nueve años, Majestad.

Y treinta y nueve años estuvo gobernando este país con mano dura y cruel, el jefe que ganó aquella guerra, y al final, según sus propias palabras, dejó “todo atado y bien atado” para que su padre fuese Rey cuando él no habitase entre nosotros. Cuatro veces han sido expulsados los borbones de España, y cuatro veces han regresado de la mano de regímenes absolutistas.

Y treinta y nueve años, Majestad, estuvo su padre reinando en este país, en el que se puso oportunamente al frente de un pueblo hambriento de libertad después de tantos años de opresión, y con la astuta y valiente ayuda de Adolfo Suárez y la renuncia de muchos en pro de la concordia de todos, conseguimos una democracia transitoria que en aquellos años era quizá la única posible sin un nuevo enfrentamiento fratricida.

Treinta y nueve años de dictadura y treinta nueve años de transición, y ahora, los privilegiados de siempre empeñados en hacer algunos cambios faciales para que todo siga igual. Pero creo que este pueblo ha madurado y no se conformará con un mero cambio formal, sino que exigirá profundos cambios que impliquen más participación, más justicia social y de la otra, más transparencia, más solidaridad y más libertad real.

Porque parte de la popularidad y prestigios de su padre, se asentaban en su heroico comportamiento cuando el 23-F en el que dicen salvó la democracia. Es la leyenda que han hecho circular. Pero hace poco decía un testigo de primera línea, que la verdadera historia del 23-F aún no estaba escrita“. En cualquier caso, Majestad, muchos españoles tenemos razonables dudas sobre la versión oficial de lo ocurrido.

Esas entrevistas del General Armada con líderes del PSOE y de otros partidos un par de meses antes del 23-F; esas reiteradas visitas a la Zarzuela de este mismo general; esas interminables horas entre el asalto al Congreso y la intervención del Rey por TV en las que se produjeron múltiples llamadas telefónicas cruzadas entre los protagonistas y que permanecen ocultas bajo un secreto de estado. De verdad, no acabamos de creernos lo del esperpento de Tejero, Majestad. Es lógico que nos preguntemos, que si tan heroico y ejemplar fue el comportamiento de su padre y de algunos políticos, ¿Por qué no se desclasifican los documentos para que todos los ciudadanos lo valoremos ?

La corrupción, verdadera lepra de este país y percibido como el principal problema por los ciudadanos tras el paro, afecta a todas las instituciones del estado incluyendo la misma monarquía. Y es que la corrupción no sólo permite el enriquecimiento ilícito de algunos, sino que también provoca ineficiencia de recursos, despilfarro, desconfianza en las instituciones, y por los efectos en cadena, es un factor desencadenante de la actual crisis que padecemos. Pero no todo es corrupción. Le pondré un ejemplo:

Itziar González Virós es arquitecta y urbanista, y fue concejala de Barcelona por el PSOE con Jordi Hereu como alcalde, hasta que dimitió en 2.010 tras denunciar el caso de corrupción urbanística relacionado con el Hotel Palau, en el que la fiscalía señala a Félix Millet como receptor de una “mordida” de 900.000,€ por sus gestiones ante determinados políticos para que, prevaricando, beneficiaran a un empresario hotelero. Itziar sufrió dos años de pesadillas, persecuciones, campañas difamatorias, amenazas de muerte, paro laboral, y asalto y desvalijamiento de su vivienda. Ser honesta le ha salido muy caro.

Creo Majestad, que este es un país de ciudadanos honestos, en el que abundan muchas y muchos héroes anónimos como Itziar González. Estuve en un país de América, en el que si cometías una pequeña infracción de tráfico y te veía un policía, venía con disimulo con la mano extendida a pedirte el soborno para no sancionarte; y que si ibas a hacer cualquier gestión en una administración pública, debías meter en un sobre junto con los papeles, un billete para que aquella gestión o trámite avanzara. La corrupción estaba extendida como una epidemia en todo el tejido social.

Pero en este país no ocurre esto, Majestad. Los funcionarios y los ciudadanos en general, son honestos y sacrificados, salvo la excepción que siempre puede haber. Este es un pueblo sano, formado, cívico y solidario. Una joya de país. Y sin embargo, tenemos una alta clase dirigente política y empresarial, que instalada en la más nauseabunda corrupción, la soberbia y la mentira, pretende recortar derechos y libertades para mantener sometido a este sacrificado pueblo y ellos poder seguir saqueándolo.

Unos políticos que además, son cobardes. Recuerdo un profesor de religión que tuve de pequeño, que decía: “Nunca es un hombre más grande, que cuando está de rodillas”. El reconocer un error, rectificar y pedir perdón, es un noble gesto que engrandece al que lo practica. Pero aquí nadie reconoce errores, nadie pide perdón, nadie rectifica y nadie dimite.

La corrupción es un grave problema que presenta casos tan repugnantes como los de un político, ex-conceller y ex-portavoz del PP en las Cortes Valencias, que habiéndose apropiado de dos millones de euros de fondos destinados a ayudas a los más necesitados para comprar inmuebles para sí mismo y condenado a ocho años de cárcel, le ha bastado de momento con pagar doscientos mil euros para no ir a prisión. Mientras tanto, quizá llegue el indulto, que es otro anacronismo medieval que pervive entre nosotros.

Pero en realidad Majestad, el problema de fondo no es la corrupción, porque esta no es sino una consecuencia del deficiente funcionamiento de la justicia y de la falta de transparencia. El problema de fondo es la impunidad, y que el aparato del poder, al servicio de los privilegiados, ha puesto en marcha una maquinaria para utilizar la justicia a su servicio, cuando ya tienen el poder legislativo controlado por su mayoría absoluta, a pesar de que sólo contaron con el voto del 23,11% de la población española en las últimas elecciones legislativas.

Se legisla para recortar derechos en sanidad, en educación y en protección a los más débiles, mientras se trata de legalizar la patada en la puerta para que unos inspectores de industria comprueben si un vecino tiene placas solares en su cubierta, o para que una de las multinacionales de telefonía instale una antena en la azotea del edificio, sin consentimiento de los vecinos ni del ayuntamiento. Aumento brutal de la desigualdad y la pobreza, porque todo va a favor de los más poderosos, a los que se protege además con amnistías fiscales multimillonarias, mientras a los enfermos se les imponen tasas por las medicinas que compren. Ley del aborto, seguridad ciudadana, libertad de expresión...

El episodio de la portada de “El Jueves” ha resultado patético. Si se hubiese distribuido, lo hubiesen visto quizá cien mil ciudadanos, que habrían esbozado una sonrisa irónica. Con el secuestro de la revista, quizá lo vieran diez millones de ciudadanos, que además de esbozar la sonrisa irónica, habrán pensado indignados que la monarquía inspira una censura de prensa, que nos retrotrae a épocas pasadas. De todas formas, ya algunos organismos internacionales están alertando de la creciente pérdida de libertad de expresión de los medios de comunicación en España.

Con un partido mayoritario que gobierna y ejerce el poder en beneficio de los intereses que representa, que por supuesto no son los de la mayoría de los españoles. Con un partido mayoritario entre la oposición, al que se percibe como tonto útil y comparsa de esta farsa democrática (Es elocuente el dato de que Rubalcaba haya recibido en el Congreso más entusiastas aplausos de los parlamentarios del PP que de los del propio PSOE), y que es como un barco con una gran grieta en el casco por falta de credibilidad, del que están huyendo los pasajeros y parte de la tripulación, mientras los oficiales intrigan para nombrar un nuevo comandante que les mantenga en sus puestos, en lugar de taponar la grieta y cambiar de rumbo para no chocar con el iceberg...

Mientras todo esto acontece y las élites están obsesionadas en conservar su poder y los partidos mayoritarios han perdido su función de representatividad social, el país está sumido en una crisis ética y política de mayores dimensiones y trascendencia que la económica que le aboca a una permanente situación de inestabilidad. Tenemos una Constitución que el partido gobernante considera rígida y monolítica, pero que en realidad es como un viejo edificio en estado ruinoso, agrietado por tensiones territoriales y sociales, y al que no vale tratar de conservar con una mano de pintura y la reparación de alguna instalación, porque lo que se requiere es una nueva estructura adaptada a los tiempos actuales y las demandas de los ciudadanos, que exigen que se le devuelva el protagonismo que les pertenece, y que le ha sido secuestrado por un sistema perverso y opaco.

Sinceramente Majestad, le deseo suerte, y que tenga el coraje y la capacidad suficiente para la impulsar la transformación que la sociedad española actual demanda, aunque creo que lo tiene ciertamente muy difícil.

Pero si no lo consigue, a pesar de que no dudo de su buena voluntad y de la inteligencia y sensibilidad de la reina que le acompaña, le deseo que el destino le procure un digno exilio, y que la III República la consiga este pueblo con la fuerza de los votos, y no con la fuerzas de las armas. Que unas madres no tengan que llorar amargamente durante toda su vida, por la pérdida de unos hijos que murieron luchando contra los hijos de otras madres que tenían otra bandera.

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