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La gran piñata

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Llevo más tiempo del que pensaba con un símil claro en la cabeza. El de una piñata que solo tiene cosas buenas en su interior y al que se le da palos para que se rompa. El turismo se ha convertido en Canarias en esa gran piñata, que recibe golpes por todos lados, en especial de algunos que han ostentado el poder político en los sucesivos gobiernos y que ahora, como si nada hubiesen tenido que ver en el devenir de nuestras Islas, se suman al carro de las críticas a un modelo que dicen que no funciona. Ahora. Solo algunos partidos parecen ser coherentes con lo que han defendido siempre.

Comparto muchas de las demandas de los colectivos sociales que se movilizan por el hartazgo ante lo mal que se han gestionado muchas de las infraestructuras públicas que deben dar servicio a nuestra comunidad autónoma. Las personas residentes están hartas de no lograr una vivienda a un precio razonable, hartas de la saturación diaria en las autopistas para llegar a su puesto de trabajo, hartas de la gestión de servicios públicos... Lo entiendo y créanme que me siento parte de ese hartazgo. Pero ante los argumentos impregnados en emoción, yo solo puedo detenerme en los datos, con lo único con lo que puedo tratar de combatir el oportunismo político para defender un sector que no es perfecto, nunca me lo oirán decir, pero que ha permitido a esta tierra situarse como destino europeo de primer nivel.

El turismo no son solo hoteles y apartamentos; el turismo engloba todo el transporte aéreo, terrestre y marítimo. Está formado también por agencias de viajes, empresas de alquiler de coches y de excursiones, guías turísticos, bares, restaurantes, cafeterías… Toda esa actividad mueve hoy en las Islas el consabido 35,5% de nuestra riqueza y el 40% del empleo directo. Todo ese turismo genera hoy, además, 3.400 millones de euros en impuestos, con los que la Comunidad Autónoma podría pagar todo el presupuesto canario de Educación de 2024 (2.373 millones), todos los servicios sociales (711 millones), la industria y energía (139 millones) y el acceso a la vivienda y fomento de la edificación (122) o más del 80% del presupuesto total de Sanidad (4.108 millones). En el caso concreto de actividad hotelera, que solo ocupa el 4% de la superficie de Canarias, esta da hoy empleo a más de 81.000 personas en Canarias, de un total de 264.000 de todo el sector.

¿Qué ha pasado en Canarias en lo que va de siglo? Hemos crecido en más de medio millón de residentes (de 1,65 millones del año 2000 a 2,2 millones de 2023) y esa presión demográfica sobre un territorio finito no ha ido acompasada estas décadas por las infraestructuras necesarias. Por cada 10 personas que a la vez están en las islas, 1 es turista; o si prefieren, en Canarias hay 268.000 turistas de media diaria frente a los 2,2 de residentes, según datos del Gobierno.

No se ha construido vivienda pública en muchos años y, sumado a eso, ha irrumpido un fenómeno sin control que ha pervertido el modelo en el que teníamos separados los usos: el residencial y el turístico. La vivienda vacacional suma hoy 220.000 plazas en Canarias, una modalidad relativamente nueva que ha crecido sin regulación ni orden y que ha provocado una distorsión en el mercado: se expulsa a inquilinos de larga duración para destinar esas propiedades a vivienda turística. Es como si hubiésemos metido 550 hoteles de 400 plazas cada uno en Canarias en estos diez años. Y en estos diez años, además, las plazas hoteleras y extrahoteleras se han reducido en 56.700, de 428.626 a 371.915, por la residencialización de complejos o por la rehabilitación de inmuebles obsoletos, lo que ha generado un valor añadido al destino.

Tampoco ha ayudado la Ley de Vivienda de mayo de 2023, que ha generado inseguridades jurídicas para el propietario, que no sabe qué hacer si una familia se le declara vulnerable y deja de pagarle el arrendamiento. El problema es de tal calibre que sabemos de propietarios que no alquilan viviendas a familias con hijos menores, precisamente por ese riesgo de vulnerabilidad. De ahí que la oferta de viviendas de alquiler en Canarias sea también tan escasa. Si las leyes crean más problemas que los que resuelven, no nos valen.

Ahora, los trabajadores y las trabajadoras no encuentran alquileres a precios asequibles y aunque este fenómeno no es la única causa del grave problema que tenemos en las Islas con la vivienda, lo cierto es que genera una parte importante del descontento social.

Añado un último elemento a la ecuación: la mal llamada tasa turística, que no es otra cosa que un impuesto a la pernoctación, porque irá al saco sin fondo de los impuestos, pero su defensa queda bien en boca de quienes ahora sí la quieren y no la aprobaron cuando gobernaban o la sacan a pasear en este momento porque tienen el día 20 de abril muchos votos en juego en la calle. Solo algunos partidos, decía antes, mantienen su posición de siempre. La nuestra también ha sido la misma, por lo que volvemos a preguntar qué se puede pagar con 98 millones al año (supongamos 14 millones de turistas x 7 días de estancia media x 1 euro / día) que no se haya podido pagar con los 3.400 de los impuestos de la actividad. Seguimos esperando propuestas serias y no anuncios.

Lo importante no es tanto lo que suceda el día 20 de abril, sino qué se hará en Canarias el 21, el 22, el 23… Ashotel estará en todo aquel debate que aporte soluciones ágiles y rápidas desde la cordura y no desde la estridencia y el oportunismo político; la burocracia de esta tierra es otra pandemia que arrastramos hace mucho tiempo, y la gestión y planificación de nuestro territorio es hoy la clave. Rememos juntos, huyamos de oportunismos y réditos electorales, porque hoy están unos y mañana otros. Canarias requiere un pacto global al margen de ideologías.

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